jueves, 22 de junio de 2023

Tratado de “Tauromaquia” del s. XXI: II El mantazo

Lo que dista la verónica con verdad del mantazo en todas sus acepciones.

Siguiendo leyendo los escritos del profesor Cienfuegos Aguado, Catedrático en Arte Abstracto en la Universidad de Chesterton, Virginia del Sur, el siguiente aspecto que somete a análisis es el toreo de capote, bastante en desuso, pero que no obvia y en el que incluso se detiene para dar su punto de vista:

El mantazo, al contrario que el trapazo, ha perdido protagonismo en el espectáculo que se desarrolla en las plazas de toros en nuestros días. La suerte de mantazos es muy variada, aunque suele presentar un factor común, el latigazo. Los ejecutantes acostumbran a poner posturas muy flamencas antes de, para a continuación apenas dejar ver la tela a los toros, sacudiéndola así como si sacudieran las mantas antes de guardarlas para el verano. Una sacudida que anula cualquier posibilidad de embeber a su oponente en los vuelos del capote. Por orden de frecuencia, quizá en primer lugar debería figurar el trampantojo de verónica. Esta la suelen dar sin acompasarse con las embestidas, las más de las veces echando un pasito atrás, sin conducir al animal, por supuesto y largando tela sin mirar adónde. Y muy importante, ofreciendo solo la puntita del capote, intentando así alejar lo más posible el peligro. Estas series suelen cerrarse con algo que podría recordar a una media verónica, en la que el toro va por un lado y el torero y trapo por otro; eso sí, siempre con ademanes exagerados, como si estuvieran en una película muda. Eso sí, si este remate se sustituye por un soltar la tela de una mano y dejarla arrebuñarse de cualquier manera en el suelo, ¡cuidado! Esto puede causar delirios en los tendidos y que algunos pierdan en control de su propia persona.

Pero no solo de trampantojos de verónicas vive el público entusiasta, hay más tipos de mantazos, muchos más, aunque tampoco es posible, ni necesario, ni recomendable, detenerse en todos. Uno de los que más fortuna ha hecho es la chicuelina. Basta con que un ejecutante amague con darlas, para que el jolgorio brote en una expresión tan jubilosa, como sonora. Aparte de si se pone de frente o boca abajo, lo importante para que se considere un buen mantazo es que el ejecutante se aparte cuando se le viene el toro. Casi mejor dar poco capote y limitarse a dejarlo ahí y que el bicho pase y ya. Aparte de esto, todo lo demás, el llevar toreado, el quedarse quieto, solo desvirtúan el mantazo.

En segundo lugar cabría colocar las gaoneras, nunca templadas, siempre trallaceras. Si se templa, automáticamente deben ser excluidas del grupo de mantazos y habría que encuadrarlas en otro grupo de suertes ya en desuso. El ejecutante nunca debe echarse el capote a la espalda con un lance, porque en este caso entraríamos en el mismo campo de las gaoneras templadas y ese no es nuestro campo de investigación. El ejecutante debe ponerse lejos, muy lejos, no vaya a ser que se arranque el toro y desluzca la ceremonia de colocarse el mantelón a la espalda, eso sí, con suma parsimonia, como si fuera la Cenicienta poniéndose la capa para ir al baile. Y a partir de ahí, sí, se va a cercando que si con saltitos, que si descoyuntándose el cuello pegando cabezazos al aire. Y cuando el toro se arranca, si hay que apartarse, uno se aparta y hay ya se pega un tirón a la tela, casi evitando que su oponente pueda llegar a ver tan siquiera si es rosa, verde o azul mar Caribe. Y así, hasta que al respetable no le quede voz para jalear.

Otros mantazos de fama son las navarras, saltilleras, largas, afarolados, lopecinas o zapopinas, con un elemento común, que el toro pase mientras las telas vuelan a según que altura, que cuanto mayor sea esta, mayor será el delirio provocado. Es importante recordar que los ejecutantes de estas suertes no están obligados, ni se les puede obligar, a que ocupen los lugares que les correspondan a lo largo de la lidia, ya sea para quitar en el primer tercio, como para quitar auxiliando a un compañero banderillero. Entenderán que no incluya en este apartado los capotazos suaves, cadenciosos y sin molestar, de los peones bregando.

Pues esta es la segunda entrega, acerca del trabajo desarrollado por el profesor Cienfuegos Aguado, Catedrático en Arte Abstracto en la Universidad de Chesterton, Virginia del Sur, experto especialista en la percepción y descripción de la “tauromaquia” del s. XXI.

 

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

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