lunes, 9 de octubre de 2023

Una fiesta de(l) pueblo

Muchos defensores están echando palada tras palada sobre la plaza de Madrid, pero con mucho orgullo y convencimiento, porque ellos saben de que va esto y si se les contradice, te vienen con que esto es una fiesta de(l) pueblo.

Muchos son los que consideran que hay que ceder a la mayoría, a los impulsos de la masa, al delirio colectivo. Pues cedamos, pero mejor quedándonos a un lado y dejando pasar al entusiasmo del pueblo. Contra esto no cabe discusión. Pero dicho esto, no hay por qué verse obligado a adherirse a estas muestras de felicidad colectiva. Que bien puede haber celebraciones de(l) pueblo, pero no estamos obligados a hacerlas nuestras. Aunque, igual hay quién crea que estamos en esa obligación, ser uno más de los entusiastas de(l) pueblo. Y parece que esto es lo que nos ha dejado la última de esta tan poco afortunada feria de Otoño del 2023. Llegaba el hierro mítico de la plaza de Madrid, ni más ni menos que los Victorinos; casi na. Y así empezaron a salir al ruedo venteño, provocando el entusiasmo de(l) pueblo.

Don Victorino Martín se tiene que estar felicitando después de la corrida que echó, al fin lo ha conseguido, no solo que sus toros sean dóciles como todos, poco molestos como todos, del gusto de las figuras, sino que además ha conseguido que se le entregara ese aficionado con el que en otros tiempos se las tuvo tiesas. La exigencia ha claudicado a la reconversión monoencastada de lo de este ganadero. Y ahora, pues a seguir marchando, que ya solo le queda que le publiquen sus epístolas y le den el Planeta o el Nadal o el Cervantes, ya puestos; qué no conseguirá este señor. La presentación, pues uno de aquí, otro de allí, sin destacar ninguno y quedándose casi todos por debajo de lo exigible. Fuerzas las justas o menos. No se le pudo picar a ninguno, lo que ya se admite sin rubor. Que el siguiente paso va a ser eso que se rumorea de que sea el matador el que decida si salen los caballos o no. Pero luego acudían a la muleta como corderitos y si parecían algo más, quizá fuera por la impericia de los coletas, pero de estos ya hablaremos. La plaza estaba entregada a cualquier cosa, y vaya con las cosas que pasaron, sin pararse a pensar en si se picaba o se dejaba de picar. Que luego me dirán eso de que este o aquel era un “Victorino de los de antes”, ¡miau! ¿De los de antes de cuándo? ¿De antes de ayer por la tarde o de antes de tres semanas?

Abría cartel Román, que se encontró con un inválido al que el señor presidente se negó a devolver a los corrales, que solo daba para ir al caballo andandito y quedarse dormido debajo del peto, que si hacía por meter la cara mínimamente a los capotes se venía abajo. Y Román quería darle muletazos y muletazos, que el animal no daba ni para hacer de enfermero con él, pero sí que tuvo fuerzas para en un momento en que con el pico se quedó al descubierto el espada, le tirara un derrote seco, que más tarde le mandaría a la cama. Intentó pasarle por el izquierdo, pero ahí el Victorino solo se defendía. La verdad es que el que te enganche un animal así no tiene ningún sentido, es jugársela por nada y para nada. Animales así solo tienen un camino y ya que no fue devuelto, un espadazo y a otra cosa. Y que Román se recupere muy pronto de este innecesario percance.

La estrella de la tarde fue Borja Jiménez, al que parece que Madrid ha adoptado como su nuevo ídolo, uno más en la misma temporada y van… Puede que el mérito más destacable de este torero sea repetir la misma faena tres veces y culminarla con tres medias tendidas atravesadas y desprendidas. Que eso no lo hace todo el mundo. A sus dos primeros los recibió de capote manteándole y a las primeras de cambio dándose la vuelta para perderle terreno hacia los medios. Que lo metió en la tela, es verdad, pero para eso, para no saber ganarle terreno a ninguno de sus toros, que deje a los peones, ¿no creen? Y el tercero fue a recibirlo a portagayola, para tirarse al suelo y luego darle mantazo tras mantazo. Eso sí, en cuanto se pegaba una media a su aire, como con desprecio, la gente se encendía, sin importar si la tela toreaba al toro o al aire, que fue lo más toreado, el aire. Ni hablar de manejar las lidias, mucho capotazo y sin cuidar el poner a los toros en suerte, aunque para que hicieran lo que hicieron los Victorinos, debió pensar que mejor se quedaba quieto. Y me permitirán que siga contando el trasteo de los tres toros que despacho al mismo tiempo, porque ya digo, fueron tres calcos; eso sí, el personal se echaba las manos a la cabeza con delirio e incredulidad. Otros se las echaban por no entender ese delirio e incredulidad. Aquello era una fiesta de(l) pueblo, no cabía discusión. Y cada uno cuenta lo que ve y hace sus propios razonamientos. Manejó Borja Jiménez la diestra y la siniestra, pero con un denominador común, aparte de citar con el pico, los muletazos, sin mando, seguidos de carreras. Raro fue aquel en el que no se tuvo que recolocar a la carrera, solo iba atrás, sin mando, cuando el toro proseguía y no le quitaba el trapo de un tirón, como sucedía casi siempre. Y mi pregunta es si hay mando cuando hay que recolocarse permanentemente. Sí, la plaza estaba entregada, pero, qué me van a contar si se le jaleaban hasta los enganchones, cuando no había terminado el muletazo y estaba bailando. Que esto es la fiesta de(l) pueblo y es así, pero permítanme mi estupor al ver así a Madrid. Que podría seguir hablando de las tres faenas, pero sería hacer lo mismo que hizo Borja Jiménez, repetir, repetir y volver a repetir. Y como colofón, tres estocadas más o menos traseras o desprendidas, tres medias, si llegaba, tendidas y atravesadillas. Que eso tiene mucho mérito, no me digan que no. Una oreja por toro y si le echan seis más, seis orejas, no les quepa duda. Me dirán que si un natural, que si dos, que si un remate, que si es desmadejado ya es la locura enloquecida, pero, ¿es eso torear? ¿O es dar pases? Yo lo tengo claro, pero si alguien me convence de lo contario. ¿Y es un buen muletazo el que no tiene mando, el que si acaso va a la velocidad que marca el toro y que no se remata? Pero insisto, esto es una fiesta de(l) pueblo y así hay que tomarla.

Además dicen que anduvo por allí Leo Valadez, que no hizo más que los demás, mantazos, no poder a sus toros de recibo, trapazos y baile continuo con la pañosa y el enfado del paisanaje, que esperaban poder reivindicar la tierra con su torero. Torero al que en una tarde parecida a esta de las de fiestas de8l) pueblo, alguno reivindicó para volverle a ver en Madrid. Pues hala, ahí le tienen, que estuvo, pero pareció no estar. Pero aquí lo que cuenta y lo que no hay que olvidar, ni mucho menos, y que nadie se llame a engaño, es que esto es una fiesta de(l) pueblo.

 

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo indudable es que Jiménez ha irrumpido como un vendaval en esta gerontocracia taurina llena de viejunos que se resisten a retirarse, aunque ya nada tengan que ofrecer más que su decadencia, y que lo ha hecho basándose en lo que son los cimientos del toreo inmortal: la verdad en el cite, el toreo de arriba hacia abajo y de delante hacia atrás, el mando, la torería, el oficio al servicio del buen toreo…