Si hacemos caso a los modernos, a los amantes y fieles de la
Tauromaquia 2.0, en esto de los toros hay que ser paciente al extremo y
aguantar muchos días de aburrimiento y será por eso que no vean extraño que uno
se ponga a ver la corrida remendada de Flor de Jara y acabe quedándose
transpuesto un ratito, aunque esto no se debe reconocer jamás. El solecito, el
sopor de la tarde, el tedio de lo que ocurría en el ruedo, no es que la
parroquia eche una cabezadita, es que se cierran los ojos para que los párpados
también se bronceen. Cuatro mal presentados de Flor de Jara y dos remiendos de
San Martín, el quinto y el sexto. Me dirán que es que lo de Santa Coloma no da
mucha caja. De acuerdo, por supuesto, pero aunque no se puede decir que no
tuvieran trapío suficiente, sí eran feotes, es más, no parecían de esta sangre.
Que por lo visto en el ruedo, igual no lo eran o lo que es peor, que el criador
se ha alejado demasiado de la raíz.
El primero, que correspondía a Fernando Robleño, empujó en
el caballo con la cara a media altura, le taparon la salida, en el segundo
puyazo cabeceó en el peto. Muy soso, fue sin codicia, casi arrastrándose a la
muleta que el madrileño le ofrecía muy torcida, con muchos pases, pero todo en
un tono anodino y sin chispa. Concluyó la faena con un metisaca que hizo rodar
al primer cárdeno. En el cuarto, el espada anduvo por allí, como a ver qué
pasaba. No hubo suerte de varas, ni tan siquiera para decir que se cumplió con
el trámite, sangraba más por la divisa que por la puya el de Flor de Jara. En
la muleta el espada inició con trapazos por ambos pitones y luego muletazos con
el pico de la muleta y sin pararse quieto. Aperreado por el derecho y por el
izquierdo, mucha carrera, dejándole la tela y haciendo derrotar al toro, que en
más de una ocasión se venció al ver el hueco entre el torero y la muleta. Ya
habrá días mejores.
Miguel Ángel Delgado empezó con susto, cuando de salida el
toro se le acostaba por el pitón izquierdo. Primera vara trasera y escasa y la
segunda, ¿la segunda? ¿Cuenta como puyazo que el toro llegue al peto, que el
picador le de un toquecito y que no haga más? Entonces sí que fue una vara.
Naturales atropellados, aunque hay que valorar el que se plantara en los medios,
citara y aguantara la primera embestida sin ningún intento de acoplarse
previamente. En los primeros compases el toro parecía superar al matador,
llegando a atosigarle un poquito. Delgado sufrió un palotazo de una banderilla,
mucho pico, el Flor de Jara amagando las coladas, otro susto, pases y más
pases, pero sin que aquello fuera para arriba. Cabía el peligro de que el
animal se le fuera al heco entre el cuerpo y la tela; pase por detrás y
bernadinas, dando suelta a la vulgaridad sin complejos. Ya digo que el ganado
defraudó, pero por momentos, como en el recibo del quinto, parecía que
recordaran algo los orígenes, aunque fuera lejanamente. Apretó de salido y al
matador no le quedó otra que soltarle el capote en la cara y tomar las de
Villadiego. En el caballo el toro se dejó sin más, sin plantar ni asomo de
pelea. Estatuarios para empezar el trasteo de muleta y cuando le pasó por abajo
él mismo le cortaba la embestida. Así en la primera tanda parecía que el Flor
de Jara se comía al matador. Un tanto incierto, parado, tirando algún arreón
que otro, mostrando la poca solidez de Miguel Ángel Delgado.
Diego Silveti volvía a Madrid como el único superviviente de
aquella euforia excesiva a favor de los toreros mexicanos y el posterior
ostracismo, no del todo justificado, de estos toreros de allá el océano. No era
ni para lo uno, ni para lo otro. Pero allá recibió don Diego a su primero con
unas verónicas rectificando a cada lance. Le dieron bien en el caballo,
mientras el toro empujaba con la cara a media altura y para afuera, mientras le
tapaban la salida. Me habría gustado que se le hubiera picado dándole las
afueras, a ver si ahí también mostraba ese ímpetu. Siguiendo la última moda
taurina, Silveti empezó por detrás, por delante y así hasta el hartazgo, aunque
no me pregunten por qué, a mí se me vino a la memoria Alejandro Silveti. Que
igual eso del por detrás no es nuevo, ni exclusivo del Perú. Muy despegado, por
un lado el espada no sometía la embestida y por otro el santacolomeño tampoco
metía la cara. Abusando del pico, parecía ir cazando pases por el ruedo,
pasándoselo siempre muy lejos. Más trapazos de supuesto adorno y bernadinas
después de haber tirado la espada a la arena. ¡Qué feo! En el último, ya uno de
San Martín, no cambió mucho la cosa. El toro se frenó al notar el palo en la
primera vara, se dejó pegar sin pretender la pelea y le contaron como puyazo
una vuelta al peto a pegarle un gañafón. Nada hubo en la muleta, unos
derechazos haciendo el arco, trallazos sin temple, merodeando alredor del toro,
tirones y naturales con la muleta al bies. Una tarde soporífera, justo después
del descabalé del día anterior, la plaza parecía aletargada; pobre entrada para
ser San Isidro, como todos los días, sin entusiasmo, sin emoción y así pasó,
que más de uno echó el cierre y se puso a soñar faenas con toros boyantes
encastados y con toreros con afición y más encastados aún y cuando abrían los
ojos le pedían al vecino: cuéntame cómo pasó, me quedé transpuesto un ratito.
2 comentarios:
Tranquilo Enrique, no eres el único al que se le cerraban los ojos. Decepción de la corrida de Flor de Jara, creo que ya lo estuvimos hablando. Han echado tanta agua al vino, que ni es vino ni es nada. Salvo de la quema al interesante segundo y algo al quinto y primero de San Martín. El resto para olvidar. La pena es que ya va siendo tónica habitual las decepciones que nos están deparando estos festejos de los "encastes minoritarios".
Por último, no paro de sorprenderme ante la gran falta de autocrítica de la mayoría de los matadores. Veo en televisión a Silveti echando balones fuera, como si con él fuera la cosa, cuando nos ofreció un master en destoreo de padre y muy señor mío.
Lo más torero de la tarde un par de Fernando Sánchez.
Un abrazo
J. Carlos
J. Carlos:
¿Autocrítica? Eso queda para los mortales. Y es verdad que ya son demasiados los casos en que enarbolan la bandera de la variedad de encastes, pero luego se aplican en imitar lo comercial, sin darse cuenta de que hay un tipo de toro al que no le entran los zapatos de tacón alto. ¿Tú sabrías andar con tacones de aguja? Yo no.
Un saludo
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