¿Tan escondido está el hoyo de las agujas? |
Si no fuera porque vienen las elecciones y todo se nos va a
arreglar, incluido esto de los toros, estaría que no me llega la camisa al
cuerpo. Para que luego digan de los políticos, que no hacen otra cosa más que
crear problemas, que enredan lo que no está enredado y lo que lo está, lo
prohíben y así es como si dejaran de existir. ¿Saben eso de los niños que
cierran los ojos y ya se creen a salvo? Pues eso, pero legislado como se debe.
Después de pasar por las urnas, seguro que se derogará la LOMCE taurina y harán
un nuevo plan de estudios. Porque eso es lo que se hace siempre, ¿no? Un plan
por cada legislatura. Aunque no parece que podamos albergar esperanzas en que
se recupere el latín, seguiremos sin toros que sepan latín; ni la filosofía,
esa que hace entender lo que es vivir y sentir en torero.
Los de la Ventana del Puerto ni sabían latín, ni se plantean
matricularse en una academia del plan antiguo. Alejandro Marcos, Joaquín Galdós
y Juan de Castilla, más bien parecen aspirar a hacerse doctores en
Trigonometría Aplicada y Ciencias del Universo por la Universidad de Berkley,
despreciando eso de aprender el oficio de torero, que es menos rimbombante,
pero jodí... de cojo... Si será difícil este oficio, que muchos han quedado en
el intento. Alejandro Marcos, salmantino, criado en tierra de bravo , se debió
de marchar con una beca Erasmus a Lovaina dónde eso de la lidia, el mando y el
poder, además del temple no lo trabajan; igualito que Marcos, que tampoco lo
trabaja. Con el capote anduvo por allí, bailando al novillo con capotazos
insulsos. El castigo en el caballo fue nulo, echando la cara arriba y peleando
de lado. Con la muleta pico y más pico pasándose el animal a una distancia más
que considerable, para que las embestidas de mulo no le alcanzaran. Multitud de
pases por ambos pitones, sin saber aprovechar la escasa mejora por el pitón
izquierdo, torciendo demasiado la muleta. Una faena eterna, aburrida, sin garbo
alguno, que culminó en un revolcón que le propinó el de la Ventana,
arrollándole, haciendo caer al chaval de muy fea manera, saliendo visiblemente
conmocionado del percance. Hubo petición y vuelta al ruedo, quizá más por la
sensibilidad a flor de piel del momento, que por los méritos contraídos. En su
segundo hasta medio manejó el capote con cierta soltura, pero solo hubo que
esperar al momento de ponerlo en el caballo, para darse cuenta de que no. Se le
castigó más de lo habitual en las dos varas, estando a punto el ventanero de
descabalgar al montado. En el último tercio Alejandro Marcos daba la sensación
de estar a merced del animal, que entraba en le engaño pegando cabezazos.
Ausencia total de temple y dejando que le tocara mucho el engaño. Una faena
larga en exceso, pero sin ofrecer nada de valor al aficionado.
Joaquín Galdós veroniqueó a su primero con quietud, incluso
medio llevó el toro al caballo, para que el novillo se retorciera sin disimulo
al notar el palo, para una vez hecho a la idea, acabar empujando. Lo de la
segunda vara fue un esperpento en el que el picador casi descabella a su
oponente, que buscaba sin cesar el refugio de las tablas. Muy soso en la
muleta, siempre con la pierna de salida retrasada. Por momentos incluso la
presentaba plana, pero retrasada y citando al hilo, para continuar estirando el
brazo en demasía. Unas maneras que le valdrían para convalidar la lengua de
primero, pero que nada le ayudaban a eso de torear y torear bien. En el quinto
volvió a mostrar soltura con el capote con un novillo que cabeceó mucho en el
peto, sin que se le picara apenas. Con la muleta lo de siempre, pico,
enganchones, cite muy fuera, mientras el toro solo pensaba en marcharse al
abrigo de las tablas. El bajonazo final no es posible calificarlo, si acaso lo
correcto habría sido castigar a este novillero sin recreo para todo lo que le
queda de vida de aspirante a matador de toros. Algo infame.
Juan de Castilla se ganó su presencia en su anterior
comparecencia en este ruedo, aquel día de los cuatro novillos y las cuatro
estocadas. Vueltas y más vueltas a su primero, sin saber por dónde meterle mano
y permitiendo que le acribillaran con dos puyazos muy traseros. El novillo
tenía mucho que torear e incluso hasta le aguantó, pero sin ser concluyente.
Quizá un tanto acelerado y sin acabar de decidirse por el sí o por el no. En el
que cerraba plaza cabe destacar un intento de llevar el toro al caballo con un
vistoso galleo, pero o se le hizo demasiado largo el trayecto o le faltó galleo
para cubrir la distancia hasta la guata. Muy mal picado, lo mismo en la
paletilla, que en mitad del lomo, aparte de eso tan feo de la carioca. El final
llegó tras un trasteo larguísimo y aburrido y la sorpresa de no haber podido
reeditar la maña con la espada del día de las cuatro estocadas. Y ahora, cada mochuelo
a su olivo y si aún creen en las hadas, quizá les quede la duda sobre los
novilleros LOMCE, ¿los derogarán tras las elecciones?
2 comentarios:
Es lamentable lo de los novilleros,tienen los vicios de las denominadas figuras.En los tentaderos lo hacen escondiendo la pierna,al hilo,el medio pase y todos les baten palmitas.
T.G.B.
T.G.B:
Tienen malos espejos en los que mirarse y malos consejeros.
Un saludo
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