Los toros esperaban otra trato y los aficionados, también |
Lo que es el toro bravo, que si no te pones en el sitio no
hay nada que hacer, que si no le mandas, quedas como la Chencha y que si te
pones tolay, hasta se aburre de ti y te deja más “tirao” que una colilla. ¿Qué
no? Pues si no me creen, baste recordar la corrida de Baltasar Ibán en esta
feria de Madrid. Siempre se les espera con cierta ilusión, pero después de lo
que ocurrió en sus últimas comparecencias, había dudas razonables. Pues la
corrida ya pasó y las dudas se disiparon y han dejado a los tres matadores en
mal lugar, porque ni Iván Vicente, ni Alberto Aguilar, ni Víctor Barrio parecía
que se presentaban a torear una corrida de toros, más bien sus pretensiones
eran las del pegapasismo al uso. Quizá ese fuera su primer y gran error. La
casta no admite componendas, ni medias tintas, o estás o no estás. No ha sido
tarde de triunfos, a pesar del despojo cortado, incluso hasta puede que el
festejo se alargara un poco, pero tampoco lo puedo asegurar, porque lo que sí
les garantizo es que no me dio tiempo a mirar el reloj, creo que ni el público,
ni servidor, nos hemos aburrido. ¿por
qué? Porque el toro y el aburrimiento son como el agua y el aceite, no casan.
Otra cosa es con el borrego, ahí ya me callo.
A los que les hubiera gustado que aquello fuera más
aburrido, quizá sea a los tres matadores que se las vieron con la de Baltasar
Ibán. Sin ser alimañas, nada más lejos de la realidad, mostraron sus
dificultades, dificultades que eran perfectamente subsanables con el buen
transcurrir de la lidia. Se comenta que Iván Vicente, o su espectro, anduvieron
por el ruedo. Las verónicas de saludo, más bien lejanas, igual podían dar una
idea de los ánimos con que se venía. Bien puesto al caballo, el toro se arrancó
con decisión, para que le clavaran en la paletilla. Otra vara también de lejos,
arrancándose con alegría, para recibir una vara solo señalada, en mitad del
lomo. En el último tercio, Iván Vicente se limitó a tandas aburridas abusando
del pico, cazando muletazos por el derecho y con la izquierda, aparte del
inevitable pico, ahogando la embestida del toro, acortando en exceso las
distancias. El cuarto, que se frenó peligrosamente en la primera embestida,
luego hasta parecía querer ir largo. Le llevaron al caballo en la primera al
relance, mostró fijeza, tampoco demasiado ímpetu peleando en el peto y cuando
lo sacaron aún estaba pendiente del jinete. Segundo puyazo sin colocarlo, ya
escarbando y corneando el peto al notar un puyazo trasero. Tanto en este, como
en los demás toros, se habría agradecido mucho una tercera entrada al caballo,
para así ya aclararnos definitivamente su condición, pero aquello de reducir la
suerte a dos puyazos, con todo nuestro reconocimiento al señor Corcuera, que
aparte de patadas en la puerta, a la Fiesta se la dio unas veces en el trasero
y otras en la entrepierna. Pero estábamos en el cuarto de la tarde, que se
dolió en banderillas y que cortaba una barbaridad por el lado izquierdo.
Vicente ni tan siquiera hizo amago para alargarle el viaje al Ibán, que a pesar
de lo feo que había hecho, seguía el engaño, al que buscaba al volver tras cada
muletazo. Muchos pases y mucho enganchón, que era lo que menos le convenía al
animal. Luego un desagradable mitin con once descabellos, lo que los vikingos
aprovecharon para herir sin misericordia alguna a los maltrechos corazones de
nosotros los indios. ¿Qué creían, que no les iba a sacar el tema? Si no pienso
casi en otra cosa, pero en fin. Prosigamos.
Quizá haya a quién todavía le dé la memoria para recordar a
aquel Alberto Aguilar valiente, voluntarioso y que al menos intentaba hacer el
toreo. Pues sigan recordándolo, porque la realidad de ahora es muy diferente.
Le salió el que hasta el momento podía ser el toro de la feria, que no cuidó
nada en el caballo, siempre hablando de ponerlo en suerte, mal en la primera,
correctamente en la segunda, que tras verle empujar con fijeza en la primera y
el piquero dándole estopa, un segundo encuentro en el que se arrancó pronto y
de lejos, aunque apenas recibió castigo, cuando el público pedía que fuera una
tercera vez, el matador decidió cambiar el tercio. Cuentan que es que decía que
si no, solo iba a durar tres tandas; ¿y qué? Más valen tres buenas, que los mil
trapazos que nos atizó. Acudió a la muleta de largo, citándole Aguilar dándole
distancia, para después embestir con codicia, comiéndose la pañosa y casi al
que la sujetaba. El matador no daba más que para meter el pico, carreras para
recolocarse, no puediendo impedir que se la tocara constantemente y a cada
muletazo daba la sensación de que el toro se le iba yendo. Acabó acortando las
distancias, a ver si así cesaba ese aluvión de embestidas, ese torrente de
boyantía, al que incluso se atrevió a matar a la suerte contraria. No sé por
falta de pericia, porque no se enteró de lo que tenía delante o para ver si así
se arrancaba menos. Y los que creían hacerle un favor concediéndole una oreja,
incluidos los mulilleros, hoy especialmente poco hábiles, le obligaron a pasear
esa oreja de la vergüenza y a tener que ver la cara de tantos que le dijeron
que no, no y no. Al quinto le recibió con capotazos sin criterio, lo llevó al
caballo a base de tirones, sin templar esas primeras embestidas. Lo dejó de
cerca, puyazo trasero, tapándole la salida, mientras el de aúpa se aplicaba con
el palo. Igual en la segunda vara en la que el animal se arrancó con alegría,
aunque tardeó un poco, quizá más por la mala colocación y la poca fortuna del
picador. Muchas dudas cuando el matador tomó la muleta, el Ibán con tendencia a
quedarse corto, sin que el matador intentara evitarlo. Revolcón montado sobre
el pitón y afortunada y milagrosamente, el pitón no le caló. Tras una primera
tanda con ímpetu, el toro acabó aburrido y no pensaba en otra cosa que irse a
tablas. Mis dudas es si este hecho se produjo por mansedumbre, de lo cuál no
estoy muy convencido o por hartazgo y a consecuencia de la nefasta lidia que se
le aplicó.
Víctor Barrio volvía a la plaza en la que tantas tardes,
quizá demasiadas, actuó en el pasado. Le tocó un toro que rara avis, remataba y
todo. Puyazo trasero en la primera vara y metido debajo del peto en la segunda.
Se dejaba sin más, sin que el castigo fuera nada extraordinario. A las
embestidas claras y nobles respondía el segoviano con pico, retorcimiento, enganchones,
cite fuera de cacho y carreras para recuperar el sitio. Una lidia nefasta,
dejando la sensación de que el de Baltasar Ibán se fue sin torear. Larga de
rodillas como bienvenida al sexto, para después no poder quitárselo de encima.
Dos puyazos traseros tapándole la salida y apretando con el palo. Se dolió en
banderillas y en la muleta se puede afirmar que el matador no le entendió, no
lo vio. Entre pases adocenados se le iba yendo el toro, que al final se le
aquerenció, mientras él ya solo pensaba en péndulos y arrimones, para ver si
conquistaba con vulgaridad lo que no había podido con toreo. Y es que ya de
salida la de Baltasar Ibán se lo dejó muy claro a los matadores “o me toreas o
nanay, pero trapazos, ni medio”.
Enlace programa Tendido de Sol del 30 de mayo de 2016:
http://www.ivoox.com/tendido-sol-del-30-mayo-de-audios-mp3_rf_11711793_1.html
Enlace programa Tendido de Sol del 30 de mayo de 2016:
http://www.ivoox.com/tendido-sol-del-30-mayo-de-audios-mp3_rf_11711793_1.html
6 comentarios:
Chapeau D. Enrique. Los que queremos ver toros , la mayoría de las tardes nos quedamos con la ilusión de " la miel en los labios". Ayer una nueva. Esa vara que le pedia el toro a Aguilar y que éste le negó, quizás, privando al toro de un gran premio. Qué penaero Señor.
Y a Ud., mucha salud , sitio y paciencia. La afición les necesitamos.
Muy interesante la corrida enviada por Baltasar Iban. En la Presidencia, mucha rapidez al cambiar el tercio de varas, impidiendo ver su comportamiento al completo. Los matadores, por debajo de los toros que les correspondieron, en su descargo, lo poco que torean, aunque en estas ocasiones hay que estar de otra manera. El que menos me convenció, fué Victor Barrio. Delante del segundo toro me hubiera gustado ver al Juli. Pienso que ese toro, mereció mas premio que el obtenido.
Rigores.
Hola Enrique, llego tarde a tu reportaje... me ha gustado en conjunto la corrida de Baltasar Ibán, destacando sobremanera a ese segundo que hasta ahora me parece el toro de la feria. Varios se fueron con las orejas al desolladero pero esto es lo que hay.
Me apena ver torear a tres matadores a los que no les veo afición por ningún lado. No hubo ni un atisbo de hacer la suerte de varas como Dios manda y llevar al toro varias veces al caballo. Ahora la norma (para ellos) es destrozar al toro en la primera vara y taparle la salida, sí o sí, después ya lo que venga.
Me sorprenden las declaraciones de Alberto Aguilar diciendo que a Camarín no le puso el tercer puyazo porque se quedaba sin toro. Yo le diría que por qué, en vez de pegarle duro en la primera vara, no dijo al picador que midiera el castigo y lo puso más veces en suerte. Lo dicho, les falta afición.
Iván Vicente muy perdido y tapando al cuarto. Víctor Barrio a la deriva, se le escaparon dos toros de oreja y destacar que masacró al sexto en varas, le pegaron de lo lindo. Una pena que no hayan lucido y enseñado a los toros al público, les han hecho parecer peor de lo que realmente eran. Lo único que tengo que agradecer a Alberto Aguilar es que en el segundo, exceptuando la suerte de varas, al menos lo enseñó.
Destaco al tercero de la cuadrilla de Víctor Barrio, Alberto Zayas, que estuvo muy atento en los quites y pareó con solvencia al tercero de la tarde por partida doble. Ojalá tengamos en él al sustituto de Domingo Navarro.
Un abrazo
J.Carlos
José Bautista:
Muchas gracias por su apoyo, pero creo que yo les necesito más a los que me visitan, seguro. Respecto a la corrida, como siempre, es un no pensar ni en el toro, ni en el aficionado, ni por supuesto en la fiesta.
Un saludo
Rigores:
Se podrá quejar el Juli, que le queremos ver muchas más tardes y con muchos más toros. Si se apuntara a todas la que nos gustaría, le hacíamos multimultimillonario. Pero no parece que esté muy dispuesto.
Un saludo
J. Carlos:
Para no quedarse él sin toro, nos quedamos nosotros. Ya ves, una visión totalmente opuesta a lo que nosotros queremos. Están convencidos de que el pegapasismo le llevará a la gloria, sin pararse a pensar en torear.
Un abrazo
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