martes, 6 de junio de 2017

La espera tenía sus razones


Igual hay que seguir esperando a los de Dolores Aguirre

Llevábamos años sin ver lo de Dolores Aguirre en Madrid, una ausencia que no se entendía, pero que ha bastado su vuelta para entender el por qué de esos años sin anunciarse en Madrid en la feria. Toros sosos, algunos blandos y también los que cumplieron la primera parte del festejo, con la presencia más que justita. Eso s´, hay que decir en su favor que han aguantado el tercio de varas, que en los tiempos que corren no es poca cosa y que si no han lucido más, también hay que achacárselo a la poca pericia de los alternantes. Y no pretendo cargar desaforadamente contra la corrida, pues quizá también puede que algo tenga que ver en esta desilusión las ganas que había de volver a ver este hierro y lo que se esperaba de él, que no ha llegado a satisfacer ni mínimamente las expectativas. Quizá habrá quién me diga que compare con esas ganaderías comerciales, pero no, lo siento, la comparación, aparte de odiosa, no es posible, estamos hablando de cosas muy diferentes. Porque vale que ha sido una corrida sosa, pero al menos no ha sido ese tedio desesperante de los animalejos que se arrastran por el ruedo y que solo van a la muleta, siempre y cuándo no haya una muleta que les someta, pues entonces quizá no solo no se llegaría a esos 80 pases o más por faena, sino que a lo mejor no se llegaba ni a la media docena. Pero esto ya lo llevamos comentando toda la feria, la presente, la pasada, la otra, la otra y muchas más y lo que es peor, lo que nos queda en el futuro, el próximo y el más lejano, porque esto del medio toro es lo que nos viene sin tan siquiera permitirnos el recurso del pataleo.

Salió Rafaelillo con apariencia de dominar la tarde y a los pupilos de doña Dolores, pero una cosa es la apariencia primera y otra… Recogió a ese primero por abajo, intentando alargar la embestida, con capotazos largos, que a medida que el animal comenzaba a flojear, iban acortándose por momentos. Prosiguió con trallazos, que se tradujeron en que el toro perdía las manos; parece una ley no escrita, poca fuerza, ausencia de temple, caídas de los toros. Tardeó mucho en el caballo y no solo no se arrancaba, sino que confirmó su tendencia de irse suelto a toriles. Aunque trasero, se le picó a gusto. Se le puso de lejos para el segundo puyazo, pero eso no iba con él, que dio media vuelta para seguir de gira. Ya desde cerca volvió al peto y aunque daba serias muestras de no poder con su alma, siguió recibiendo leña. Muy pendiente de las tablas, siempre queriéndose ir, lo llevó Rafaelillo por abajo en el inicio de muleta, trapaceándole como si estuviera ante un auténtico barrabás. Banderazos y permitiendo que el perla este le tocara la muleta en demasía. De acuerdo que no podía con su alma, pero no era para hacerle eso. Mucho pico y sin parar de moverse en ningún momento, todo muy eléctrico y dejándole la muleta en la cara, lo que provocaba el derrote del de doña Dolores. Pero la mayor descarga fue la estocada que le propinó haciéndole guardia. No varió demasiado el panorama en el cuarto de la tarde, al que recibió con mantazos desaliñados, para después dejarle sin más. Mal puesto al caballo en la primera vara, en medio de las dos rayas, puyazo trasero, haciéndole la carioca, derribando a caballo y caballero, dando lugar a ese horroroso espectáculo del niño monosabio coleando al toro, cosa que desde hace mucho, hacen sistemáticamente y esta vez no podrá nadie decir que no fueron los toreros al quite, pues allí estaba Gómez del Pilar echándole el capote al hocico, pero lo de este mono es un vicio que no se le quita, quizá con una multa, o con varias, e incluso no permitiéndole salir al ruedo por una temporadita. Se le volvió a colocar al toro, en esta ocasión con una larga de su matador, para que el de aúpa se agarrara bien, midiendo el castigo a un toro que metía la cabeza abajo. Pronto en banderillas por ambos pitones, lo que quizá hizo que Rafaelillo decidiera comenzar citando de lejos, lo que noquiere decir que prolongara el viaje del toro. No había hecho más que empezar y ya estaba aperreado, acortando los muletazos, quitándole el engaño de la cara de repente, de nuevo de una forma frenética, sin correr la mano, dejando la tela en la cara, parándose a cada muletazo y desplegando banderazos, enganchones y desarmes. Un auténtico desastre, convirtiendo al toro en un imposible, algo que no es la primera vez que le vemos hacer al murciano y que quizá por esa reiteración, hasta puede que se le estén viendo ya demasiado las costuras.

Había quién esperaba a Alberto Lamelas, que en esta feria copia y pega de las de otros años con otra empresa, era una de las escasísimas novedades del serial. Le salió uno muy justito de presencia, con trazas de anovillado, al que recibió de una larga de rodillas. Muy corretón, buscaba los terrenos por los que saltó a la arena. Ya en los capotes amagaba con irse al suelo, pero iba aguantando, incluso tras esa cuchillada traicionera que recibió en la paletilla en la primera vara, de la que salió tambaleándose. En la segunda le taparon la salida y se dejó castigar de nuevo. A la salida ya sí que perdió las manos. El toro iba de lejos, pero no tenía la virtud de humillar. Muletazos acompañando, sin templar y el toro vuelta a caerse. Sin bajarle la mano, el animalito no aguantaba en pie y nuevas caídas, para acabar parándose. Muy pesado Lamelas, casi se ve cogido por culpa del viento, que le descubrió en un mal momento. El quinto que ya salió dejándose atrás una pata, acudió al caballo sin que nadie le hubiera fijado aún, amagó al pica y se fue suelto. Acudió con alegría al caballo para recibir un puyazo trasero, se salió y volvió de nuevo él solito, operación que repitió en el segundo encuentro, para concluir que cumplió en el peto. Ya en el último tercio, Lamelas le tomó por el pitón derecho, con mucho pico y colocándose muy fuera, para proseguir con la muleta más plana, llevándolo templado, pero con la pierna de salida retrasada. Empezó demasiado pronto a ahogar la embestida acortando distancias, cambiando al pitón izquierdo, por el que ya entraba con la cara alta y convencimiento ninguno, como si estuviera dando vueltas en una noria.

Recibió Gómez del Pilar a portagayola al tercero de la tarde, con otra larga de rodillas ya en otras latitudes y verónicas quedándose quieto por el pitón izquierdo, para incomprensiblemente perder el capote antes de rematar la serie. Bien colocado el toro en la primera vara, dónde le picaron trasero, tapándole la salida, con escaso castigo, mientras el animal quería plantar pelea. Le dejó muy lejos para el segundo puyazo, pero hubo que acercarlo más y aún así, el mismo toro se aproximó más, al pasito, para entrar en el peto andando. Ni se le picó, ni se empleó. Ya daba muestras de flojear en los primeros muletazos por ambos pitones. Demasiado pico y alargando el brazo, pasándoselo bastante lejos, pero con cierto templo. Trapazos con la zocata, para que el toro se acabara marchando al amparo de las tablas, una de arrimón y una oreja sin petición. Seguramente que tendría la esperanza de salir a hombros, pero el toro no estaba por ayudar. De nuevo a portagayola, pero en este caso el de Dolores Aguirre le esquivó, se desentendió del capote que le ofrecían y la larga de rodillas hubo de darse en otros terrenos. Muy suelto, se fue al caballo, del que salió espantado dando respingos al notar el palo. De nuevo le hacía pupa el palo y se retorcía tirando derrotes y pegando repingos para que le apartaran eso de encima. Aún no había podido ser picado, pero volvió en una tercera ocasión sorprendiendo al picador, que le agarró en mitad del lomo para lanzarle una sucesión de cuchilladas de mala forma. Y el troro seguía sin estar picado. Con la cara a media altura, esperaba a los banderilleros, doliéndose mucho, pero mucho, de los palos. La cosa no estaba clara y Gómez del Pilar se lo tuvo que pensar por dónde abordar aquel manso. Primeros muletazos con el pico y sin pararse quieto, para después ver como el toro iba tomando la muleta, incluso abandonando ese molesto defecto del calamocheo. Pero el matador no pudo más que querer dar pases y más pases, poniéndose pesado y aburriendo, para acabar embarullado y dejándose enganchar la muleta. Tres pinchazos y a por el descabello, desoyendo aquello de que se mata con la espada y ya con una estocada al menos, entonces sí, entonces a por el verduguillo. Y la de Dolores Aguirre no daba para más, que no fue mucho, llegando a entenderse esa larga ausencia de Madrid y se pudo comprobar que la espera tenía sus razones.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La corrida de Dolores estuvo entretenida pero, como bien dices, no es lo que uno espera de esta ganadería. Hubo variedad de comportamientos, algún toro debió haber entrado una tercera vez al caballo midiéndole previamente el castigo porque a algunos les dieron leña en el monopuyazo primero. Y algunos llevaban orejas para cortar aunque la que dieron precisamente no fue muy merecida. Yo creo que los toros no se comían a nadie y con una buena lidia “hubiera ido a más” como dice el panfleto.

En cuanto a la terna, decir que Rafaelillo estuvo tan peleón como siempre. En mi opinión lidia mal, siempre recortando a los toros y al final, como es lógico, terminan protestando y cabeceando. En fin, una pelea similar a la que decíamos ayer de Robleño. La técnica del arrimón cada vez me aburre más. Lamelas tampoco anduvo fino, algún muletazo suelto en el quinto y poco más. Juan Navazo estuvo solvente con las banderillas.

Gómez del Pilar tuvo una buena oportunidad de hacer el toreo con mayúsculas en el tercero pero no terminó de dar el paso que hubiera hecho legítima esa oreja de poco peso que recibió. Anduvo muy despegado y solamente el temple y la ligazón hizo que el público menos exigente sacara el pañuelo blanco. Me gustó el detalle del brindis al Chano.

Un abrazo
J.Carlos

Anónimo dijo...

Mansa y sosa con una dupla que carece de experiencia lidiadora.Rafaelillo hace tiempo que vende el cuento del toro ilidiable y no es de recibo.Lo de la pica es por la costumbre de"cuidarlos" y de ahí lo visto en varas.Saludos y gracias.
M.D.S.