Cuentan que hubo unos señores que reclamaban que uno de los de Gracigrande se volvieran al campo. Pero no, los inválidos no vuelven, si acaso, a los corrales |
Pocas veces se apelará más a la democracia que cuándo un
presidente no concede una oreja en una plaza de toros. Y vean que digo que no
concede, no hablo de que niegue, porque quizá, en contra de lo que muchos se
creen, en casos como el del señor Magán, no la negó, simplemente no la
concedió. Se les llena la boca a muchos con eso de la democracia, con lo de que
la primera oreja la pide el público y que quién esté de presidente no puede más
que sacar el pañuelo, pero esto nunca ha sido así hasta que los señores del
canal de los toros empezaron a difundir esta idea, no sé si cargados de
ignorancia o cargados de intenciones aviesas que favorezcan el triunfalismo sin
reservas. Decir que de cada toro se pueden conceder dos orejas, puede que sea
la mayor perogrullada del mundo, pero aunque lo parezca, es necesario
aclararlo. La primera, como bien dicen estos amantes del poder del pueblo, se
concede por petición mayoritaria del público, que expresará su deseo ondeando
pañuelos blancos, una vez que el toro haya doblado y no berreando como posesos,
ni sacando dos pañuelos por barba. Pero, siempre hay un pero, en el momento en
que el espada pincha o deja una estocada defectuosa, por ejemplo un bajonazo,
esa primera oreja se pierde, se va al limbo de las orejas perdidas y entonces
será el usía quién decida si concede otra, siguiendo los criterios para dar una
segunda oreja; las condiciones del toro, la lidia completa, la faena de muleta
y la estocada. Es como si fuera necesario haber hecho méritos para dos, pero el
matador solo podrá pasear una. ¿Ven que sencillo? Ahora a ver quién le pone el
cascabel al gato y se lo explica a ese público furibundo que quiere ver ríos de
orejas. Que me dirán que tal y cuál, pero así ha sido de toda la vida de Dios
en la plaza de Madrid. Que otra cosa será si se le concede el poder al público,
así, sin reservas, a lo que él diga y dependiendo del día. Que a nada que nos
descuidemos, como lo del ruedo no valga, o valga muy poco, me veo campañas
electorales con un “Vota por la oreja a Chiquito del Matadero”, “Vota por el
futuro de la fiesta, pide orejas para Maragatito de Alcabaracena”. ¿Se
imaginan?
Y dejando aparte este ingrato mundo del despojo, ¿creen que
cualquier matador de toros con vergüenza torera pasearía con orgullo cualquier
trofeo conseguido ante un encierro tan vergonzante como el de Garcigrande/
Domingo Hernández/ Buenavista? Que ya dice mucho que la ganadería titular, que
lidia miles de toros por temporada, no consiga seis para que puedan salir al
ruedo de Madrid con un mínimo de dignidad. Que han sido cuadro de garcigrande,
pero desde luego que no han superado ese mínimo de dignidad, esa mínima
presencia para una plaza de toros, de Madrid en este caso, y se supone que para
unos señores que se llaman matadores de toros. ¿O quizá solo son profesionales?
Pero tampoco sé de que nos extrañamos hoy en día, si esto es el pan nuestro de
cada día. Corrida muy en el tipo de la ganadería, eso sí, anovillados,
gordinflones más de uno, que pasan de puntillas por el primer tercio, contando
con la complicidad de los actuantes, que no cuidan mínimamente el ponerlos en
suerte, el medir el castigo , ni mucho menos fijarlos en los capotes para
evitar que anden sueltos por el ruedo. Que lo único que cuenta es que el
animalejo vaya y venga a la muleta, sin ser sometido en ningún momento, no vaya
a ser que la pelota se despanzurre contra la arena y entonces luego se vaya al
garete el pedir la oreja y poner de vuelta y media al señor del palco, porque
ha “robado” una oreja, una puerta grande o un rato de celebración popular.
Sebastián Castella mimó a su primero, un cebón, para que no
se le cayera y que no se lo echaran para atrás. Capotes arriba y vergüenzas
abajo. Y así pasó, que apenas le dio tiempo a los telonazos de inicio y a trapazos
encimistas con el pico, porque el de Buenavista se paró, no era capaz de
embestir y respirar al mismo tiempo y tenía que recuperar el resuello. Su
segundo novillo le complicó de salida, dejándole que se fuera suelto hacia las
proximidades de toriles. El novillote hasta se atrevió a desmontar al piquero,
que no atinó con el palo y acabó echando por tierra a montado y montura. Eso
sí, el bicho se fue sin picar. Paradojas de la tauromaquia moderna. Ya en la
muleta, entraba con la cara a media altura y en los muletazos por abajo se le
revolvía, mientras el francés cortaba los pases. Entraba punteando el engaño,
lo que incomodaba a Castella, que tenía que recuperar el sitio constantemente.
Sin probarlo por el izquierdo, tomó el acero para dejar más de media muy baja.
Álvaro Lorenzo es uno de esos matadores de la nueva hornada
que encuentra en novilladas como esta de Garcigrande, el molde perfecto para
“expresar” su toreo: pases muchos, toreo ninguno. Poco eficaz con el capote, le
cuesta un mundo, o muchos capotazos, llevar al animal a las inmediaciones del
caballo, para acabar dejándolo al relance, en el mejor de los casos. Ya con la
muleta, citando con el pico sin miramientos, sin rematar, medios pases y
sufriendo algún que otro desarme, lo mismo por uno que por otro pitón,
acortando demasiado las distancias, moviéndose entre la vulgaridad de los
trapazos enganchados y la pérdida de la muleta. En el quinto más de lo mismo,
con el añadido de que el de Garcigrande perdía las manos con cierta facilidad.
Un calco de la faena al segundo y se podría decir que un calco a todas. Entera
trasera que hizo que el toro tardara en doblar, lo que el respetable tomó como
signo de bravura, arrancándose a aplaudir cuando este buscaba el refugio de las
tablas para doblar. Que si algunos se hubieran sentido con el poder en sus
manos, igual hubieran pedido la vuelta al ruedo, quién sabe.
Ginés Marín se encontró con un novillejo que ya flojeaba de
salida, al que se le dejó a su aire, hasta el punto de acudir al caballo al
hilo de las tablas, cuando venía correteando de no se sabe dónde. Quite a la
verónica con suma lentitud, más por la falta de brío, que porque los lances
tuvieran mando y fueran templados. Inicio de faena sacándose el toro a tirones,
pareciendo que lo conducía más y mejor en los remates con la izquierda. Tanda
corta por el derecho, abusando del pico, igual que en las siguientes tandas.
Muletazos sin rematar e incluso quitando la tela dando un tirón, para
cambiársela de mano. Empalmados con la derecha, que, como es habitual,
encendieron a la concurrencia. Continuó en la misma tónica, para acabar con una
entera bastante trasera. Una oreja. Al que cerraba plaza lo recibió a pies
juntos, sin llevar lo más mínimo al de Garcigrande, un novillote más. Comenzó
con la muleta en la izquierda, citando de lejos, enjaretándole unos soberanos
trapazos echándoselo para afuera. Enganchones, más pico y sin mandar lo más
mínimo. Con una y otra mano, más de lo mismo, cortando los pases, hasta
culminar con unas bernadinas atropellas y si quedarse quieto. Pinchazo y entera
caída y una vez hubo caído el toro, mientras los entusiastas pedían un despojo
que sacara al extremeño de Jerez a cuestas, los mulilleros exhibían una
lentitud insultante y una torpeza provocadora, fallando una y otra vez al
enganchar al toro al tiro de mulillas. Afortunadamente para el prestigio de
esta plaza de Madrid, el señor Magán aguantó el tirón y no sacó el pañuelo
blanco, a pesar del enfado de estos públicos verbeneros. Inmediatamente les brotó
ese fervor democrático de sus tardes de toros y se indignaron porque un señor
no concedió una oreja. Y es que, como le demos todo el poder al público…
10 comentarios:
Realmente, lo que mas me gustó del espectáculo, fue sin duda el toreo de capote de Ginés Marín y sobre todo, la actuación de los subalternos. Viotti, Chacón, Punta y González, estuvieron enormes, sin desmerecer al resto de las cuadrillas. De lo demás... deficiente presentación del ganado y bastante vulgaridad en los matadores. Eso sí, las explicaciones de los comentaristas, grandiosas. Ayudan muchísimo a que los espectadores se terminen aburriendo al oírles. Rigores.
Enrique, estos amigos de los despojos no se han percatado de que han abaratado tanto la concesión de los trofeos que han perdido gran parte de su valor. Si sólo se cortarán en la feria, pongamos cuatro o cinco orejas, estas tendrían valor y servirían para hacer la temporada en otras plazas. Hoy día una oreja en Madrid significa lo mismo que una puerta grande en una plaza de segunda. Es decir, nada.
Un abrazo.
J. Carlos
Y además bramando por la tele el señor Ginés y dando una vuelta de más, para seguir rajando por sus redes
Pues que le quede claro que el viernes vuelve, y yo no le voy a pasar ni una ni media tal y como si le he dejado pasar en esta tarde... quien culpa a los demás de su mediocridad tiene un problema, pues conmigo va a tener otro
Espero que me calle la boca
Puede explicar mejor la concesión de la primera oreja por parte del presidente . Muchas gracias.
Rigores, yo no sé muy bien cómo va eso de las retransmisiones, pero he oído que se pude dejar solo el sonido ambiente,
Un abrazo
J. Carlos:
No quiero ponerte en un apuro, pero, ¿serías capaz de contarme las orejas dadas? Es más, serías capaz de enumerarme las salidas a cuestas?
Un abrazo
H:
Eso me recuerda a un año en que Juan Mora tenía cuatro tardes y en la primera de ellas dijo por la tele que el público de Madrid era tonto. Imagina el resultado. En la última acabó pidiendo perdón entre sollozos.
Un saludo
Ahora señor Martín es ´´fundamental´´ dar bernardinas para lograr orejas.Los que aman al toro y la fiesta son los auténticos aficionados.Es la diferencia con la pseudoprensa de mediano conocimiento,faltos de veracidad,afición,independencia que,la tienen comprometida con la empresa.Así las cosas el futuro es cada vez más incierto.Saludos.
Docurdó.
Paco Zaera:
la verdad es que ya no me siento capaz, lo siento. Si acaso, igual leyéndolo despacito, lo mismo. ¿no?
Un saludo
Docurdó:
Que alegría verle de nuevo por aquí. Hace unos días se me ocurrió, pensé, qué ocurriría con una faena alternando bernadinas y manoletinas. Una lcura, ¿no? No sé si eso habría yintonic que lo soporte.
Un cordial saludo
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