lunes, 10 de junio de 2019

Qué difícil es seguir adelante


A veces las buenas fachadas ocultan muy malas intenciones

La de Baltasar Ibán, era una de las tardes señaladas en este serial isidril, el ganado llamaba la atención, los espadas no desentonaban y el aficionado en su cabeza ya empezaba a montar su ilusión. Pero nada más lejos de la realidad. Aparte del primer sobrero de Montealto, que tampoco se puede decir que fuera un prodigio de bravura, la de Ibán ha sido una mansada importante y con mucho peligro, que requería que se la pudiera y sobre todo, que se la sometiera. Al menos reconducir aquello y que no se convirtiera la corrida en un sufrimiento innecesario y subrayo esto de sufrimiento innecesario. El sufrimiento de Román, el querer estar ahí delante queriendo sacar al toro lo que no tenía ni por asomo y que lo único que podía ofrecer era eso, la cornada. El gañafón del manso al sentirse herido. Uno de esos con los que no cabe un gramo de generosidad torera, que no se merecía ni intentar medio muletazo y si me apuran, a todo lo más, un bajonazo y para adelante. En el toreo los percances están siempre al acecho, pero que uno de estos te pegue una cornada de caballo no tiene sentido alguno. Y que nadie vea ni un atisbo de censura a Román. Pero, que bien estaría que en situaciones como esta alguien le dijera que a quitárselo de encima y punto y repito, hasta de un bajonazo. Un toro al que no se le pudo apenas picar, con la faltita que le hacía que le metieran bien las cuerdas. Pero en el primer encuentro porque derribó, mientras echaba la cara a las nubes, y en el segundo, cogido en buen sitio, quizá por medir el castigo, el hecho es que no se le picó. En banderillas un caos, no había forma de cuadrar y clavar, sin riesgo de recibir un gañafón traicionero. El presidente quizá podía haber pasado por encima del reglamente y cambiar el tercio, aunque no prendieran los cuatro palos, pero ya eran más que suficientes las pasadas, que no hacían más que empeorar todo. Con la muleta, Román se empeñaba en querer sacarle un derechazo, un natural, pero aquello estaba seco para el toreo y rebosante de malas ideas. Arreones, enganchones, más arreones, más enganchones y el espada rebasando cualquier límite con aquel marrajo. Se le pedía que abreviara e incluso se comentaba eso, que un bajonazo y pa’lane. Nadie creo que habría sido capaz de afeárselo. Porque en el toreo hay que ser exigente, por supuesto, pero también hay que tener sentido común y entender que hay veces que se pone por delante el acabar con un marrajo, antes que intentar ponerse a hacer el toreo de redondos y naturales. Se cuadró el valenciano y cuando toda la plaza empujaba la espada, al sentirse herido de una entera casi en las yemas, arreó la cuchillada que atravesó el muslo al torero. Lo que vino a continuación es solo morbo y a mí no me interesa.

A partir de entonces ya todo se volvió del revés. Se hacía muy complicado con esos toros y en esas circunstancias, exigir lo del pico. Si acaso, el que los picadores les dieran leña sin pudor, aunque hubo quién aún cantó eso del picador que malo eres, que tantas veces se escucha y que tan pocas está bien encajado. Pero ya digo, si de algo pecaron, todos, es de no amainar el vendaval de arreones a base de picar, incluso parear por la espalda, machetear y a quitárselo del medio con una estocada que si se iba un poco, tampoco había que ponerse más papista que el papa. Quizá se sorprendan de todo esto que estoy diciendo, pero así lo siento. No soy partidario del toreo perfilero y ventajista, aunque pleno de estética, de Curro Díaz. Tampoco de esa aceleración, de esa precipitación, ese afán de dar muletazos, de la manera que sea, de pepe Moral, ni por supuesto del las formas de Román, pero las cosas son como fueron siempre, al torero hay que juzgarlo dependiendo de lo que tienen delante y lo de Ibán era para poco y poco o nada podían dar ellos. Así me lo enseñaron y así lo veo. Igual que es complicado el ponerse estupendo con los que acaban de meter al compañero a la cama con un puño metido en el muslo. El que un torero tenga que coger los trastos para aviar al que le toca. La forma en que Curro Díaz se fue flechado a la puerta de la enfermería lo dice todo, dice cómo estaban los ánimos. Y allí se fue a brindárselo a Román. Un bicho que en el caballo echaba la cara al cielo queriendo cazar las nubes, que en la muleta aguantó muy poco y sin tardar ya se quedaba, enganchaba la tela y a pesar de todo se le concedió una oreja al de Linares.

En el sexto, un torazo enorme, grande todo, tuvo que soportar los frenazos ante el capote, que se le quedara. Mal picado, se quería quitar el palo con desesperación y no dudaba en salir a escape del peto. No tenía nada este último de la tarde, que enganchaba la muleta y hacía que fuera a peor, arreciando en los arreones. Un pinchazo poniendo los pitones en la luna y un bajonazo, que no merecía más. Antes del shock, Curro Díaz tuvo que vérselas con el sobrero de Montealto, que ya de primeras perdía las manos. Poco castigo en el caballo, dónde no disimulaba el querer morder el cielo. El espada se mostró inseguro con la muleta, dando la sensación de que no quería demasiadas cosas con él. Sin parar quieto, permitiendo que se la tropezara demasiado, alargando aquello innecesariamente.

Pepe Moral tuvo que vérselas con un mulo que se frenaba, no humillaba, que se cruzaba por el pitón derecho y aunque mostró fijeza en el caballo, no presentaba pelea, simplemente se dejaba, haciendo sonar el estribo en el segundo encuentro. Intentó alargarle el viaje en los primeros muletazos por abajo, para continuar ya en pie, abusando demasiado del pico. Muletazos lentos, al paso del animal, que ya no podía con su alma de manso, para no sin tardar, acabar acortando demasiado las distancias, siempre fuera, sin rematar los pases y recolocándose continuamente. Prosiguió de uno en uno, con el toro muy parado, quién tras un primer pinchazo corrió a refugiarse en las tablas, para recibir otro pinchazo hondo. Le salió el quinto, un torazo tremendo, que ya tiraba arreones, indicando que la cosa no tenía trazas de mejorar. Al toro se le dio en varas y aún así, igual le habría venido más una nueva entrada al caballo. Esperaba a los banderilleros y se dolía al notar los palos. A estas horas el ambiente no era ya el más propicio, del Moral acababa de dejar al compañero en la enfermería y el Ibán le saludaba tirando arreones y tropezándole la tela. Estaba para pocas cosas, si acaso darle por abajo hasta que rindiera ese mal genio y punto. Vanos eran los intentos de pasarle con la derecha, arreones y derrotando en cada viaje. Se quedaba a mitad del muletazo y allí andaba el matador estando dónde ya no tenía que estar, pero es probable que su apoderado, siempre tan sensato y moderado él, le estuviera berreando desde el callejón, no sé para qué. Allí solo había un camino y no era el de ponerse a pegar derechazos y naturales. Y dicen que los que más saben de esto, los que mejor lo entienden son los profesionales, pero hay algunos que parecen no haberse enterado y pretenden cosas alejadas de toda lógica. Se podrían decir más cosas de la actuación de los matadores ante esta mansada, pero hay momentos en los que uno no tiene el cuerpo para ello, y eso que solo es sentarme a escribir; no quiero ni imaginar lo que tiene que ser vérselas con una corrida tan mansa, mala, con peores intenciones y con tan poquito que sacar de ese pozo. Igual ya era suficiente que se la quitaran del medio y a otra cosa, porque cuando las cosas se tuercen de esa manera, qué difícil es seguir adelante

Enlace programa Tendido de Sol del 9 de junio de 2019:

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha entretenido mucho la corrida de Baltasar Ibán, he visto a unos toros con muchas complicaciones, con mucho que torear y a dos matadores que se han jugado el tipo a carta cabal. Los toros, con la cara por las nubes, tan sólo cabe destacar la lidia de Vicente Varela al segundo de la tarde. Vimos muchos enganchones en los capotes, muchas pasadas en falso en banderillas y todas las varas traseras. Eso no contribuyó a mejorar la condición de los ibanes. Los toros no llevaban dentro la fiereza de aquel Bastonito, más bien salían de najas cuando eran podidos pero sin duda ofrecieron muchas complicaciones.

Pepe Moral pechó con el lote más potable e hizo el mismo destoreo al que nos tiene acostumbrados. Maneja unas telas del tamaño de la sagrada sábana santa, las cuales le sirven para aliviarse. Toreo muy despegado, de poco compromiso, abuso exagerado del pico y horrible en la suerte suprema.

Román es un matador que se justifica cada tarde que sale a la plaza. Lo hizo en la corrida de Adolfo y lo ha vuelto a hacer hoy. La lidia fue la peor de la tarde, el toro llegó en una condición muy difícil al último tercio pero allí estaba Román para jugársela a carta cabal, sin aliviarse ante un toro con el que estaban justificadas todas las ventajas habidas y por haber. Pudo sobradamente al toro y éste se fue a refugiar en tablas. Tampoco se alivió a la hora de matar, no es que no se perfilara desde fuera sino que lo hizo más cerca del pitón contrario. Que se recupere lo antes posible. Choca la frialdad con la que la plaza tardó en sacar la pañolada, esta no es la plaza que valora la labor del torero conforme a lo que tiene delante. Todo lo que no sean series de trapazos limpios sin importar el cómo parece que no se tiene en cuenta. Una pena!!!

Curro Díaz me gustó, es cierto que empezó con cierta desconfianza en el primero de la tarde pero su faena fue a más, insistió hasta poder al toro y la colocación fue cada vez mejor, los muletazos fueron mayoritariamente limpios y, sin dua, fue él quien hizo al toro. En su segundo estuvo bien colocado en la mayoría de muletazos ante un toro complicado, destacando un pase por la espalda lleno de naturalidad, en contraste con los pases que trae Roca Rey desde el hall del hotel. La pata pa´lante en todo momento. Oreja que no pedí pero que no me molesta en absoluto. En el sexto también estuvo en torero, intentando confeccionar un cesto con los pocos mimbres que tenía delante.

Un abrazo
J.Carlos

Enrique Martín dijo...

J. Carlos:
He de confesarte que a partir del tercero, a mí se me apagó todo, se acabó la corrida y se me hacía muy difícil la exigencia. Veía a los toreros como personas que acababan de llevar a un compañero para adentro, de la manera que lo llevaron.

Un abrazo