domingo, 2 de junio de 2019

Disposición a la locura


Llegará en que los toros acabarán surcando los aires, no se picarán, pero podrán volar

Los triunfalistas del toreo están de enhorabuena, están felices y celebrando la continua consecución de triunfos, despojos y salidas a cuestas de cualquiera que se ponga un pelín así. Y ahí está el peligro. Antes los más clásicos se escandalizaban con estos triunfos decadentes y vacíos de fundamento taurino, de la verdad del toreo. Ahora casi les da lo mismo. Estos triunfalistas están consiguiendo que todos estos triunfos se devalúen desde el preciso momento en que el señor del palco saca el pañuelo blanco. Son triunfos que entusiasmas a los paisanos, a los fieles al torero, a los que de repente se ponen tiernos y se emocionan, pero a los que la afición no hace ya caso. Que Al final, quién va a hacer que esos triunfos, los toreros que los logran y el toro pasen a la eternidad, son los aficionados; quizá por algo tan simple, como el que estos saben realmente lo que han visto, lo saben valorar y lo saben contar. Los otros bastante tienen con contar despojos, con ver si han robado un alamar en la salida a hombros, pero poco más. Porque si realmente quisieran profundizar en lo que allí ocurrió, no tardarían en descubrir que detrás de elegantes poses, de una teatralidad demasiado impostada, solo había muletazos a media asta, sin obligar, trazados con el pico de la muleta, sin un final rematado, sin ligar y si con demasiadas carreras y con más enganchones de los permitidos, ninguno. Eso sí, esa elegancia aparente ha encandilado a todo aquel que quería dejarse encandilar.

Lo de tratar a lo de Zalduendo como corrida de toros ya es un signo de inequívoca buena voluntad, con esos novillotes regordíos, aunque el último, ni eso, que solo le faltaba balar. Imaginarán que lo de la suerte de varas no ha pasado de la caricatura más esperpéntica, con los picadores haciendo que picaban, pero con cuidadito de no picar, no fuera a ser que tuviéramos un disgusto grande. Y luego en el último tercio, a ver quién era el guapo que se ponía a someter, que al segundo muletazo acabábamos en traumatología del Ramón y Cajal.

Debutaba Antonio Ferrera en esta feria y ha sido recibido con las muestras de cariño y apoyo que merece y que nunca serán suficientes. Las mismas que quiero mandarle desde aquí, junto con toda mi comprensión, sin necesidad de tener que saber más, ni que nos explique nada, el apoyo en estos casos sí que es incondicional, sin reservas. Su primero le salió corretón, no se empleó en el caballo y fue en la primera vara cuándo Ferrera quitó al toro de verdad, no eso de sacarlo, llevárselo lejos y lancearle. Le quitó del peto con el capote a la espalda con garbo y variedad y casi dejándolo a punto para el siguiente encuentro. Cuándo tomó la muleta se fue a los medios, con la pañosa echada al hombro y esperando fijar a su oponente. Primeros muletazos muy perfilero, despacio, para inmediatamente tirar la de mentira a la arena. A partir de ahí, con una y otra mano, dándole sitio al toro, figura erguida, tirando con el pico de la muleta, medios pases, sin rematar nunca detrás de la cadera. Prosiguió dándole distancia, desde muy lejos, citando y el animal acudiendo a la llamada. En la medida que crecía el entusiasmo entre el público, crecía la teatralidad de Ferrera, exagerando aún más el pico, siempre a media altura. El animal mostraba ya cierta querencia a tablas y dejó entrever cierta complicación para cuadrarse en corto y volcarse sobre el morrillo. Sin dudar demasiado, el extremeño montó espada y muleta a una distancia que podría ser de diez metros, tampoco hacía falta un metro, era muy de lejos, con la puerta de toriles a su espalda y bien visible para el Zalduendo. Se arrancó primero al pasito, despacito, para acabar cobrando una entera caída. El premio fue de una oreja y el paisanaje entonó ese cántico que por otras zonas de la plaza es causa de que te manden a los guindillas, el “fuera del palco”.

El segundo salió muy suelto, sin que nadie le fijara, tomaba los engaños como un burro y en el caballo hasta mostró cierta fijeza en el primer encuentro y ganas de empujar. Para que luego digan que los Zalduendo no son un dechado de fiereza. Un león parecía, aunque no lo era. Comenzó la faena con poco eco en los tendidos, muletazos a media altura, para evitar que perdiera la manos, con el pico, siempre y salpicado de algún enganchón. Excesivo abuso del pico por momentos, echando al animal para afuera. Todo transcurría sin sobresaltos, hasta que Ferrera tiro de recursos escénicos y volvió a deshacerse la de mentira, para entendernos, lo que ahora llaman eufemísticamente, ayuda. Muletazos que más parecían abanicazos en la cara, que casi no llegaban ni a un cuarto de pase, cada vez más evidente la trampa y el personal más entregado. Había encontrado la veta y la exprimió alargando demasiado el trasteo con más pico, enganchones y cazando muletazos entre carreras, para concluir hasta pinturero, escuchando un aviso antes de montar la espada. Y claro, eso ofendió a los más fieles, que afearon el gesto al presidente, quién quizá debería haber metido el reloj en ácido sulfúrico y así olvidarse del tiempo. Un solemne bajonazo recibiendo y ¡halaaa! Dos orejas. El hombre se fue tan feliz y dando la última vuelta al ruedo, hasta parecía excusarse con los que le decían que no. Bueno, a pesar de todo y dejando esto de los toros aparte, reitero mi apoyo, que no le valdrá de mucho, pero ahí lo dejo.

Curro Díaz se encontró con su primero que casi nada más terminar los lances de recibo se paró. Demasiados capotes durante el primer tercio, en el que al animal no se le castigó apenas nada. Empezó el linarense con muletazos con la muleta casi bien presentada, anodino, acompañando las embestidas de el soso Zalduendo, para continuar después ya metiendo más el pico y doblando la figura, con muletazos de uno en uno y dejándosela enganchar mucho. A su segundo le quiso recibir con galanura, a pies juntos, pero no consiguió fijarlo en el capote. Sin picar, salía derrotando del peto en huída declarada. Ya con la muleta, Curro Díaz se mostró demasiado perfilero, exagerándolo, retrasando mucho la pierna de salida. Le dio distancia en el platillo de la plaza, pero la tónica no variaba, con el añadido de que el toro buscaba la querencia de tablas en el momento que le daban el segundo muletazo y yéndose como un mulo. Se recorrió el ruedo detrás del animal, intentando cazar muletazos, siempre muy de perfil, para acabar de bajonazo.

Luis David concluía su feria de este curso y poco más ha añadido a lo que dejó en presencias anteriores, que definitivamente se ha alineado del lado de la modernidad y que sigue profundizando en ese toreo anodino y sin sustancia por el que optó hace tiempo. Quiere a veces mostrar su variedad con el capote, pero no pasa de enredarse en quites de extravagante modernidad. Aburrido en su primero, trazando líneas restas y acumulando muletazos sin limpieza y con el pico de la tela como principal señuelo, como único señuelo.  Cortando los pases quitando la muleta, sin otro recurso que el de las manoletinas para animar el cotarro. A su segundo le recibió en la faena de muleta con telonazos por alto, mucho pico, hasta que el Zalduendo se le coló, le apretó y le puso en apuros y en lugar de salir despedido, se agarró a los pitones y ahí fue cuándo en un derrote le acabó enganchando, dándole una tremenda paliza, que le obligo a pasar a la enfermería. Estaba ya dispuesto Ferrera a terminar con este sexto, cuándo reapareció el mexicano de nuevo en el ruedo. Reinició el trasteo con muletazos alborotados, arrebatados, enganchados, muy vulgar, para acabar con bernadinas, que no todo van a ser manoletinas. Y los continuos fallos a espadas fueron los que evitaron que el personal sacara a pasear de nuevo los pañuelos, porque estaba claro que el personal mantenía una absoluta e inevitable disposición a la locura.

4 comentarios:

Miguel dijo...

Don Enrique ¿que opinión le merece ese comportamiento de Ferrera de seguir dando muletazos una vez estoqueado el toro, qué, sintiéndose herido de muerte, se quería ir a tablas?

pedrito dijo...

Un placer siempre leer entradas de aficionados de verdad relatando un numero de trampas de fiesta circo, la misma como la describe en mi blog mi amigo de PARIS DG. Enhorabuena por tu talento y tu afición, Enrique
Un abrazo

Enrique Martín dijo...

Miguel:
Ya se lo vi hacer en su día a Julio Robles y no puedo decir que me resulte agradable.
Un saludo

Enrique Martín dijo...

Pedrito:
Muchas gracias por tu apoyo. Solo pongo lo que veo, que no quiere decir que esté en lo cierto, simplemente es mi verdad.
Un abrazo