Un día el arte nos va a pillar desprevenidos y como no estemos preparados, nos va a dar un buen disgusto. Y luego a ver cómo nos recuperamos del trauma. |
Tarde supuestamente propicia para el arte, para el toreo
puro, con Diego Urdiales, Juan Ortega y Pablo Aguado; toros que en mayo dejaron
un buen sabor de boca en los aficionados, El Pilar. Pues a partir de aquí piensen
en un barullo que depende cómo se mire, igual cuesta entender. En primer lugar,
el ganado, procedencia de El Raboso, Aldeanueva, que a algunos le puede sonar
mal, pero es que son como son, lo que tampoco justifica que la presentación no
pasara de admisible. Pero ese admisible para algunos era insoportable, para
rasgarse las vestiduras. Que igual los pintamos de gris y todos tan contentos,
que no hace tanto pasaron por este mismo ruedo unas cabras con cuernos,
animales famélicos a los que tapaban los pitones, pero tenían la ventaja de ser
grises, que hasta tal calificación me resulta más que horrenda. Que en esto de
los toros nos ponemos muy exquisitos con el color de los trajes, purísima,
catafalco, agua de mar al atardecer, pero que al final vamos a acabar con que
un torero viste de rojo, que el toro es gris y que aquel es amarillento
desvaído. Pero volviendo a los del Pilar, anda que no han tenido motivos para
protestarlos más allá de la presentación, que era muy normalita. Se les podía
protestar por la escasez de fuerzas, por problemas de movilidad, por no haberse
podido picar más allá del picotazo cariñoso, siempre tapándoles la salida, ¡Faltaría
más!. Toros que salieron muy sueltos, a lo que también contribuyó la poca
pericia capotera de cuadrillas y matadores. ¡Huy los matadores!
Diego Urdiales, espada al que Madrid siempre mira con buenos
ojos, ha pasado más que desapercibido y si alguien ha reparado en su labor ha
sido por extenderse en demasía pretendiendo dar muletazos a media altura a un
lote mortecino, sin fuerzas, tirando con la muleta atravesada para que pasaran
a una distancia prudencial. Eso sí, si en el cite y en el muletazo se mostraba
erguido, sin retorcimientos, aunque no toreara a sus dos toros, siempre había
quien le jaleara. Y es que ahora, todo lo que no sea retorcerse, se agradece
mucho por parte de los amantes del arte. Pero eso desgana del riojano ya se
apreciaba en el inicio de su primer trasteo, con muletazos de tanteo desganados
y como si la cosa no fuera ni con él, ni con el del Pilar. En su segundo, uno
que manseó en el caballo tirando derrotes queriéndose quitar el palo, le
muleteó con muchas precauciones, despatarrado y escondiendo la pierna de
salida. El animal era un pedazo carne con cuernos, pero el matador se empeñaba
en estar ahí, más para que el tiempo pasara y justificarse, que buscando algo,
un mínimo sentido lidiador.
Juan Ortega despertó al personal con unas buenas verónicas
de recibo, especialmente por el pitón izquierdo. Lo que se agradece el buen
toreo de capote y lo que se añora. Parecía decidido, un galleo airoso para
llevar el toro al caballo, pero sin cuidar la colocación. Recortaba
peligrosamente por el lado derecho en banderillas, circunstancia que pareció no
tener en cuenta Ortega. Buen inicio por abajo por ambos pitones con la mano
diestra, costándole más pasar por el lado derecho. Y el espada quiso empezar
por derechazos, insistiendo en demasía, cuando lo que parecía era que el lado
bueno era el otro. Entraba a pasito lento, sin brío ninguno. Ya cuando probó
por el otro lado, ya no había allí energías para nada, enganchones y un
desarme. La fuente que echaba apenas un hilo, se había secado definitivamente.
El quinto ya salió mostrando su flojera. Mal puesto en suerte, sin picar,
parecía que al sevillano se le había ido la fuerza con el primero, como si
fuera una gaseosa de marca blanca. Eso sí, comenzó el trasteo de muleta con
gusto y con mucha vista, como si trazara una línea continua, en un momento en
que parecía que se le iba a quedar, se sacó un molinete de la chistera y no
cortando de golpe el relato recién iniciado. Prosiguió con lentitud con la
diestra, con la punta de la tela, más a la velocidad del burel que a la que él
marcara, consiguiendo uno especialmente hondo y toreado. Una tanda enganchada y
solapando el buen gusto con citar desde
fuera y aprovechando más bien el viaje, que llevando al toro y hasta
alargándose un poco demasiado.
Pablo Aguado es uno de esos toreros que gustan a muchos y
que no agradan a otros, vamos, lo que les pasa a todos o casi todos. Quizá la
diferencia es que los pro lo tienen en los altares del arte torero y los que
no, pues lo tienen más bien en un espectro de toreo sin verdad y con demasiados
recursos poco admisibles y alejados de la verdad del toreo. Vamos, que por muy
tieso que se ponga, abusa del pico que es un primor y se pasa al toro más allá
de lo admisible. Abrió su tarde con verónicas llenas de pinturería, pero sin
embeber al toro en el capote; eso sí, estas le llegaron al público y las
celebró con entusiasmo. Nadie le puede negar esa gracia, esa naturalidad, pero
lo de torear de verdad no lo practica, lo mismo con la diestra, que con la
zurda. Pases y pases y recuperando constantemente la posición a base de
carreras. Al sexto, lo que fueron capotazos con garbo se convirtieron en
mantazos airosos. En la faena de muleta, más de lo mismo, aprovechando el viaje,
siempre que el animal no perdiera las manos, lo que sucedía muy a menudo. Más
pico, el toro por fuera y al final hasta poniéndose pesadito. Acabó así una
tarde en la que unos gritaban desaforadamente a algo más decoroso que lo que no
amagaron con protestaron hace solo unas fechas. Se jaleó el destoreo, bonito,
pero destoreo y en una tarde con un cartel más que atractivo, pues de nuevo
lució cemento en los tendidos. A veces cuesta descubrir los mecanismos que mueven
esta plaza, aunque a nada que te paras a pensar, es fácil imaginarse lo que
ocurre, pero Madrid, cuando tomas este cariz entre dominguero y aleccionado, mejor
hacerse a un lado y el que te entienda, que te compre.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
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