Un toro metiendo los riñones, mostrando su bravura en el caballo, para acabar en manos de un vulgar trapacero sin el menor sentido de lo que es el toreo. |
Hoy en día, cualquiera que calza medias con espiguilla se
siente artista y, según dicen, con algo que expresar, algo que sacar desde muy
dentro, tienen que volcar fuera lo que llevan dentro. Pero claro, hay que tener
mucho cuidado con lo que cada uno lleva en su interior y sobre todo con cómo y
dónde se echa fuera. Piensen lo que quieran, pero yo les recomendaría que no se
crearan mucho en esta imagen, porque la cosa puede resultar muy, muy
desagradable, tanto, que lo mismo vuelven a revivir a Perera, Leal y Lorenzo
liados a trapazo limpio con unos animales que a nada que les achucharas con el
mimo del toreo, te echaban una orejita al cesto. Que yo tampoco querría
extenderme mucho, porque lo último que yo desearía sería ponerme desagradable y
a ver si a ustedes les provoco un mal grave por recrearme en la narración de lo
sucedido en la última de una gran feria de Otoño ideada y puesta sobre la arena
de Madrid por Plaza 1. Que resumiendo, habría que decir que las puertas grandes
de otros días, las que abrieron los paisanos y autobuseros a cabezazos, para
enaltecimiento de unos coletudos más que limitados, han sido devueltas con
creces por novilleros y matadores de toros. Que las trampas al final se pagan y
ahora, casi a punto de acabar la temporada, algunos las han pagado, no sin
asombro; ellos que se creían ya figuras históricas del toreo, ahora se dan cuenta
de que se han quedado en pañales. Y otro dato a valorar es que con esas subidas
de precios, no solo no ha habido más público, sino que hasta parece que ha
bajado la asistencia. En el mejor de los casos han ido los mismos que lo
habrían hecho en otras ocasiones, pero pagando más. ¿Le ha compensado a Casas y
Garrido? Pues ellos dirán que por supuesto, pero igual en la intimidad…
Pero vayamos a lo que toca, una de Fuente Ymbro que hubo que
remendar con un sexto del Puerto de San Lorenzo. Los cuatro primeros muy
sueltos, contando con la inestimable colaboración de sus matadores, incapaces
de retenerlos en los capotes. Toros muy mal lidiados los seis, pero estos
cuatro primeros además no se picaron, flojos y el cuarto inválido. Toros que
andaban por allí y que en el último tercio iban y venían, pero que solo fueron
malamente trapaceados por los de luces. Pero el quinto fue otro cantar. Le
dieron más capotazos que estrellas hay en el firmamento. Lidia desastrosa, pero
en el caballo le dio por meter los riñones. La cosa era que lo hacía mientras
le tapaban la salida. Que pena no verlo con el ruedo a la espalda y pudiendo
elegir entre el campo abierto o la pelea. Pero en la segunda, con todo el ruedo
a su alcance, optó por la pelea y volvió a meter los riñones como hacía tiempo
que no veíamos a un toro. Pero este de Fuente Ymbro tuvo la mala, malísima
suerte de haber caído en esta corrida de expresionistas y dentro de estos, en
las de Juan Leal, una auténtica negación de lo que es el sentido de la lidia,
el mostrar a un toro y el darle las ventajas que este merece y ofrecerle un
toreo al menos honrado. Recibió el trato que nunca merece un toro bravo, al que
se le pagó con un arrimón chabacano su bravura, ahogando su boyantía con
vulgaridad y falta de recursos. El otro toro a destacar es el sexto, el
remiendo del Puerto; un toro también mal lidiado, pero sin esa espectacularidad
en varas, quizá también por ese caos que se montó en el ruedo, por no cuidar la
colocación en el caballo. En un primer puyazo levantó al caballo de manos y en el
segundo encuentro el pica le dio bien y trasero. Y fue en el tercio de muerte
dónde se esperaba que le dieran un trato digno, pero Lorenzo no supo verlo, ni
entenderlo y tiró por los suelos cada una de las embestidas que el animal le regalaba
a cada cite. Y de muchos es sabido que la mejor forma de que un toro no luzca
es metiéndose entre los pitones, que así no atosiga.
Miguel Ángel Perera es uno de los que más parecen sentir esa
necesidad de expresar, aunque a veces tiene que dar demasiadas explicaciones
para justificar ese toreo vulgar, monótono, ventajista y aburrido al extremo,
si no eres paisano o partidaria del trapazo asfixiante. Aparenta siempre una
desgana insufrible, retorcido, abusando descaradamente del pico, retrasando la
pierna de salida, pegando tirones y latigazos, haciendo juegos de manos que ni
el Jesulín de sus mejores tiempos, con enganchones constantes, sin templar y si
la cosa no despega, pues uno se mete entre los cuernos, que seguro que habrá
unas palmas solitarias que partan del sol y que contagien al resto de la
popular. Todo este repertorio se lo soportó el primero de Fuente Ymbro que iba
y venía con docilidad. Su segundo fue un inválido al que cambió con media vara
y un picotazo. Banderazos al aire y a ver si no se tumbaba demasiado, pero eso
no era fácil. No vino a San Isidro y quizá algunos habrían agradecido que
mantuviera a Madrid exenta de tenerle que soportar su necesidad de expresarse.
Juan Leal es uno de esos toreros que no se sabe quién le
puso el sello de valiente. Sí, valiente, pero citando desde muy fuera, siempre
atravesando las telas, a tironazos, enganchones, carreras, sin el más mínimo
concepto de la lidia. Como si le hubiera contado lo que es el toreo un tailandés
que un día vio el videoclip de Madonna y Emilio Muñoz. Pues imagínense. Sí,
busquen, busquen, que seguro que sale en internet. A este Juan Leal le da lo
mismo el toro bueno, el malo o el regular, porque a ese buen quinto le hizo lo
mismo que al segundo, meterse entre los cuernos y empezar a sacar trapazos de
uno en uno, apoyando la taleguilla en el pitón y un extenso repertorio de
vulgaridad y actos soeces para un toro bravo. Porque soez es tratar a un toro
como este castaño como si fuera un mono de feria, sin darle distancia, ni el
sitio que pedía, sin permitir que se le viera, aunque quizá era tan evidente la
buena condición de este animal, que no había sábana en el mundo para taparlo.
Pero si considera que las Ventas no le ha valorado como cree que merece, no
tiene más que acudir allí donde sí lo hagan.
Álvaro Lorenzo es uno de esos espadas que un día vieron el
fulgor del triunfo, pero que en esta ha dado la medida de lo que es y ha sido
siempre, un vulgar pegapases que lo mismo se los pega a una máquina de
tricotar, pero no a un toro. Magnífico exponente de la “tauromaquia” moderna,
vulgar, tramposo y sin otro concepto que dar trapazos a diestro y siniestro, en
su primero un toro que iba y venía, retorcido, teniendo que recuperar el sitio
constantemente. Pero el que le descubrió del todo fue ese sexto al que no supo
lidiar, por supuesto, que no intentó mostrar y que con la muleta no sabía por
dónde tirar, no veía el camino, que no era otro que torear de verdad. Igual ese
era el problema. Venga a correr, venga pico, banderazos al aire, tirones y ante
tal incapacidad solo le quedaba una opción, la peor, el arrimón, el meterse
entre los pitones, pero la ocasión ya se le había esfumado. Al terminar el
festejo muchos saldrían decepcionados porque ninguno coleccionó ningún despojo,
pero es que la terna era lo que era y da de si, lo que puede, que es poco, apenas
nada. Pero la realidad es la que es, los toreros son lo que son y se expresaron
con todo lo que tenían que expresar.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
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