lunes, 10 de octubre de 2022

Y se expresaron con todo lo que tenían que expresar

Un toro metiendo los riñones, mostrando su bravura en el caballo, para acabar en manos de un vulgar trapacero sin el menor sentido de lo que es el toreo.


Hoy en día, cualquiera que calza medias con espiguilla se siente artista y, según dicen, con algo que expresar, algo que sacar desde muy dentro, tienen que volcar fuera lo que llevan dentro. Pero claro, hay que tener mucho cuidado con lo que cada uno lleva en su interior y sobre todo con cómo y dónde se echa fuera. Piensen lo que quieran, pero yo les recomendaría que no se crearan mucho en esta imagen, porque la cosa puede resultar muy, muy desagradable, tanto, que lo mismo vuelven a revivir a Perera, Leal y Lorenzo liados a trapazo limpio con unos animales que a nada que les achucharas con el mimo del toreo, te echaban una orejita al cesto. Que yo tampoco querría extenderme mucho, porque lo último que yo desearía sería ponerme desagradable y a ver si a ustedes les provoco un mal grave por recrearme en la narración de lo sucedido en la última de una gran feria de Otoño ideada y puesta sobre la arena de Madrid por Plaza 1. Que resumiendo, habría que decir que las puertas grandes de otros días, las que abrieron los paisanos y autobuseros a cabezazos, para enaltecimiento de unos coletudos más que limitados, han sido devueltas con creces por novilleros y matadores de toros. Que las trampas al final se pagan y ahora, casi a punto de acabar la temporada, algunos las han pagado, no sin asombro; ellos que se creían ya figuras históricas del toreo, ahora se dan cuenta de que se han quedado en pañales. Y otro dato a valorar es que con esas subidas de precios, no solo no ha habido más público, sino que hasta parece que ha bajado la asistencia. En el mejor de los casos han ido los mismos que lo habrían hecho en otras ocasiones, pero pagando más. ¿Le ha compensado a Casas y Garrido? Pues ellos dirán que por supuesto, pero igual en la intimidad…

Pero vayamos a lo que toca, una de Fuente Ymbro que hubo que remendar con un sexto del Puerto de San Lorenzo. Los cuatro primeros muy sueltos, contando con la inestimable colaboración de sus matadores, incapaces de retenerlos en los capotes. Toros muy mal lidiados los seis, pero estos cuatro primeros además no se picaron, flojos y el cuarto inválido. Toros que andaban por allí y que en el último tercio iban y venían, pero que solo fueron malamente trapaceados por los de luces. Pero el quinto fue otro cantar. Le dieron más capotazos que estrellas hay en el firmamento. Lidia desastrosa, pero en el caballo le dio por meter los riñones. La cosa era que lo hacía mientras le tapaban la salida. Que pena no verlo con el ruedo a la espalda y pudiendo elegir entre el campo abierto o la pelea. Pero en la segunda, con todo el ruedo a su alcance, optó por la pelea y volvió a meter los riñones como hacía tiempo que no veíamos a un toro. Pero este de Fuente Ymbro tuvo la mala, malísima suerte de haber caído en esta corrida de expresionistas y dentro de estos, en las de Juan Leal, una auténtica negación de lo que es el sentido de la lidia, el mostrar a un toro y el darle las ventajas que este merece y ofrecerle un toreo al menos honrado. Recibió el trato que nunca merece un toro bravo, al que se le pagó con un arrimón chabacano su bravura, ahogando su boyantía con vulgaridad y falta de recursos. El otro toro a destacar es el sexto, el remiendo del Puerto; un toro también mal lidiado, pero sin esa espectacularidad en varas, quizá también por ese caos que se montó en el ruedo, por no cuidar la colocación en el caballo. En un primer puyazo levantó al caballo de manos y en el segundo encuentro el pica le dio bien y trasero. Y fue en el tercio de muerte dónde se esperaba que le dieran un trato digno, pero Lorenzo no supo verlo, ni entenderlo y tiró por los suelos cada una de las embestidas que el animal le regalaba a cada cite. Y de muchos es sabido que la mejor forma de que un toro no luzca es metiéndose entre los pitones, que así no atosiga.

Miguel Ángel Perera es uno de los que más parecen sentir esa necesidad de expresar, aunque a veces tiene que dar demasiadas explicaciones para justificar ese toreo vulgar, monótono, ventajista y aburrido al extremo, si no eres paisano o partidaria del trapazo asfixiante. Aparenta siempre una desgana insufrible, retorcido, abusando descaradamente del pico, retrasando la pierna de salida, pegando tirones y latigazos, haciendo juegos de manos que ni el Jesulín de sus mejores tiempos, con enganchones constantes, sin templar y si la cosa no despega, pues uno se mete entre los cuernos, que seguro que habrá unas palmas solitarias que partan del sol y que contagien al resto de la popular. Todo este repertorio se lo soportó el primero de Fuente Ymbro que iba y venía con docilidad. Su segundo fue un inválido al que cambió con media vara y un picotazo. Banderazos al aire y a ver si no se tumbaba demasiado, pero eso no era fácil. No vino a San Isidro y quizá algunos habrían agradecido que mantuviera a Madrid exenta de tenerle que soportar su necesidad de expresarse.

Juan Leal es uno de esos toreros que no se sabe quién le puso el sello de valiente. Sí, valiente, pero citando desde muy fuera, siempre atravesando las telas, a tironazos, enganchones, carreras, sin el más mínimo concepto de la lidia. Como si le hubiera contado lo que es el toreo un tailandés que un día vio el videoclip de Madonna y Emilio Muñoz. Pues imagínense. Sí, busquen, busquen, que seguro que sale en internet. A este Juan Leal le da lo mismo el toro bueno, el malo o el regular, porque a ese buen quinto le hizo lo mismo que al segundo, meterse entre los cuernos y empezar a sacar trapazos de uno en uno, apoyando la taleguilla en el pitón y un extenso repertorio de vulgaridad y actos soeces para un toro bravo. Porque soez es tratar a un toro como este castaño como si fuera un mono de feria, sin darle distancia, ni el sitio que pedía, sin permitir que se le viera, aunque quizá era tan evidente la buena condición de este animal, que no había sábana en el mundo para taparlo. Pero si considera que las Ventas no le ha valorado como cree que merece, no tiene más que acudir allí donde sí lo hagan.

Álvaro Lorenzo es uno de esos espadas que un día vieron el fulgor del triunfo, pero que en esta ha dado la medida de lo que es y ha sido siempre, un vulgar pegapases que lo mismo se los pega a una máquina de tricotar, pero no a un toro. Magnífico exponente de la “tauromaquia” moderna, vulgar, tramposo y sin otro concepto que dar trapazos a diestro y siniestro, en su primero un toro que iba y venía, retorcido, teniendo que recuperar el sitio constantemente. Pero el que le descubrió del todo fue ese sexto al que no supo lidiar, por supuesto, que no intentó mostrar y que con la muleta no sabía por dónde tirar, no veía el camino, que no era otro que torear de verdad. Igual ese era el problema. Venga a correr, venga pico, banderazos al aire, tirones y ante tal incapacidad solo le quedaba una opción, la peor, el arrimón, el meterse entre los pitones, pero la ocasión ya se le había esfumado. Al terminar el festejo muchos saldrían decepcionados porque ninguno coleccionó ningún despojo, pero es que la terna era lo que era y da de si, lo que puede, que es poco, apenas nada. Pero la realidad es la que es, los toreros son lo que son y se expresaron con todo lo que tenían que expresar.

 

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

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