Me gustan los novilleros con personalidad, los que quieren hacerlo de verdad y con descaro, pero no me gustan los que quieren palmas, orejas y sumar trapazos a costa del bolsillo de papá. |
Cuando a unos les da por repetir una idea y repetirla y repetirla y repetirla, lo mismo hasta acaba volviéndose en contra de los que esgrimen tal idea. Anda que no nos dan la matraca con que hay que tratar bien a los novilleros, hay que mimarlos, para que no pierdan la ilusión, pero, ¿qué pasa si los que pierden esa ilusión son los aficionados, los que pagan? Que para los señores taurinos, aunque ellos se crean que sus clientes son los papás de las criaturas, lo clientes de verdad son los que pasan por taquilla, así que midan eso de las ilusiones, no vaya a ser que un día les llegue el quedarse solos, frente a frente, con un chavalín muy ilusionado, pero sin nadie que se ilusiones por verle en la plaza. Que de momento a los actuantes de la primera de la feria de Otoño, les querían ver los paisanos y algunos abonados que se han decidido a volver a los Toros el primer día de este mes de octubre. Pero se daba un curioso y penoso fenómeno. Los dos novilleros, que era un mano a mano, eran triunfadores de otras tardes en Madrid, salidas por la Puerta Grande, pero que no solo recordaban muy pocos, sino que los había que ni tan siquiera sabían si les habían visto esta temporada en su plaza. Para que los hooligans se den cuenta de lo que valen hoy en día las salidas a cuestas, a cuestas de autobuses de paisanaje, como ya es demasiado habitual. Que ya es triste la cosa. Algo parecido sucede con el ganado de esta tarde, y de demasiadas tardes esta temporada, 6 toros 6, novillos, de la afamada ganadería de Fuente Ymbro, que pasta… debe pastar en el parque de la Fuente del Berro, pegadito a la M-30, por aquello de facilitar el camino de los pupilos del señor Gallardo a las Ventas. Las vacas pastan en el Retiro junto al Palacio de Cristal y los machos en la Fuente del Berro, donde los pavos reales; todo bien cerquita. Que se rumorea que ya han empadronado a la camada de este año en el barrio de la Guindalera. Y si preguntan a los aficionados gatos por cuántas ha lidiado este hierro pegado a la calle de Alcalá, pues no sabrán si van seis, siete u ocho, o si al final serán ocho o si… Vamos, que han dejado huella.
Novillada desigual, a excepción del sexto, más que justos de
presentación. Novillos modernos, que si acaso iban y venían, que no se les ha
visto en el caballo por carencias de los de luces, aunque quizá tampoco tenían
mucho que mostrar los Fuente Ymbro en los petos. No se les ha castigado apenas
y los que más se han empleado ha sido cuando empujaban para afuera, mientras les
tapaban la salida o les hacían la carioca. El sexto después de una vuelta de
campana quedó visiblemente mermado, lo que se acrecentó después de repetir el
campanazo. Una lástima, porque de principio hasta parecía meter bien la cara e
ir lejos, pero… En el último tercio se limitaban a ir y venir detrás de un trapito
que jamás les sometió, ni mandó en sus embestidas; toros modernos para toreros
modernos, para público moderno y para desesperación de los que la modernidad la
entiende en otros campos y de otra forma, no en el toreo, ni en este espectáculo
al que ya casi nada le queda de clasicismo.
La verdad es que no sé si merece la pena entrar demasiado en
detalle, sería cansar sin motivo. De los actuantes, de oro y de plata, poco que
decir. Si empezamos por los peones, lo mejor ha sido el poner el toro en suerte
al caballo, algo para lo que los matadores han estado negados. Pero lo más
celebrado por el personal han sido los pares de banderillas, haciendo incluso
saludar a uno de ellos, que no me pregunten el nombre, pues no creo que haya
que destacar a los que en el mejor de los casos se limitaban a dejar los dos
palos en lo negro, pares traseros y a cabeza pasada, pero si estamos por
aplaudir, lo aplaudimos todo. Aplaudimos hasta a unos muchachos que con el
capote se han limitado a largar tela sin ningún criterio, si acaso algún
intento de quite variado, pero entre enganchones, desentendidos de la lidia,
sin mostrar la más mínima intención de conducir a sus oponentes. Y con la
pañosa, pues ya saben, visto uno, visto todos. Muchos trapazos, abuso de pico,
muy fuera, un cuarto de muletazos, la faena tipo una y otra vez repetida y si
acaso con la variación de citar desde los medios para pasárselo por detrás, por
delante y aturullarse, o pegar unos telonazos para rematar con un jaleado del
desprecio, que los del desprecio se jalean siempre con entusiasmo. Y aparte de
esto, tanto Víctor Hernández, como Álvaro Alarcón, parecían un clon el uno del
otro, el otro del uno, fiel a esa modernidad insoportable hasta la vulgaridad,
tirando ambos de recursos de plaza de talanqueras para arrancar las palmas.
Generalmente eficaces con la espada, pero sin plantearse hacer la suerte ni por
asomo. Eso sí, era doblar el novillo y como mecánicamente, sacaban unos cuantos
los pañuelos, que más bien parecía que seguían un guión y no eso que tanto se
dice ahora, eso de la emoción. Y unos toreros que mantienen una actitud muy
poco torera de aprovechar el tirón y lo mismo darse una vuelta al ruedo por su
cuenta, que pasear un despojo que solo entendían los paisanos.
Cabe reseñar que Álvaro Alarcón resultó cogido al quedarse
al descubierto en un derechazo, por lo que se cambio el orden de lidia para que
el matador fuera atendido en la enfermería y así poder encargarse del quinto y
sexto. Y estos son los que supuestamente van a mantener encendida la llama de
la “tauromaquia”. Pero ya les digo, si esto es el porvenir, mejor que no venga.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
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