Al final, don Victorino va a decidir quién es merecedor de llamarse aficionado o quedarse en reventador indeseable. Cuidadito, que a nada que se descuide, igual acaban sobrándole carneses. |
Ganadero de postín, máximo representante de la Fundación del
Toro y quizá el que más cartas escribe en el mundo a los malvados antitaurinos
que están acabando con los Toros. Pues ya ven, don Victorino no se cansa,
siempre tiene que estar haciendo algo, no puede estar parado; ya puede ser
destrozando el hierro mítico que le legó su padre, ya puede ser montando una
Copa Chenel que bien podría ser según una idea original de los antitaurinos,
bien escribiéndoles a estos unas cartas que a sus destinatarios les quita el
sueño o como en este caso, defendiendo a capa y espada su negocio, el que nadie
les diga nada ni a él, ni a sus cómplices en esto de desbaratar el toreo. Que
la cuestión es que ellos y solo ellos, con este señor en lugar preferente,
puedan decidir cómo son y cómo deben ser las cosas en esto del toro. A mí me
dejan y si alguien se queja, que se quede en su casa. Que ahora nos sale, como
ya han salido muchos, entre ellos el insigne señor Hernández, ganadero como
Victorino, con que fuera reglamentos. ¡Dejanme solo! Como decía el chiste.
Que hay un detalle, un detalle curioso, que se ha
reproducido a lo largo de… de toda la vida de Dios. Resulta que los que tenían
las manos más enfangadas, esos decían que tenían las manos limpias, tan
limpias, que hasta eran capaces de autorregularse, porque aparte ser gente de
orden, ellos sí que sabían de qué iba su negocio. Que esto último no lo he
dudado nunca. Y entonces, como ellos lo sabían todo de lo suyo, pues hala, ha
llegado la hora de la autorregulación, que para que nos entendamos, es aquello
tan clásico y castizo del “déjame, que yo mapaño”. Pues eso, el señor Victorino
Martín García se las quiere apañar él solito. Vamos, lo que habrían dado porque
les dejaran apañárselas solitos al señor Capone, al señor Genovese y hasta a
Toni Soprano, el de la tele. Que en esto, como en muchas otras cuestiones, lo
que quieren es que una oligarquía, lo que siempre han sido unos gerifaltes,
capos, jefecillos, es querer disponer de todo, en beneficio propio. ¡Vaya! Si
don Victorino solo busca el beneficio para la fiesta, ¿no? Pues parece que no.
Ellos, con Victorino a la cabeza, quieren controlar el tipo de toro, los
festejos que se montan, quién actúa y quién se queda fuera, si ahora colamos
este ganado impresentable, si los veterinarios se quedan fuera, si el
presidente debe actuar así o asao como un monigote que ellos manejan y hasta a
los que pagan para ir a la plaza. A estos les marcan hasta los gustos que deben
tener, lo que tienen que decir, lo deben callar y siempre, pero siempre, que
deben pagar. Pero fuera reglamentos, que yo sé más que nadie de esto y a ver si
con tanta reglamentación, esos que solo deben pagar y callar o aplaudir, ahora
se me van a agarrar a eso y van a exigir unos derechos que no merecen, porque
aquí los derechos son para nosotros, los que sabemos y nos debemos autorregular
y no para esos que solo vienen a poner pegas. ¿Se imaginan? Novillos de tres
años para que los artistas se expresen, animalejos que no pasarían ni como
cabra del Pirineo y que nos colarían como toro, artista, pero toro. Un palco
con un amigo de los que, según ellos, saben de esto, repartiendo pañuelos
blancos, azules y naranjas al viento. Y que no falten los aplaudidores
profesionales, los que para toda trampa tienen un por qué, los de los
micrófonos de la tele, y los aplaudidores practicantes, los que jalean hasta a
los mulilleros por andar para atrás. Y con todo esto, ya de paso, los
tikismikis igual se cansan, abandonan y les dejan solos. Pero, ¡ojo! Que cuando
echas abajo un dique en el mar, luego no cabe decirle a las olas que paren, que
ya han inundado bastante, no señor, el mar seguirá avanzando y lo mismo hasta
se lleva por delante el chalé que estos fulanos tenían en primera línea de
playa. Que lo mismo quieren echar a unos cuantos y acaban marchándose más de la
cuenta y se van a encontrar ellos solitos en las plazas con apenas dos
centenares de incautos, pero… Si eso ya está pasando, si hay festejos
televisados en los que apenas llegaban a las doscientas almas. ¡Ah! Pero había
tele y con la mosca que te sueltan estos, podemos seguir autorregulándonos.
La cantidad de cartas que escribe don Victorino Martín García,
Victorino el Epistolario, pero no he visto por el momento ninguna en la que se
defienda al que paga, en la que se defienda de verdad al aficionado, en la que
se abogue por los derechos del espectador, por la integridad del toro, por
sancionar o al menos afear las trampas, el fraude ponerse definitivamente del
lado del toro, de la fiesta de siempre, esa que dicen que es del pueblo, pero
siempre que ellos sean los dueños del pueblo para hacer y deshacer a su antojo,
porque la desregularización es eso, a mí déjame hacer lo que se me pase por ahí
y yo apretaré y pondré normas y más normas, todo lo duras que sea posible, a
los débiles, a los que tienen que pagar y a los que les quito todos los
derechos, que me guardo para mí. Pero bueno, ya vemos que aquí nada cambia y
mucho menos a mejor, que nos contarán todas las milongas que quieran, se
despacharán a gusto contra los antis, contra los exigentes, contra el gobierno,
contra el desgobierno, pero al final, como siempre, Victorino sigue
defendiendo… solo lo suyo.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
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