Quizá hay alguna manera de arreglar los centímetros del ruedo de Madrid. ¿Convertirlo en una marisma? ¿Trasplantar el estanque del Retiro? QUién sabe |
Esto del arte es un terreno en el que hay que tener mucho,
mucho cuidado, porque a la mínima que te pasas en sensibilidad, en maneras, en
refinamiento, acabas resultando grotesco y no digo ridículo, porque el arte
nunca puede serlo, ¿o sí? Bueno, no sé, decidan ustedes. Pero claro, en esto no
todo depende de la voluntad de los mortales, que si las divinidades del Olimpo
no ponen de su parte, apañados estamos. Que si juntamos tres toreros que son la
esencia del arte torero, tres príncipes del pitiminí y los enfrentamos a unos
toros de imponente presentación, ¿qué puede salir mal? Pues nada, pero a veces
las previsiones se pueden torcer. ¿Y a quién echarle las culpas? Pues yo se las
echaría a las musas, que hay días que no están para nadie. Que si en lugar de
vestir sus vaporosidades dejando un pecho al aire, se ponen el chándal de ir al
centro comercial los sábados, pues ya me dirán, así no hay manera; aquí tenemos
que poner todos de nuestra parte. Esa gente que iba de domingo, ni un chándal
se veía aparte el de las señoras olímpicas. Gentes venidas de todo el orbe
taurino, de Colmenar, de Alcalá, Leganés, Chinchón, Buitrago y hasta franceses
de la misma Francia, que yo los vi llegar en el metro atascando los andenes y
pasillos. Que no eran abonados, eran de esos nuevos aficionados que deberían
estar encantados por poder pagar entradas para todos y asistir a un espectáculo
de lujo, que eso es lo que es a partir de esta feria. Y claro, como tiene que
haber de todo, también los había que por ser abonados han pagado hasta tres
veces menso y como el mundo es injusto, podían protestar, pedir orejas y soltar
los “bieeeejjjnnnn torero bieeejjjnnnn”, como los otros. Quizá el señor Casas
debería pensárselo, que nadie diría que es un golfo, como él dice, sino que
afirmaríamos, y con conocimiento de causa, que es un adalid de la justicia
social. Aquí no se puede atracar solo a unos cuantos, hay que esquilmar los bolsillos
de todo el mundo. ¡Muy bien, don Casas! Que aquí los derechos, para el que se
los pueda pagar, que para algo está el liberalismo.
Los del Puerto, que otras veces no se sujetan en pie, esta
tarde, afortunadamente, aguantaron sin derrumbarse y eso que algunos mostraban
andares raros que hacían sospechar alguna carencia. Pero incluso aguantaron
después de unos tercios de varas infames, en los que se picó rematadamente mal,
castigando a modo y clavándoles el palo allá dónde pillaban una y mil veces,
sin que pareciera que los jinetes acabaran de atinar con la puya. Quizá el
mayor defecto del encierro fue el que no respondieran a los esquemas del toreo
moderno, esos de dame los trapazos que gustes que yo me los trago, que lo que
requerían era alguien que les mandara en las embestidas, sin que permitieran a los
de luces ponerse bonitos y poner posturas gallardas a capricho y que fieles a
su procedencia, en más de un caso Salieron manseando, buscando los terrenos de
toriles y como si allí estuvieran de prestado. En una tarde en la que cuesta
pensar que pudiera haber un público más a favor, más predispuesto a jalear
hasta al que pinta las rayas; que los vendedores de almendras ya se veían
saludando al respetable desde los medios con su cucuruchito en la mano. Que si
alguien lo dudaba, vayamos al comienzo, justo al romperse el paseíllo, en que los
más motivados pidieron que saludara alguien de la terna, ¿quién? Pues Morante,
no, porque cuando asomo se le dijo que se tapara. Pues a ver Uceda, ¡ah! Uceda
sí, que recogió una ovación de este público tan cariñoso. Pero lo mismo tampoco
era para él u era para Téllez, al que se le quería agradecer aquella salida a
hombros ramplona y de muletazos incompletos del último San Isidro. Para que
luego digan de la parroquia capitalina.
Uceda leal veroniqueo aseadamente a su primero, pero entre
el clamor popular. El del Puerto cabeceó en el peto y fue quitado primero por verónicas
de Morante, sin poder sujetar al toro, lo que sí consiguió el titular con
chicuelinas, qué cosas. Y entre tanto, el animal mostraba una acusada querencia
hacia toriles. Tomó el madrileño la muleta y se sacó al toro hacia los medios a
punta de muleta, sin pasarle, con gusto y torería, porque hasta en los trances
más insignificantes se pueden dejar detalles. Ya por el derecho pegó una tanda
aseada y muy celebrada, siguiendo después tirando del pico y escondiendo la
pierna de salida. Con la zurda, siguió atravesando el engaño, dejándoselo
enganchar y dándole más aire que toreando, rematando en todas ocasiones con los
de pecho enganchados. Volvió en los mismos términos a la derecha y concluyó con
unos ayudados rodilla en tierra muy toreros, culminando con una media que hizo
rodar a este primero. Y un dato curioso, quizá Uceda leal no sea demasiado
generoso con los mulilleros, que no tiene por qué, pues hay que ver lo poquito
que se demoraron en el arrastre. Salió el que hacía cuarto, rematando sin
cesar, rompiéndose un pitón. Y fue una pena que el señor presidente lo echara
para atrás, antirreglamentariamente, pues el daño se produjo en el ruedo y en
esos casos, pues no ha lugar devolverlo, aunque esta parte del reglamento no
parecía conocerla los que con tanta pasión protestaban ese pitón roto. Y salió
uno de José Vázquez, que en el caballo aguantó casi para la foto y acto seguido
salió echando pestes hasta la puerta de toriles. Complicaba la labor de los
rehileteros echando la cara arriba. Con la muleta probó por ambos pitones, pero
se sucedieron los enganchones, muletazos al aire, carreras, fuera de cacho,
intentando buscar el aplauso, pero todo quedó en nada.
Si le hubieran preguntado al personal a bocajarro quién
toreaba esta tarde, seguro que la mayoría habría dicho Morante, los demás
parecían de relleno, pero las cosas son como son y Morante no toreó. Luego nos
hemos enterado que porque el ruedo no estaba a su gusto y ya se sabe, el torero
mira los detalles al máximo, que el puro sea habano, que el cafelito esté a la
temperatura justa, que las tablas tengan el tono adecuado, que músicos se sepan
“la del Soto del Parral” y que el ruedo tenga una inclinación inferior a los
grados de la Cuesta de las Perdices y por encima de la playa de la Concha.
Luego lo del toreo ya es otra cosa y tampoco se puede abarcar todo, que para
eso esta el señor Abellán y así se lo ha demandado al finalizar el festejo.
¡Qué imagen! Pues como se trataba de toreo, dejo que su primero fuera de aquí
para allá y si acaso un mantazo aquí, otro allá, casi le desarma. Sin ponerlo
al caballo, el animal recibió leña como para ir pasando en sus dos encuentros.
No pareció ser del agrado del maestro, que le pegó cuatro abanicazos y a matar.
Pero la cosa iba a ser en el siguiente, un cornalón que impresionaba, al que
dejó correr y correr, para al final recogerlo por abajo con el capote,
peleándose con el del Puerto. Le pegaron poco en la primera vara y nada,
absolutamente en la segunda. Morante parecía quererle cuidar, inició el trasteo
con ayudados por alto atropellados, derechazos a media altura, a recolocarse y
muletazos con el pico desde fuera, un tanto aperreado, más pico, carreras, para
acabar desistiendo sin conseguir sacar fruto… por culpa del empedrado, perdón,
del ruedo.
Y le tocaba el turno del que igual querían recibir entre
ovaciones, pero… Discreto sin más en el recibo, retrasando la pierna de
entrada. Muchos capotazos, para al final dejar que el toro fuera al caballo a
su aire. El toro medio cumplió, recibiendo castigo en el segundo encuentro. En
banderillas destacó Rafael Viotti en los dos pares, teniendo que saludar. Con
la muleta empezó Ángel Téllez con muletazos eléctricos, pero sin mandar, lo que
provocaba que el toro se le revolviera, se le iba comiendo poco a poco y el
toro parecía empezar a notar que allí era el que mandaba. Repetidos intentos de
hacerse con el toro, pero cada vez era peor, sin mando, sin pararse, mucha
carrera, apurado y alargando la faena demasiado, hasta el punto de recibir un
aviso antes de entrar a matar. En su segundo, muy mal el picador, sin ser capaz
de atinar no ya en el morrillo, en el toro.
Dio poco de si, con banderazos al aire, muy fuera, dejándosela enganchar
demasiado, hasta concluir en que el del Puerto ya no podía con su alma. Y aquí
acababa la tarde en la que todo estaba listo para que fuera histórica, como
todas las tardes de la modernidad, para que fuera un canto a la “tauromaquia”,
como todas las tardes de la modernidad, y que el público saliera entonando
cantos jubilosos por el arte taurino, como todas las tard… Bueno, todas no. Y,
¿por qué? Porque el ruedo no tenía la inclinación apropiada, porque la humedad
relativa del aire hacía que a algunos se le empañaran las gafas y
principalmente, porque ignorando la grandeza de lo que allí debía pasar, en
lugar de lucir togas vaporosas dejando un pecho al aire y las musas iban en
chándal.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario