domingo, 9 de octubre de 2022

Las musas iban en chándal

Quizá hay alguna manera de arreglar los centímetros del ruedo de Madrid. ¿Convertirlo en una marisma? ¿Trasplantar el estanque del Retiro? QUién sabe


Esto del arte es un terreno en el que hay que tener mucho, mucho cuidado, porque a la mínima que te pasas en sensibilidad, en maneras, en refinamiento, acabas resultando grotesco y no digo ridículo, porque el arte nunca puede serlo, ¿o sí? Bueno, no sé, decidan ustedes. Pero claro, en esto no todo depende de la voluntad de los mortales, que si las divinidades del Olimpo no ponen de su parte, apañados estamos. Que si juntamos tres toreros que son la esencia del arte torero, tres príncipes del pitiminí y los enfrentamos a unos toros de imponente presentación, ¿qué puede salir mal? Pues nada, pero a veces las previsiones se pueden torcer. ¿Y a quién echarle las culpas? Pues yo se las echaría a las musas, que hay días que no están para nadie. Que si en lugar de vestir sus vaporosidades dejando un pecho al aire, se ponen el chándal de ir al centro comercial los sábados, pues ya me dirán, así no hay manera; aquí tenemos que poner todos de nuestra parte. Esa gente que iba de domingo, ni un chándal se veía aparte el de las señoras olímpicas. Gentes venidas de todo el orbe taurino, de Colmenar, de Alcalá, Leganés, Chinchón, Buitrago y hasta franceses de la misma Francia, que yo los vi llegar en el metro atascando los andenes y pasillos. Que no eran abonados, eran de esos nuevos aficionados que deberían estar encantados por poder pagar entradas para todos y asistir a un espectáculo de lujo, que eso es lo que es a partir de esta feria. Y claro, como tiene que haber de todo, también los había que por ser abonados han pagado hasta tres veces menso y como el mundo es injusto, podían protestar, pedir orejas y soltar los “bieeeejjjnnnn torero bieeejjjnnnn”, como los otros. Quizá el señor Casas debería pensárselo, que nadie diría que es un golfo, como él dice, sino que afirmaríamos, y con conocimiento de causa, que es un adalid de la justicia social. Aquí no se puede atracar solo a unos cuantos, hay que esquilmar los bolsillos de todo el mundo. ¡Muy bien, don Casas! Que aquí los derechos, para el que se los pueda pagar, que para algo está el liberalismo.

Los del Puerto, que otras veces no se sujetan en pie, esta tarde, afortunadamente, aguantaron sin derrumbarse y eso que algunos mostraban andares raros que hacían sospechar alguna carencia. Pero incluso aguantaron después de unos tercios de varas infames, en los que se picó rematadamente mal, castigando a modo y clavándoles el palo allá dónde pillaban una y mil veces, sin que pareciera que los jinetes acabaran de atinar con la puya. Quizá el mayor defecto del encierro fue el que no respondieran a los esquemas del toreo moderno, esos de dame los trapazos que gustes que yo me los trago, que lo que requerían era alguien que les mandara en las embestidas, sin que permitieran a los de luces ponerse bonitos y poner posturas gallardas a capricho y que fieles a su procedencia, en más de un caso Salieron manseando, buscando los terrenos de toriles y como si allí estuvieran de prestado. En una tarde en la que cuesta pensar que pudiera haber un público más a favor, más predispuesto a jalear hasta al que pinta las rayas; que los vendedores de almendras ya se veían saludando al respetable desde los medios con su cucuruchito en la mano. Que si alguien lo dudaba, vayamos al comienzo, justo al romperse el paseíllo, en que los más motivados pidieron que saludara alguien de la terna, ¿quién? Pues Morante, no, porque cuando asomo se le dijo que se tapara. Pues a ver Uceda, ¡ah! Uceda sí, que recogió una ovación de este público tan cariñoso. Pero lo mismo tampoco era para él u era para Téllez, al que se le quería agradecer aquella salida a hombros ramplona y de muletazos incompletos del último San Isidro. Para que luego digan de la parroquia capitalina.

Uceda leal veroniqueo aseadamente a su primero, pero entre el clamor popular. El del Puerto cabeceó en el peto y fue quitado primero por verónicas de Morante, sin poder sujetar al toro, lo que sí consiguió el titular con chicuelinas, qué cosas. Y entre tanto, el animal mostraba una acusada querencia hacia toriles. Tomó el madrileño la muleta y se sacó al toro hacia los medios a punta de muleta, sin pasarle, con gusto y torería, porque hasta en los trances más insignificantes se pueden dejar detalles. Ya por el derecho pegó una tanda aseada y muy celebrada, siguiendo después tirando del pico y escondiendo la pierna de salida. Con la zurda, siguió atravesando el engaño, dejándoselo enganchar y dándole más aire que toreando, rematando en todas ocasiones con los de pecho enganchados. Volvió en los mismos términos a la derecha y concluyó con unos ayudados rodilla en tierra muy toreros, culminando con una media que hizo rodar a este primero. Y un dato curioso, quizá Uceda leal no sea demasiado generoso con los mulilleros, que no tiene por qué, pues hay que ver lo poquito que se demoraron en el arrastre. Salió el que hacía cuarto, rematando sin cesar, rompiéndose un pitón. Y fue una pena que el señor presidente lo echara para atrás, antirreglamentariamente, pues el daño se produjo en el ruedo y en esos casos, pues no ha lugar devolverlo, aunque esta parte del reglamento no parecía conocerla los que con tanta pasión protestaban ese pitón roto. Y salió uno de José Vázquez, que en el caballo aguantó casi para la foto y acto seguido salió echando pestes hasta la puerta de toriles. Complicaba la labor de los rehileteros echando la cara arriba. Con la muleta probó por ambos pitones, pero se sucedieron los enganchones, muletazos al aire, carreras, fuera de cacho, intentando buscar el aplauso, pero todo quedó en nada.

Si le hubieran preguntado al personal a bocajarro quién toreaba esta tarde, seguro que la mayoría habría dicho Morante, los demás parecían de relleno, pero las cosas son como son y Morante no toreó. Luego nos hemos enterado que porque el ruedo no estaba a su gusto y ya se sabe, el torero mira los detalles al máximo, que el puro sea habano, que el cafelito esté a la temperatura justa, que las tablas tengan el tono adecuado, que músicos se sepan “la del Soto del Parral” y que el ruedo tenga una inclinación inferior a los grados de la Cuesta de las Perdices y por encima de la playa de la Concha. Luego lo del toreo ya es otra cosa y tampoco se puede abarcar todo, que para eso esta el señor Abellán y así se lo ha demandado al finalizar el festejo. ¡Qué imagen! Pues como se trataba de toreo, dejo que su primero fuera de aquí para allá y si acaso un mantazo aquí, otro allá, casi le desarma. Sin ponerlo al caballo, el animal recibió leña como para ir pasando en sus dos encuentros. No pareció ser del agrado del maestro, que le pegó cuatro abanicazos y a matar. Pero la cosa iba a ser en el siguiente, un cornalón que impresionaba, al que dejó correr y correr, para al final recogerlo por abajo con el capote, peleándose con el del Puerto. Le pegaron poco en la primera vara y nada, absolutamente en la segunda. Morante parecía quererle cuidar, inició el trasteo con ayudados por alto atropellados, derechazos a media altura, a recolocarse y muletazos con el pico desde fuera, un tanto aperreado, más pico, carreras, para acabar desistiendo sin conseguir sacar fruto… por culpa del empedrado, perdón, del ruedo.

Y le tocaba el turno del que igual querían recibir entre ovaciones, pero… Discreto sin más en el recibo, retrasando la pierna de entrada. Muchos capotazos, para al final dejar que el toro fuera al caballo a su aire. El toro medio cumplió, recibiendo castigo en el segundo encuentro. En banderillas destacó Rafael Viotti en los dos pares, teniendo que saludar. Con la muleta empezó Ángel Téllez con muletazos eléctricos, pero sin mandar, lo que provocaba que el toro se le revolviera, se le iba comiendo poco a poco y el toro parecía empezar a notar que allí era el que mandaba. Repetidos intentos de hacerse con el toro, pero cada vez era peor, sin mando, sin pararse, mucha carrera, apurado y alargando la faena demasiado, hasta el punto de recibir un aviso antes de entrar a matar. En su segundo, muy mal el picador, sin ser capaz de atinar no ya en el morrillo, en el toro.  Dio poco de si, con banderazos al aire, muy fuera, dejándosela enganchar demasiado, hasta concluir en que el del Puerto ya no podía con su alma. Y aquí acababa la tarde en la que todo estaba listo para que fuera histórica, como todas las tardes de la modernidad, para que fuera un canto a la “tauromaquia”, como todas las tardes de la modernidad, y que el público saliera entonando cantos jubilosos por el arte taurino, como todas las tard… Bueno, todas no. Y, ¿por qué? Porque el ruedo no tenía la inclinación apropiada, porque la humedad relativa del aire hacía que a algunos se le empañaran las gafas y principalmente, porque ignorando la grandeza de lo que allí debía pasar, en lugar de lucir togas vaporosas dejando un pecho al aire y las musas iban en chándal.

 

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

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