domingo, 26 de mayo de 2019

Día mundial del arrimón


Yo me pregunto si un día volvieran a los ruedos algunos encastes casi desaparecidos, si serían aceptados por el público.

Si usted un día se levanta con ganas de ser torero y otro con  ganas de que le ovacionen con ardor, no lo dude, péguese un arrimón. Da lo mismo que usted ande a merced de los toros, que vaya aperreado en el primer tercio, que no se haga con ellos, que no los entienda, que se líe a pegarles trapazos y a darles aire en las orejas, usted se mete entre los cuernos y seguro que alguien se arranca a dar palmas, luego otro, otro y otro más, hasta que se amplia el grupito, dos más por el otro lado y en nada tiene a toda una plaza dando palmas y encantados con su arrimón. Que habrá quién piense y opine que eso es ahogar al toro, que es desaprovecharlo, que es que se le vaya sin torear, pero tranquilo, que a esos ya habrá quién les diga “baja tú”; luego se lían en el tú tal, tú cuál, tú más, eso me lo dices en… Pero lo del arrimón no hay quién lo pare. Luego viene lo de la espada, pero no hay nada que no se arregle con un bajonazo desde las orejas del toro.

Pues a grandes rasgos, esta ha sido la tarde los Pedraza de Yeltes, que comenzó con protestas al palco, pues reaparecía el señor presidente, hasta el día de los Juan Pedro, de los mayores atropellos en la Plaza de Madrid. Que la terna pudiera ser don José Antonio Pangua, don Trinidad López- Pastor y don Gonzalo de Villa- Parro y como sobresaliente a don Jesús María Gómez Martín; cada uno autor de una hazaña de las que en su momento se dijo aquello de. “lo nunca visto” y el “¿Dónde vamos a parar?”. Pero en este caso las protestas a don Gonzalo tampoco han sido de grandes dimensiones, entre otras cosas porque la mayoría de los asistentes se miraban unos a otros sin saber qué era aquello. Que el respetable estaba un pelín despistado, que lo mismo pedían una oreja, que a continuación daban palmas de tango para protestarla, pero como sonaba bonito, a palmotear.

La de Pedraza de Yeltes ha salido feota, casi hasta cumplidora en el caballo, pero ya digo que casi, más por lo recibido, que no han sido los picotazos habituales, que por la pelean que han opuesto a los montados. Luego se medio dejaban, pero pidiendo que se les mandara, porque si no sacaban su cosita y se iban complicando cada vez un poquito más, hasta que ya no había nada que hacer. Sin ser marrajos, no eran tontos del todo y el dejarles tocar los engaños una y otra vez, al final les hizo despabilar. Solo había que conducir las embestidas, no acompañarlas y obligarles un poquito, muy poco, que tampoco estaban ellos para alardes. Pero lo del pegapasismo, no, eso sí que no.

Octavio Chacón tuvo que vérselas con tres del encierro, por cogida de Juan Leal. Cómo es ya marca del gaditano, estuvo atento al transcurso de la lidia y como ejemplo, ahí queda el detalle cuando su compañero fue cogido en el tercer toro. Se formó un remolino, unos por aquí, otros por allá, toreros sin capote corriendo por el ruedo, todos alrededor del herido, excepto Chacón, que con el capote se plantó ante el de Pedraza y ahí lo mantuvo sujeto hasta que se aclaró todo. Un capotazo para sacarlo un poquito y a taparse; sin necesidad de quitarle pases al animal, sin malearle por ningún pitón. Simplemente atento, con sangre fría y la cabeza puesta en el toro. Pero aparte de este detalle que ya no sorprende al aficionado, no estuvo en su mejor tarde. Recogió bien a su primero veroniqueando con lentitud, pero en la muleta se vio desbordado desde muy pronto, el animal se le revolvía, obligándole a perder demasiados pasos. Muletazos con poquito mando, doblando demasiado el lomo, echándolo para afuera, desembocando en un arrimón, alargando demasiado la cuestión. Su segundo salió cruzándose delante del capote del matador. Inició la faena sacándoselo con cierto garbo, pero fue tomarla con la derecha y ya se le empezó a ver desbordado, en cuanto que el de Pedraza notó que allí solo era cosa de dar vueltas alrededor de un giraldillo. Se le empezó a venir encima, uno, dos muletazos y al tercero se le vencía hacia adentro. La sensación era que no podía con este animal. En la corta distancia intentó tirar de un repertorio que no agrada demasiado en esta plaza, mientras que las sensaciones eran que se le había ido. En el sexto ya tuvo que girarse de espaldas a los medios, cediéndole terreno hacia las afueras. Incluso a este último se le puso de lejos hasta se arrancó al caballo, pero sin ninguna codicia, ni alegría. Tocado con la montera, inició el trasteo con la mano derecha, sacándoselo más allá del tercio, rematando con la zurda y uno de pecho. Muletazos sin tirar del toro, que se venía un pelín rebrincado. De nievo la sensación de que no estaba pudiendo, de que no mandaba en el animal. Muletazos y más muletazos, hasta que el toro empezó a salir del encuentro mirando, con la cara alta. Para al final concluir metido entre los cuernos y arrancando trapazos descompuestos.





A Javier Cortés le tocó quizá el más feo de la tarde, con un aspecto que poco podría recordar a un toro de lidia, pero que casi cumple en el caballo y todo. El madrileño se dispuso a aplicarle la receta del pase y más pases, sin templar, más bien dando aire que toreando, retorcido y quitándole la muleta de repente. Pico, pierna escondida y de trashumancia por el ruedo a ver si le daba uno o dos, para terminar de un bajonazo, tras tres intentos previos. En su segundo repitió prácticamente lo mismo, sin variar la tónica, a ver si le daba pases y punto. Acelerado y sin poder con el toro, más preocupado de quitarse de encima, que de torear y poderlo. Y como no veía el modo, pues a atosigarlo y a ahogar las embestidas, permitiendo que le tocara constantemente la tela.



Juan Leal solo pudo enfrentarse a un toro, el tercero con el que ya desde los primeros compases con el capote se le advertía cierta escasez de pericia. Pero el hombre quería cubrir tantas carencias a fuerza de voluntad y allí que se plantó de rodillas en el comienzo de faena, para dar unas poco lucidas sacudidas de trapo, sin orden, ni concierto. Mucho pico, muy descolocado, demasiadas carreras e intentando cazar muletazos allá dónde pillara. Tirones, quitando la tela al toro de la cara, desarmes, arqueando en exceso el cuerpo, retorcido, de uno en uno, un verdadero desbarajuste.

Muy vulgar, muchísimo, metido entre los cuernos sin que eso tuviera ningún sentido, ahogando las embestidas y lo peor es que en una de estas resulto cogido por detrás y aunque consiguió terminar con el toro, la cornada era fuerte. Continuó en la misma línea y concluyó con una estocada casi en mitad del lomo, lo que le valió un trofeo. Insisto en que no ha sido una corrida de azulejo en el desolladero, pero desde luego que tenía algo más que el inevitable arrimón, que en este día hasta han sustituido a las consabidas manoletinas y bernadinas. Y solo por eso, este día debe ser declarado el día mundial del arrimón.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mejor los de Pedraza que este mejunje juampedril de jandillas, parladés y demás sucedáneos pero escasos de fuerza. Prácticamente todos fueron colaboradores y, a la vista del resultado, yo diría que por encima de una terna que desaprovechó las condiciones muleteriles de la corrida de ayer.

Chacón, como me temía, no dice nada con estos toros. A él lo que le va son las alimañas, los toros complicados, aquellos con los que su buen manejo capotero y su lidia sirve de algo. Es de agradecer su predisposición durante toda la tarde, ese intentar hacer correctamente la suerte de varas y otras cosas que ya no se ven pero baja mucho en la muleta. A veces intenta torear con pureza pero toreros de ese corte ya hemos visto unos cuantos y no llegan al tendido, los que dan las orejas quieren otro tipo de tauromaquia.

Javier Cortés malogró dos oportunidades de haber sumado 1 y 1. Alguna tanta de mano baja y ajuste pero muy encimista, como siempre. En el quinto se libró de milagro y alargó demasiado la faena ante un toro que ya no quería nada por abajo.

Juan Leal, todo disposición y voluntad, está a merced de los toros. Siento que tapa con temeridad su falta de técnica. Tragó lo indecible en uno de los muletazos de rodillas que los que inició la faena al tercero de la tarde pero ahogó al toro e hizo bueno aquello de “revolcón y oreja al esportón”. Que se recupere pronto!

Un abrazo
J. Carlos

Enrique Martín dijo...

J. Carlos:
Tuve la misma sensación que tú con el ganado, pero también parece que la gente solo quiere ver carretones y lo que se salga de ahí ya no les vale. O alimañas pregonadas o babosas que se toreen solas. Si es que parece que solo queremos monotonía y más monotonía.
Un abrazo