Quizá a alguno le habría venido bien que les hicieran crujir por abajo |
Tarde de escolares, tarde de toreros, toreros teniendo que
bregar con una corrida de toros dura, complicada, con esas cosas que tiene la
casta y además un ventarrón que ponía todo más cuesta arriba. Y eso que algunos
recordábamos aquellos de José Escolar que hasta eran bonancibles para hacerles
el toreo, pero los de este año han sido para hacerles el toreo con mayúsculas,
el de poder con ellos, doblegarles, hacerles meter la cabeza en los engaños a
fuerza de bregar sobre las piernas y luego, si acaso, haber si tenían uno o
ninguno natural o derechazo. Y que no piense nadie que esto es una crítica a
los tres matadores de toros, Robleño, Gómez Escorial y Ángel Sánchez, que se
las han tenido que ver con estas joyas y algún que otro regalito que daban
ganas de engarzarlo en un broche.
Por causa de ese ventarrón que ha merodeado toda la tarde,
la lidia se ha cambiado al burladero entre el 6 y el 7, a ver si allí la cosa
estaba más calmada. Salió el primero frenándose mucho ante los capotes y
echando las manos por delante. Robleño intentó sacar los brazos, pero al tiempo
tenía que dominar aquella vela y aguantar que se le venciera por el pitón
derecho y con esa forma de cortar el viaje el animal, que acudió de lejos al
caballo, para acabar cabeceando en el peto. Peligroso en el segundo tercio,
apretando a los banderilleros en el momento en que los veía a tiro de pitón. Se
fue el matador a terrenos de chiqueros y allí se defendía su oponente,
volviendo al defecto inicial por el lado derecho, acostándose por ahí y
colándose. Pero es que por el derecho quería menos, otra colada y desarma al
madrileño. Tiraba arreones, lo que no llevaba más que ir a concluir. En el
cuarto, ya se advertía la complicación del animal, que tampoco es que hiciera
mucho caso de los intentos de alargarle el viaje. A la menor duda, el toro se
tiraba a buscar. Fue al caballo con cierta alegría, para que le taparan la
salida y empujara hacia los medios. Quizá el defecto que se le pudiera achacar
a los tres matadores es el empeño de querer dar naturales y derechazos, cuando
lo que pedían era un enérgico y eficaz macheteo con trincherazos y pases de
castigo, a ver si así se ahormaban un poquito… o no. Robleño volvió con este a
la puerta de toriles, para además de aguantar los arreones, sacarle algunos
muletazos de mérito, muletazos sueltos, cazándolos con la izquierda y teniendo
que recuperar el sitio perdiéndole muchos pasos. Lo que otro día no es fácil
asimilar, en esta tarde se admitía con bastante más mano ancha, ¿Por qué? Por
el toro. Quizá alargó en demasía el trasteo, que cómo decía antes, puede que
hubiera que haberse limitado a ese toreo de poder y castigo y que incluso
podría haberle dado mejores frutos, si la estocada hubiera sido en todo lo alto
y no tan caída como resultó. Si bien es verdad, que en la fase final de la
faena Robleño arrancó algunos muletazos arrancándoselos con mucho empeño.
Gómez del Pilar se fue a portagayola en sus dos toros. A su
primero lo logró enganchar en un terreno muy complicado, después de la larga de
rodillas. Acudió de lejos al caballo, para recibir una cuchillada en la
paletilla. Le taparon la salida y empujando acabaron toro y montura más allá
del tercio. Puso en serías dificultades a los banderilleros, pues en las
entradas por el pitón derecho, cuándo parecía llegar al embroque, se frenaba
peligrosamente, y por el izquierdo iba con la cara alta y apretando cuándo veía
la salida de los chiqueros al fondo. En la muleta no tenía gran cosa, pero
Gómez del Pilar se empeñó en querer aplicarle el toreo en redondo de los
derechazos y naturales. Se quedó el de Escolar, el matador todo voluntad, entre
los cuernos, el animal se le cruza por el izquierdo, poniendo en peligro a su
matador. Faena de mérito por esa voluntad de que hablaba, pero, la pregunta es
si también habría cortado algún trofeo si le hubiera aplicado un macheteo con
poder. Sí que es verdad que el público, la masa, igual se ponía a pitar, pero
en tardes como esta quizá sería en las que mejor se entendería esa forma de dominar
a los toros.
De nuevo se marchó a portagayola en el quinto, que ya en
pie, punteaba el capote entrando rebrincado. Puyazo en la paletilla, para a
continuación el caballero casi se apeara solo de la montura, no sabiendo
defenderla de las embestidas del toro. Este empujaba con fijeza, para acabar
marchándose de allí. Mostró con claridad cuál era su condición en un momento en
que desarmó a un peón y la manera en que se ensañó con su presa ya en el suelo,
quedándose allí, como defendiendo su trofeo. Se lo sacó Gómez del Pilar al
tercio, el toro no solo no pasaba, sino que no desaprovechaba el momento para
tirar un viaje, lo que repitió a lo largo de la faena. Le costó al matador
convencerse de que allí no había nada, que era un pozo seco y que si quedaban
dos gotas e agua, era de agua ponzoñosa.
Ángel Sánchez ya de salida tuvo que tragar con las frenadas
del de Escolar, que escondía la cara entre las manos y tiraba más arreones que
embestidas. Dos puyazos castigando al animal, con una lidia bien conducida por
Iván García, limpio y eficaz con el capote. Con el viento siempre presente,
tomo la muleta el matador, para empezar a recibir arreones. Tres mal contados
en chiqueros y al cuarto un gañafón del que se salvó Ángel Sánchez por un
tantito así. Derrotes, coladas, algo más largo por el pitón izquierdo, pero al
final llegaba el desarme. Había mucha voluntad, nada que objetar a tanto
empeño, aunque como sus compañeros, quizá podría haber elegido el camino del
toreo sobre las piernas, era una posibilidad. El sexto ya salió defendiéndose y
a las primeras de cambio ya desarmó a su matador. Quizá dentro de lo
complicado, este era el menos complicado, pero no le cuidaron durante la lidia.
Fernando Sánchez logró un meritorio par, sobre todo por superar un extraño del
toro en el cuarteo, ganado la cara y clavando los palos. El trasteo lo inició
con muletazos por abajo a la puerta de toriles, para proseguir en redondo, con
el animal perdiendo las manos al tercer intento de que pasara. El toro hasta
parecía que se dejaba más, pero con una sosería que no había asomado en toda la
tarde. Muletazos y más muletazos, para que el cárdeno acabara tirándosele al
pecho, recordándole que confianzas, las justas. Y para colmo, empezó a dejar
ver un leve gazapeo que aún le complicaba más las cosas a Ángel Sánchez,
siempre con el inconveniente añadido del viento. Ya digo que los tres matadores
quizá tuvieron ciertas carencias en el momento de decidir que lidia
administrarles en el último tercio, pero en este día no seré yo quién les afee
su actitud, porque ellos venían a lidiar la de José Escolar y se vieron
obligados a pelear contra viento, marea y más viento.
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