jueves, 30 de mayo de 2019

Cuándo nos da por emocionarnos


Los Albaserrada de don Victorino no recuerdan en nada a los abuelos de los abuelos, de los abuelos, de los abuelos de estos.

En esto de los toros, de un tiempo a esta parte se han cambiado de alguna manera el orden de la escala de valores. Quizá antes en los puestos más altos estaba lo de mandar, templar y por supuesto, el toro. Luego podría haber felices circunstancias que aún siendo perseguidas, no se constituían en pilares de la fiesta, como puede ser la creación del arte o la bravura misma, porque antes que esta, se suponía siempre la casta. Sin arte podía haber una gran tarde de toros y sin bravura, también, ¿por qué no? Pero ahora parece irrenunciable eso del arte, que está muy bien, claro que sí, y por otro lado está lo de emocionarse y ahí podemos meternos en un buen berenjenal, porque si en esto todo lo dejamos en manos de algo tan subjetivo como es la emoción, así, sin más, puede que al final acabemos emocionándonos con un torero funambulista que recorra el ruedo haciendo equilibrios sobre la barrera de la plaza, sin poner un pie en la arena.

Pues en la tarde de los victorinos algo de eso ha habido, que la gente se ha emocionado, unos han contagiado a otros, los otros a los unos y así, todos emocionados, han jaleado toros que no eran toros y toreros que no hacían el toreo y que ni tan siquiera lo honraban con una estocada en todo lo alto, pero como había emoción, adelante con los faroles. Era la segunda tarde del certamen “100 años de Albaserradas”. En esta ocasión correspondía el turno a lo de Victorino Martín, con una corrida al uso, más que justitos de presencia, algunos incluso parecían necesitados de un cola cao que no les hiciese parecer tan escurridos. Algunos incluso protestados, aunque el señor comentarista de la tele, el señor Muñoz, decía que era porque el personal miraba a la tablilla. Y que razón tenía, porque era ver los cárdenos, los grises cómo gustan de decir los modernos, y ver el peso y a alguien se le escapó un saco de piedras en el momento del pesaje. Eso sí, el peso no quiere decir, para ver la justeza de presencia y trapío de lo que ha mandado don Victorino Martín (García) dolo había que fijarse en lo que salía por la puerta de toriles. Luego han tenido sus cositas durante la lidia, pero quizá ninguna insalvable, aunque por momentos parecía que algunos se tomaron la tarde como tarde de alimañas, de fieras corruptas, Que quizá no hayan salido demasiado en el tipo Domecq, pero es que al final ya nos vamos a achantar porque los toros tengan dos cuernos.

Octavio Chacón lleva una feria que la verdad, emociona poco. En su primero se arredró ya de salida, cuándo el de Victorino le apretó con el capote, teniendo que darse la vuelta para perderle terreno hacia los medios. Apenas se le castigo en el caballo, al que acudió al pasito y dónde mostró cierta fijeza, excepto cuando le tapaban la salida que tiraba derrotes. Con la muleta parecía quedarse un poquito por el pitón izquierdo. Sin mando, se colaba y la falta de firmeza obligaba al espada a tener que correr para recuperar el sitio. Muletazos con el pico, más carreras, acelerado, sin pausa, casi aperreado con un animal con más genio que otra cosa, que solo pedía que le mandasen. El cuarto era el más serio hasta el momento, pegajoso y revolviéndose en seguida. Mal picado, sin demasiado castigo, recibió al primero de los banderilleros esperando un mundo. Continuó Chacón en la misma línea que en el anterior, sin quedarse quieto y cortando los muletazos, muy desconfiado, apresurado y sin mostrar esas dotes de buen lidiador que se le suponían, alargando demasiado el trasteo con muletazos que no le hacían nada al de Victorino, para terminar con un infame bajonazo.

Daniel Luque hacía su primer paseíllo en la feria, empezó frío con su primero, al que, si siempre nos quejamos de que se pica trasero, con este se superaron todos los límites, con un marronazo que caía más cerca de la penca del rabo, que de la divisa. Echen cuentas. Mal picado, apenas se le señalaron los dos puyazos. Con la muleta se lo sacó de las tablas sin apreturas. Dejaba que le tocara demasiado la muleta, muy atravesada, demasiadas carreras, el toro empezaba a quedarse y el matador por momentos se descomponía. Pico, muletazos empalmados y brazo largo para no sufrir apreturas. Muchos muletazos y nada de toreo. Su segundo, el quinto, era el más grandón, pero muy escurrido. Mantazos de recibo, que hacían difícil hacerle entender a alguien que este torero tenía buen manejo del capote. Dejó que se le castigara en el caballo, mientras el animal derrotaba mucho contra el peto. La faena de muleta comenzó con un enganchón y una colada. Intentó aplicarle el toreo al uso, ese del muletazo al bies, el de no tirar, esperando que el toro se toree solo y si hay que correr, pues se corre. Prolongó demasiado la faena, para evidenciar que no estaba entendiendo al toro y que igual tampoco le importaba demasiado. Enganchones, trapazos de uno en uno, pero sin llegar a ninguna parte.

Emilio de Justo no entró en su día en el bombo, directamente él se apuntó a esta de Victorino Martín, lo que tampoco está mal. A su primero lo recogió echando el capote abajo. Se le fue suelto al caballo, empujando cuándo el caballo le tapaba la salida. Con la cara arriba, complicó a los banderilleros. Ya en el último tercio, de Justo hizo el toreo de todos, desajustado, con el pico y corriendo mucho, entre enganchones y dejar que le tocara a menudo el engaño, hasta que el animal ya se le paró. Bien  a la verónica para saludar al sexto, con una media barroca muy forzada. En el caballo el cárdeno simplemente se dejó, acudiendo al capote de su matador a paso lento y mortecino. Parado en banderillas, cuando Ángel Gómez iba a cerrarlo sin que ningún compañero estuviera atentó para ayudarlo, tropezó y sufrió un tremendo volteretón; las cosas de no estar cada uno en su sitio y que a un compañero le puede salir muy caro. Se descaró desde el primer momento Emilio de Justo con este sexto, de frente y citando al natural, a base de tirones. Muletazos con el pico, sin rematar ninguno. Medios pases, constantemente teniendo que recuperar el sitio, por momentos se le quedaba debajo en mitad del pase, con el público entusiasmado, para concluir de un bajonazo, que no fue obstáculo para que se le pidiera la oreja, quizá por eso, por la emoción, que no por el toreo que allí hubo. Y es que ya es muy habitual que pases estas cosas en la plaza de Madrid, que priman otras cosas por encima del toreo y es que, cuándo nos da por emocionarnos.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

El titular de su crónica resume la tarde.

Bajé decepcionado con la corrida a mi tierra levantina.Esperaba más de Chacón y el juego de los toros no se acercó al de sus hermanos de Domingo de Ramos.

Lo del tercio de varas es de juzgado, una masacre en toda regla. En el discurso de Victorino en el Senado en defensa de la tauromaquia se le olvidó este detalle, pues se pica cada día peor.
Le reconozco que me emocioné con De Justo y en el silencio de la plaza al entrar a matar el corazón palpitaba y deseaba una buena estocada, que al final no se produjo. Me recordó a una tarde del Cid con esta ganadería después de una faena de mucho riesgo con la izquierda donde hubo un sonido de lamento de la plaza cuando falló. Hoy ya no es así, con malas estocadas no se pierden trofeos, y eso los toreros lo están aprendiendo. Habrá que recordarles que son matadores de toros no carniceros.

Un saludo desde Murcia.

PD: a Victorino le gustó el cuarto, más de cuarenta mantazos de Chacón y aguantando, supongo que es por donde quiere llevar a la ganadería.

Anónimo dijo...

Enrique, una victorinada un tanto decepcionante para lo que esperaba de ellos. Uno con genio, dos flojetes y tres para hacer el toreo no sin ciertas complicaciones ya que eran toros que reponían muy rápido y no era fácil estarse quieto con ellos.

Chacón ha vuelto a bajar el tono, sin embargo discrepo contigo en la percepción del primero de la tarde. El toro era especialmente complicado por el pitón izquierdo, cosa que ya avisó de salida y que se fue acentuando hasta hacer prácticamente imposible el toreo por ese pitón. Cosa diferente el pitón derecho donde pudo haber sacado algo más. Cuesta entender que no hubiera un atisbo de reconocimiento por parte del público al final de la faena ya que el gaditano tragó más de lo que merecía el animal. Sí estuvo por debajo del cuarto de la tarde y es que Chacón sólo luce con toros complicados porque tira de recursos de lidia y la gente se lo reconoce pero su tauromaquia es muy corta.

Daniel Luque ha intentado recetar a los victorinos el mismo concepto que a las babosas pero éstos eran pegajosos y descubrían su tauromaquia porque su lote iba exactamente donde él marcaba la trayectoria con la muleta. Que se quedaba corto en el remate, el Victorino le pisaba los talones; que terminaba el muletazo levantando la tela, el Victorino con la cara por las nubes. Mejor que siga con lo que torea habitualmente.

Emilio de Justo no me ha gustado, muy listo en el primer tercio. Masacre en la primera vara y, si veía que el toro estaba justo de fuerzas, no se picaba en el segundo encuentro y toda la cuadrilla con la lección bien aprendida de manejar los capotes de cintura para arriba, no sea que fuera devuelto el inservible Victorino. Nada destacable en su primero. En el sexto se aprovechó del fervor populista posterior al tercio de banderillas aprovechando que los tendidos estaban deseando que allí pasase algo. Jalearon muletazos enganchados y pico descaradísimo. Y conste que en ciertas circunstancias admito el uso del pico siempre y cuando sea ante un animal complicado, pero que al menos su uso sirva para no tener que andar aperreado y perder pasos por doquier. De la suerte suprema mejor no hablamos.

Un abrazo
J.Carlos

Enrique Martín dijo...

Anónimo:
Lo de la suerte de varas es que se pica poco y en muy malos sitiso. QUe lo que no se hace es ahormarlo, sino desarmarlo. No aguantan un tercio de varas en regla, pero claro, un puyazo cerca de la penca del rabo, bien no hace. Victorino sabe muy bien lo que quiere y por ese camino va.
Un saludo

Enrique Martín dijo...

J. Carlos:
Es que lo decepcionante de chacón es eso, que no solo no ha podido reconducir lo que traía el toro, sino que lo agrava. Está bastante perdido y no sé si anda buscándose. A ver. De Luque, pues lo de siempre. Y Emilio de Justo, realmente es que nunca me ha despertado gran interés, excepto los dos estoconazos del año pasado, pero torear, lo que se dice torear.
Un abrazo