Le llamaban a eso de los telonazos el pase del Celeste Imperio, porque decían que era engañar como a chinos. no siempre tiene por qué ser así, pero muchas veces...
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Que dicen unos señores muy serios y con cara de saber, que
esto del toreo es un arte. Un arte magno, excelso y pleno de elegancia,
gracilidad y sensibilidad. ¿Y quién es nadie para llevarles la contraria?
¿Quién es capaz de contradecirles ni aunque sea en una coma? Pues basta que
echen una ojeada al cartel de la cuarta de feria y ahí mismo tienen a tres
caballeros que ponen todo su empeño en demostrar lo contrario a lo que los
sabios del arte expresan sobre esto de los toros. Que el que estos señores
nieguen tal arte no quiere decir nada, pero… es que lo hacen con tal
contundencia, que al menos a uno le hacen dudar. Que igual este llevar la
contraria no es de palabra y hasta puede que ellos a si mismos se consideren artistas,
pero como decía mi abuela, una cosa es predicar y otra dar trigo. Los tres
caballeros, Joselito Adame, Román y Álvaro Lorenzo, igual predicar lo hacen de
guinda, pero lo de dar trigo… ni para cuarto y mitad de galletas Fontaneda.
Que llegaban los toros del Tajo y la Reina, los de Joselito,
para no liarnos, José Miguel Arroyo, no el otro. Que igual decimos eso de que
vaya corrida ha echado y el maestro se nos ofusca porque nos ponemos
tiquismiquis, porque no vamos vírgenes a la plaza a disfrutar, porque en
seguida nos ponemos a juzgar, pero es que… De verdad maestro, que nos lo pone
muy complicado, que no había terminado el tercio de varas del primero, ese que
se quedó parado como un poste ante el peto y hasta el más cándido ya había
perdido el virgo, que no ha dado tiempo ni a imaginarse ser pulcras doncellas
al público de Madrid. Empezando por la presentación, que por no molestar,
digamos que era rara; toros grandullones, algunos exagerados de cuernas, pero
no tanto de cuerpo, con alguno con trazas de equino corretón. Aunque por esas
cosas de la vida hubo que devolver dos a los corrales, el segundo que fue
sustituido por uno de Torrealta y el tercero por otro de Montealto.
El primero correspondía a Joselito Adame, quizá la cabeza
del escalafón de México, que nos venía a honrar con su visita anual a las
Ventas. Le salió ya parado de primeras el del Tajo. No hubo posibilidad de
picarle, le costó entrar al peto y eso que le dejaron a palmo y una cuarta.
Pero incluso con esa evidente falta de fuerza y de ímpetu, en el comienzo del
trasteo de muleta casi llega a poner en apuros a Joselito, no al ganadero, al
otro, al Adame mayor. Este no encontraba el sitio, viento, probaturas, brazo
largo, ideas cortas, el toro parado, pero que en un descuido que vio al espada
al descubierto, ni se lo pensó. Faena de lejanías, despegado, para tras un
metisaca sonrojante, concluir con un bajonazo ofensivo. En el tercero de la
tarde entró en quites en el de Álvaro Lorenzo, intentando por chicuelitas que
acabó con ese tercero por los suelos. Adame pareció querer ignorar que el toro
ya renqueaba y aun no siendo su toro, insistió en el quite y la consecuencia
fue que hubo que echarlo para atrás. Que para eso el mexicano se podría haber
quedado muy quietecito y tener más consideración con el toro del compañero. A
su segundo, el que hacía cuarto, le recibió con mantazos, parecía que el animal
renqueaba, capotes al cielo, ahora sí que había que cuidar que el del tajo no
besara la arena, ¿no? Mal primer tercio, dejando al toro tirado dónde cayera,
aunque fuera entre las dos rayas. Sin picar y con el montado no dudando en
levantar el palo en ese gesto que ahora tanto se jalea y que tan poco dice del
que lo realiza, como de los que lo aplauden. A buenas horas los picas de antes
iban a levantar la vara, por mucho que el jefe les dijera eso de vale, vale.
Comenzó Adame con telonazos a dos manos con la muleta, para proseguir con lo de
siempre, ese toreo moderno y desajustado que practican todos o casi todos,
depende del día. Tan lejos le pillaba el toro, que un pase de pecho hasta dio
la sensación de que el bicho no pillaba ni los flecos de la franela. Quiso
concluir con un medio arrimón, muletazos de uno en uno, el péndulo y esas cosas
que tanto gustan, a lo mejor a los mismos que jalean lo de levantar el palo y
los bajonazos como el que le sirvió a Joselito Adame para cerrar su presencia.
Al primero que le tocó en suerte a Román, casi de salida,
cuándo buscaba el capote del matador se derrumbó, quedando descoordinado, que
si una mano. Que si parecía algo de la columna, el caso es que quedó
inutilizado y hubo de ser sustituido por el de Torrealta. Y allá fue el
valenciano, del que lo mejor que dicen de él sus propios partidarios es que es
muy simpático y alegre, que si fuera monologuista, pues estaría bien, pero
siendo torero, no sé. Que el día que salga enfadado, no le contrata nadie, ¿no?
Primeros lances que más parecían latigazos, sin parar quieto, hasta enredarse
con él peligrosamente. Sin poner al toro en suerte, este se fue al caballo y al
no acertar el caballero con el palo, con el ímpetu del animal casi consigue que
montura y jinete acabaran estampados contra las tablas. Lidia aperreada, como
si le dieran descargas eléctricas. Primero muletazos por abajo, sin parar
quieto, muy despegado, con el último extremo del pico de la muleta. Prosiguió
en la misma tónica. Pico, enganchones, perdió la espada de mentira, eso que
ahora llaman eufemísticamente ayuda. Cambio a la zurda y marcando la salida del
muletazo antes de tiempo, con el consiguiente achuchón del toro. Más pico, más
tirones y echándose el animal encima al acabar las series, muy acelerado y
consintiendo que le tocara el engaño en demasiadas ocasiones, lo que hizo que
se le complicara la cosa con el de Joselito, el ganadero, no el torero. Si bien
es verdad que el viento molestaba, tiró por las manoletinas que tanto gustan a
los que aplauden los bajonazos y que se levante el palo. Bajonazo medio
recibiendo y petición de… ya saben. Y hay que agradecer a don Rafael Ruiz de
Medina Quevedo, presidente de la corrida, que no ahondara en la desvergüenza de
la plaza, evitando sacar el pañuelo blanco; y anda que los señores mulilleros
no le dieron tiempo para pensárselo.
El quinto, segundo de Román, no parecía querer nada con los
capotes, esperaba en los medios, escarbaba, que ya saben ustedes que según el
nuevo tratado enciclopédico de Tauromaquia, el Esplá/Amón, esto del escarbar es
cosa de bravos, que como no se aguantan tanta bravura, se dejan las pezuñas
queriendo hacer un pozo llegue hasta las Antípodas. Mucho mantazo perdiendo
terreno. Venga tirones y más tirones. Primer puyazo, leve, estando el toro
entre las dos rayas. Levantaron el palo, para alegría de muchos, pero el del
Tajo se quedaba encelado con el peto. En el último tercio Román quiso citar
dando cierta distancia, con la diestra, para soltar su repertorio habitual de
destoreo moderno, abusando del pico, brazo largo, desde fuera y echando al toro
para fuera, para acabar enredándose en trapazos sin sentido cambiándose la
muleta de mano, ahora por aquí, ahora por allá, pero en conclusión, poco o
nada. Que siga tan simpático, porque al final va a ser a lo único a lo que se
podrán agarrar sus fieles, aunque yo les confieso que aparte de sus condiciones
como matador de toros, Román me cae bien.
Álvaro Lorenzo se las tenía que ver con el otro de la Reina,
un toro que parecía más un ciervo y que ya de salida daba muestras de tener
problemas en las patas, al que tuvieron que echarle los capotes al cielo para
evitar que perdiera las manos y que duró hasta que Joselito Adame se obstinó en
hacer un quite. Salió uno de Montealto, con unas hechuras de búfalo de las
praderas. Le recibió Lorenzo con unas animosas verónicas rectificando. Entró al
caballo al relance, puyazo muy trasero, cara arriba, el de aúpa sin acabar de
atinar con el palo y venga la carioca. Un segundo picotazo y tras escarbar,
¡viva la bravura! Se fue en busca de la puerta de toriles, que igual ya no es
síntoma de manso, sino de que el animalito llama a la familia para que vean que
bien escarba en mitad del ruedo. Álvaro Lorenzo empezó pronto a dejarse
enganchar la muleta, carreras, desarme, lo mismo por el pitón izquierdo,
trapaceo por ambos pitones, con mucha sosería. Al sexto le tapaba un poco la
arboladura que lucía, que ya decía que la presentación fue cuanto menos, rara.
Como raro fue el tercio de varas, en el que no cabe ni eso que decían que no le
picaron ni para un análisis. Complicado picar menos, pero muy complicado. Que
tuvieron que llegar los banderilleros para que el animal se diera cuenta de que
le administraban algo de castigo. Salió Lorenzo decidido, pero entre telonazos
de inicio y ese toreo de pico citando desde fuera, más allá del hilo del pitón,
enganchones, mucho trapazo y demasiada vulgaridad, acabó una tarde que parecía
eterna, en la que el arte no asomó por ninguna parte. Tanto aburrimiento, tanto
sopor y el arte emigró a las Islas Kuriles.
2 comentarios:
Enrique, todo queda dicho en tu crónica. Sólo decir que a mí Román también me cae bien y destacar los dos buenos que puso Fernando Sánchez porque no hay más que destacar en una penosa tarde de ¿toros?
Un abrazo
J. Carlos
J.Carlos:
Muchas gracias. Respecto a lode Fernando Sánchez, sí que lo luce todo mucho, pero ayer me dio la sensación de que se le fue un poquito el punto en la reunión.
Un abrazo
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