Especialmente dedicado a quién cumple un año más. Muchas felicidades |
Les voy a confesar algo, me gusta el toro, toro, el de bella
e impresionante lámina, el que su visión ya hace que te riles, que la camisa no
te llegue al cuerpo, pero, siempre hay un pero, lo que se disfruta con unos
novillejos que parecen no haber llegado aún a utreros. Novillos que siendo de
Buendía, no parecían comerse a nadie, pero, ¿cuándo vuelven? ¿Para cuándo otra
novillada de la Quinta? ¡Caramba con los pequeñitos! Que los novilleros,
taurinos y amigos interesados de los taurinos dirán eso de “pequiñes, no
gracias”. Oiga y con lo que dicen que gustan los mastodontes en la Plaza de
Madrid, no se ha protestado ni uno. Y no ha hecho falta nada más que ver al
primero de la tarde para darse cuenta de que la cosa podía animarse, cuando
para rematar en el burladero de matadores ha metido el hocico en el montón de
arena que le protege. ¡Qué cortita se nos ha hecho la de la Quinta y que larga
se les puede haber hecho a otros que esperaban posturas y se han encontrado
carreras.
Tres novilleros que aspiran a verse en nada y menos
anunciados en los carteles de postín de todas las grandes ferias, Ángel
Jiménez, el Galo y Francisco de Manuel, que si logran tal propósito, seguro que
harán lo posible y lo imposible para no tenerse que poner delante de una de
estas nunca más. Que les preparen Domecq hasta la embriaguez, pero de los
cárdenos, ni uno más, que como broma, esta de la Quinta ya les ha valido. El
primero salió sin que Jiménez hiciera demasiado por meterle en vereda y él
solito se fue contra el peto, como un ciclón, empujando con brío, tirando
cabezazos y desmontando al señor del castoreño, pero tuvo la mala suerte de al
tomar un capote, clavar los pitones en el suelo y quedar tendido en el suelo,
dando la sensación de que no se iba a levantar. Pero se levantó, que tenía que
ir buscando la muleta sin desmayo, aunque acusaba el percance previo, mientras
su matador se limitaba a aplicarle el toreo de todos, cite desde fuera, con el
pico y sin aprovechar los viajes buenos del animal. Su segundo salió queriendo
enterarse de lo que pasaba por allí. Mal picado, trasero, cabeceaba contra el
peto, hasta que le levantaron el palo, momento en que se enceló más con el
caballo. En el último tercio, ante el pico que le ofrecía el espada, el novillo
se le venía encima y dejaba al descubierto las carencias de Ángel Jiménez, que
no acababa de tener claro por dónde entrar a su oponente. Pico, trapazos, se le
va de repente a tablas, lo saca y continúa a lo suyo, hasta que las embestidas
ya eran saliendo con la cara alta, sin querer saber mucho más de aquello.
El Galo se vio sorprendido desde la salida del ímpetu del
este segundo de la tarde, teniendo que darse la vuelta y ceder terreno al
segundo capotazo. Acudió de lejos y con prontitud al caballo, para empujar con
ganas, plantando batallo al que le hirió de primeras en la paletilla. Una
segunda vara también con distancia, derrotando bastante mientras le hacían la
carioca. En un quite su matador se vio desbordado, acabando tirándole el capote
a la cara y echando a correr como alma que lleva el diablo. Nadie se hacia con
el novillo, que hacía hilo con todo lo que se le pusiera por delante. El Galo
optó por darle distancia, pero no le administró el temple que precisaba,
dejando que le tocara el engaño. El cárdeno acudía a todo, empeorando las cosas
al notar la tela con los pitones. Se comía al torero, que no encontraba la
forma de quedarse quieto. Se quiso desquitar el azteca, recibiendo al quinto
con unas verónicas muy arrebatadas. Mal picado, en mitad del lomo, peleando sin
humillar, pero con fijeza. Y en ese afán por agradar, el señor Lagravere se
puso a parear. En buena hora. Pareó más esprintando que midiendo al novillo, a
toro pasado, al violín y al trombón, queriendo quebrar una vez, otra por
compromiso, para acabar corriendo buscando escapar de aquel pequeñín con mala
uva. Poco mejoró su quehacer con la muleta, comenzando a base de trallazos y
banderazos y prosiguiendo con muletazos con el engaño al bies y muchas
carreras, pues el novillo se lo comía, que lo mismo le daba por uno que por
otro pitón, acabando con unas manoletinas y un sartenazo tirándole el trapo a
la cara.
Francisco de Manuel parecía que quería y así lo demostraba
con las primeras verónicas de recibo, sin enmendarse y hasta alargando las embestidas
de su oponente. Se le pico incluso delanterito al novillo al que a la salida
del primer puyazo le quitó el matador con gusto. Ya en la muleta no había mando
y el animal le echaba la cara arriba. Le dio distancia, pero al meter tanto
pico, se le venía por el hueco entre tela y bulto. Con criterio cambió al pitón
izquierdo, aunque ese no mandar le obligaba a correr y correr tras cada
natural, para acabar viéndose apurado al colársele el animal por el mismo
motivo, el pico exagerado. Se puso incierto el de la Quinta, no lo que no
evitaba que acudiera allí dónde le presentaran la tela. De nuevo recibo a la
verónica al sexto, quizá algo más afectadas, encogiendo un tanto el brazo que
toreaba, lo que impedía que se alargaran demasiado las embestidas. Empujó este
sexto con fijeza en la primera vara, señalándosele apenas las segunda. Para el
trasteo de muleta eligió los terrenos del seis, cruzándose con él todo el
ruedo. El toro tomaba bien la muleta que le presentaba de Manuel, con el pico y
sin mando, lo que le obligaba a recomponerse y recuperar el sitio a fuerza de
correr, lo mismo por uno que por otro pitón, enganchones, le apura, más
carreras, sin pausa, no paraba quieto y sin poder, igual que sus compañeros,
con una corrida echa para un toreo más poderoso, más de verdad y no para que le
enjaretaran muletazos al uso a diestro y siniestro. Y así pasó, que los
novilleros se hartaron de correr.
Enlace programa Tendido de Sol del 26 de mayo de 2019:
1 comentario:
Sr. Enrique, leo el comienzo del comentario, y me acuerdo de una frase de mi abuelo. "Lo menos que tiene que dar un toro, es miedo". por lo demás, si los que lidiaron la novillada es el futuro, negro lo tenemos. Jiménez en su primero no se puso delante ni una vez, mucho menos con su segundo. Galo, desafortunado en todo y De Manuel, quitando las verónicas... Pienso que los novillos tenían muchas mas cosas y que ante una novillada así, había que estar de otra manera.
Felicitaciones a los comentaristas por lo acertado de sus explicaciones. Un saludo. Rigores.
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