Toda una tarde en la que solo nos pudimos quedar con la manera de dejar al toro al caballo de un solo capotazo de Rafael González. |
Resulta una evidencia más que conocida que ahora esto del
toro camina boca abajo, valores indiscutibles de siempre, ahora resulta que
unos caballeros los cuestionan de forma interesada, sin otro fin que beneficiar
al sistema de trágalas que maneja todo esto; usos y costumbres que cimentó el
sentido común, ya no parecen tener validez, pero eso solo es en apariencia,
porque la realidad acaba imponiéndose y cuando te crees que ha burlado la
razón, ¡Zasca! Te llevas un sopapo en el hocico. Ahora resulta que los toreros
vienen a Madrid en un a ver qué pasa y tan mala maña se aplica sin remedio en
el escalafón novilleril. Ahora vienen a Madrid a probar suerte y a partir de
ahí, a ver si pueden empezar a hacerse un hueco en el toro. Pero igual que la
mentira, lo ilógico tiene las patitas muy cortas, lo que hace que los
novilleros, que es el caso que nos ocupa, se estampan más pronto que tarde ante
el muro de la incompetencia. Hay espectadores con vocación de ama de cría, que
pretenden consentirle todo a los chavales, por aquello del “pobrecito” o el “es
que son muy jóvenes”, como si su misericordia les hiciera bien. No creo que
haya mayor canallada que ese espíritu supuestamente benévolo. Ya puede
contagiarse toda una plaza de esa compasión, que siempre puede aparecer, en el
momento más inoportuno, el toro. Y entonces, ¿qué? ¿Le explicamos al toro que
el chaval está muy ilusionado, que su familia se ha empeñado para que sea
torero? Que total, solo tiene veinte añitos, o los que sean. El toro no sabe de
edades y la forma en que responde a la impericia no suele ser nada cariñosa, es
más, a veces resulta muy dura. Que yo entiendo a los que llevan las carreras de
los chavales que les digan que son la reencarnación de Mazzantini, claro que
sí, porque tal y cómo está esto montado, si a un chaval se le dice que no vale,
entonces el papá dejará de soltar la mosca y se acabó el negocio de esos
supuestos guías de toreros. Porque el negocio de estos no es encontrar un
torero que valga, que pueda y enseñarle todo sobre el toro y el toreo. En ese
caso, el cliente sería el que paga la entrada y al que habría que ofrecerle un
torero por el que estarían dispuestos a pagar lo que fuera por verle. El
cliente al que hay que convencer es el
papá, a quién esquilman la cartera poniéndoles delante un espejo que
distorsione la realidad, pero que proyecte la imagen de una ilusión que
confunda al papá, que solo descubrirá la verdad cuándo la cartera vacía le
despeje la vista.
Y lo que son las cosas, tanto afán por que salga un toro que
se deje y cuándo les salen a los niños uno, dos o mil para explayarse con su
limitado repertorio, no son capaces ni de empezar la lección, se les queda la
mente en blanco y entonces se agarran al catálogo de excusas que los
expoliadores tendrán siempre a mano, al menos mientras haya tela que trincar.
Los de Montealto, unos novillos muy bien cebados, aunque sin cara, podían haber
sido unos buenos “colaboradores”, si los chavales al menos se hubieran
preparado los primeros temas del libro de la torería. A Leo Valadez le debieron
dar la consigna de entrar en quites en cuanto se presentara la ocasión, pero no
le contaron cómo ejecutarlos, ni como seguir la lidia o poner el toro al
caballo, cosa que no hizo en ninguno de sus dos novillos, a los que no se les
pudo picar, faltaría más. A su primero le recibió de muleta de rodillas,
largando tela para que el animal se fuera lejos, muy lejos. Ya en pie demostró
lo buen alumno que es de las modernas escuelas de tauromaquia; abusó del pico
con descaro, sin tan siquiera amagar con templar en un solo muletazo,
endilgando al personal una faena que resultó interminable. A su segundo le
inició con telonazos por alto, para continuar con lo mismo de su primero,
siempre muy fuera en el cite, enganchones a tutiplén y cuándo ya no le daba su
saber para más, pues a tirar de arrimón, que eso siempre levanta al público.
Muy poca ciencia para pretender aprobar el examen de Madrid, dónde hay que
venir con el temario al dedillo, para como poco, sacar un sobresaliente, que si
luego no puede ser y la nota queda en un notable, pues tampoco está mal, pero
si se viene a por el cinquillo ramplón, igual no se llega.
Diego Carretero comentaba al final que había venido a poner
todo su alma, todo lo que tenía dentro. Lo que dice mucho de él, pero si esto
es todo lo que da de si después de vaciar todo su ser taurino, mala cosa.
Comenzó con una larga de rodillas, lo que ya me parece más sensato que la
portagayola. Verónicas embarulladas, sin parecer preocuparle eso de alargar el
viaje al toro. Mal en la lidia, dejó a su primero que se le diera en el
caballo, para que solo se señalase la segunda vara. Pases por alto, para
continuar por el pitón derecho tirando de pico, muchas carreras, sin apenas
pararse ni para respirar. La misma canción por el izquierdo, cites de frente,
por un pitón, por el otro, para no dejar de estarse colocando constantemente,
evidenciando unas formas harto vulgares. Su segundo se atrevió a ofrecer pelea
en el caballo, aunque solo por el pitón izquierdo y con la cara alta. Apretaba
por el lado izquierdo y en cuanto le presentó la muleta plegada, a la primera
embestida vio como le arrancaba el engaño de la mano. Si hasta pareció que al
natural quería no meter el pico, lo que no acabó de resultar, quizá porque
tanto ha aprendido el vicio del pico, que como casi todos sus compañeros,
cuándo quiere hacerlo de verdad, se le hacen los dedos huéspedes. Trallazos sin
templar, muchas prisas, demasiado acelerado, enganchones y abanicazos por el
derecho. Había que calentar aquello, se mete entre los pitones, alcanzando
altas cotas de vulgaridad, culminando la actuación con unas bernadinas y un
revolcón inoportuno, del que el culpable será el viento, el toro, el público o
vaya usted a saber, lo que sea, menos el que el chaval se piense las cosas,
pero al final, lo único real es que él es quién se lleva estos porrazos, no los
que le pretenden aplaudir todo o le jalean con ese ¡Bieeen torero! Que tanto
daño hace a los chavales y que les hace no darse cuenta de todo el camino que
tienen que hacer antes de asomar por Madrid.
El tercero era Andy Younes, ya saben, pongan un torero
francés en sus vidas, se lo recomienda… Bueno, da igual, ya sabemos quién nos
lo recomienda. La verdad es que pocos toreros han pasado por Madrid últimamente
tan sosos como este rubito de dulces maneras y andares de pasarela, pero de
toreo ineficaz, incapaz de al menos sujetar al novillo en los engaños. Abandonó
a su primero como si lo dejara tirado en una gasolinera en los dos puyazos, para
que en el primer encuentro empujara metiendo los riñones. ¡Qué cosas! Un
novillo al que se le pudo picar y que además cumplió en el caballo. Esperen que
me seque las lágrimas de la emoción. Ya con la muleta se dispuso a soltar su
papel de la primera a la última línea, así, de carrerilla, y en el primer
renglón ponía pase por detrás. ¿A este le han fotocopiado los apuntes? Preguntó
un caballero de por allí cerca. Y aunque con su personal amaneramiento, soltó
lo que todos, los Reyes católicos y la toma de Granada. Y tan fino él, soltaba
enganchones como todos y la chabacanería de los trapazos por detrás,
invertidos, pico, que si te lo pego de frente y me sale como me sale. Eso sí,
el novillo, aquel al que picaron, acabó en toriles. Cosas del toro de lidia. A
su segundo le costó un mundo algo tan básico como llevar el toro al caballo. El
inválido sexto hasta pareció querer empujar en el caballo y para arreglarle lo
suyo, pues a picar en mitad del lomo, cosas de estos picadores también
modernos, que de mitad del lomo para adelante no ven toro. De nuevo con la
pañosa, Andy Younes se limitó a largar tela, con la mano alta, carreras y más
carreras, aburriendo al personal. Muy fuera, con el pico de la muleta y cazando
muletazos según pasaba el de Montealto por allí. Se acabó poniendo pesado, para
acabar de más de media bajera, soltando la muleta. Un primor. Y mientras
algunos se regocijaban de la juventud de los chavales, otros viendo el porvenir
que se nos avecina y adivinando el futuro que ya nos ha alcanzado, se decían en
voz alta, que a Madrid se viene estudiado y bien estudiado.
4 comentarios:
Lo comentado con lo visto esta tarde es lo que marca la diferencia con los de la tv que,distorsionan lo que verdaderamente acontece en la corrida.Felicitaciones.
P.D. Parece que perder la muleta al matar ya es normal.
Docurdó.
Docurdó:
Parece que los que estamos en la luna somos nosotros, ahora un toro que se duele en banderillas es bravo, la bravura no se ve en el caballo, el bajonazo es ley, soltar la muleta debe ser cualquier otra barbaridad y el torear de verdad, un imposible. ¿En que mundo hemos vivido hasta ahora? Escuchándoles es como si hubiéramos vivido en una falsa ilusión hasta ahora.
Un saludo
Enrique, en esta ocasión no haré comentario alguno sobre la novillada por no estar presente en la plaza. No quería pasar por tu casa para denunciar algo que he leído en la columna de José Ramón Márquez, y es que al parecer una persona acompañado de un vigilante de seguridad poco menos que intimidó a un aficionado conminándole a no tocar las palmas de tango. Hasta ahí podíamos llegar, que esta empresa intente coartar un derecho constitucional como es la libertad de expresión. Creo que esto tiene que ser denunciado en los portales taurinos. No podemos permitir que traten de intimidarnos.
Un abrazo
J.Carlos
J. Carlos.
Pues sí, así es, molestaba, según le dijeron. He tenido la oportunidad de hablar con el señor, que es un señor, y sin prohibirle explícitamente, implícitamente le invitaron a no manifestarse. Si estas son las maneras modernas, se parecen bastante a usos que creíamos desterrados de este mundo. Luego estos que envían "mensajeros fe la infamia" se llenan la boca con la libertad y el derecho a actuar cómo a cada uno le venga en gana... siempre y cuándo muestren adhesión incondicional al ser supremo de todo esto.
Un abrazo
Publicar un comentario