Torear también es poder, dominar y luego, si se tercia, ponerse bonito, aunque el ver lidiar, es tan hermoso |
En estos momentos en los que los aficionados de Madrid aún
no entienden lo que ha ocurrido en la plaza de Madrid, quizá los señores
presidentes de corridas de toros de Madrid estén pensándose las palabras más
adecuadas para redactar un nuevo comunicado en el que exijan la dimisión, la
renuncia, la destitución o vaya usted a saber qué, del presidente don Jesús
María Gómez Martín, aunque lo mismo, hasta están buscando restaurante dónde
darle un homenaje, un más que merecido homenaje, que podrían convertir en un
bonito acto de hermanamiento con el PACMA, con la asistencia de presidentes de
federaciones taurinas, de asociaciones de profesionales del toreo, de prensa
taurina y de algunos señores que se dicen aficionados y taurinos. Estarán
satisfechos, al final han conseguido destrozar Madrid.
De un tiempo a esta parte no era infrecuente ver cómo gentes
indocumentadas protestaban con palmas de tango cuándo aparecía en el ruedo un
manso. Lo que divertía esto a los aficionados, bastaba un manso para que los
ignorantes levantaran el brazo para que todo el mundo supiera quienes eran.
Quizá les parezca duro calificar a estos señores de indocumentados o
ignorantes, pero no es que se trate de ofender, ni molestar, simplemente es la
evidencia que muestran sus actos. No deben saber que la mansedumbre es una
condición del toro, no es ningún defecto. Pero la broma deja de tener gracia
cuándo un matador de toros, David Mora, hace gestos ostensibles al palco,
pidiendo que el toro sea devuelto. Luego aclaró suficientemente su
comportamiento, refiriéndose a la peligrosidad del toro. O sea, que un matador
de toros con años de alternativa, no solo parece ignorar que los mansos no se
devuelven, sino que reconoce abiertamente su incapacidad para hacerle frente,
lidiarlo y matarlo a estoque. Pero cuidado, que si la cosa se hubiera parado
aquí, dentro de lo malo, la cosa no habría llegado a mayores, pero ahí estaba
el señor presidente, que ni corto ni perezoso, sacó el pañuelo verde y mandó
salir a los cabestros para devolver el toro a los corrales. Que ahora se pondrá
en marcha la maquinaria propagandística y empezarán a intentar explicarnos el
bochorno, pero casi mejor que no nos lo expliquen, porque no hay nada peor que
tapar la miseria con mentiras. Si por lo menos demostraran todos un mínimo de
honradez. Unos intentando aprender y conocer esto, que esto no se trata de
artes, fiestas, juergas y meriendas, que aquí muere gente y puede morir cada
tarde; que hay un animal al que se sacrifica y al que hay que darle siempre su
oportunidad, por encima de todo, incluido ese arte. Otro, viendo que lo de
estar en un palco es una responsabilidad para la que no está preparado,
renunciando a ese puesto de privilegio en la plaza de Madrid. Y el otro, el
torero, cortándose la coleta si no tiene ni valor, ni recursos para enfrentarse
a un toro peligroso, muy peligroso, que lo era, pero es que esto, lo de ser
torero, es para los mejores, es para los grandes, los elegidos y para los
demás, los tendidos, las gradas, las tertulias o los bancos del parque.
Un David Mora que siempre se ha caracterizado por dejarse ir
grandes toros y por mostrar su conformismo ante ello, no sin cierta soberbia y
desdén, pues con pasar a hurtadillas ya le valía. A hurtadillas, igual que pasó
con su primero, que de salida ya buscaba su querencia de manso y eso que hasta
cumplió en la primera vara. Muy abanto, siempre pendiente de irse hacia
toriles. Ya en el trasteo de muleta, el matador no tardó en querer aplicar su
repertorio habitual, mucho muletazo, por momentos poniéndose bonito, pero
abusando del pico de la muleta y exageradamente perfilero. Nada nuevo. El toro
poco a poco se le iba viniendo arriba, obligando al espada a tener que
recuperar la colocación constantemente, lo que no quitaba para que hubiera
quién le jaleaba toda esa trampa. Pero fue en el cuarto en el que don David
Mora dejó su impronta más sincera. Un toro manso, que no quería nada con los
capotes, salió paradísimo, con paso cansino primero y dando un respingo cada
vez que le ofrecían las telas. Emplazado, era complicado entrar allí, muy
complicado. Lo intentó José Antonio Carretero, se marchó a toriles y el espada
ya hacía gestos de que se le devolviera a los corrales, por manso, aprovechando
como una parte de la muchedumbre protestaba tal mansedumbre. Quizá consideraban
que esta condición del toro fuera un defecto, una merma física, incluso como si
hubiera podido estar quemado en el campo. Pero no era el caso y el señor
presidente, don Jesús María Gómez Martín, sacó el pañuelo verde. No dio opción
a que salieran los caballos, que quizá a favor de querencia se hubiera
arrancado queriendo buscar la salida, hasta si me apuran, mostrando los capotes
desde el callejón, cualquier cosa usualmente inaceptable, tenía cabida para
enfrentarse a este regalito. Las negras, un macheteo por abajo, hasta un infame
bajonazo se habría podido entender, pero nunca, nunca, devolver un manso a los
corrales. El que salió fue uno de José Cruz, de presentación poco aceptable, al
que David Mora obvió durante la lidia y al que se limitó a administrarle su
receta de trapazos, eso sí, componiendo con exquisitez. La pierna de salida
escondidísima, media muleta, medios pases, en extremo perfilero, mientras el
toro escarbaba entre tanda y tanda, pero con ejemplar tan medido, a pesar de su
mansedumbre, sí que se atrevía, para no sacar nada en claro, pero sí que se
atrevía y luego, pues él, junto con su apoderado, dio esas explicaciones que
podrán tener muchas interpretaciones, pero que hace que una destaque por encima
de todas, la deshonrosa falta de afición.
El segundo de la terna era Juan del Álamo, que recogió a su
oponente con verónicas a veces dando la sensación de estar peligrosamente
desacompasadas con el viaje del toro. Se dejó el de Las Ramblas en el primer
puyazo, para apenas recibir un exiguo picotacito después. Con la muleta
instrumentó tandas con la muleta demasiado atravesada, acelerado y fuera de
cacho, pasándose el toro allá a lo lejos. Continuó entre enganchones carreras y
desajustes varios. Un torero que en múltiples ocasiones ha sido premiado en
esta plaza, incluso saliendo por la Puerta de Madrid, pero quizá en su segundo
de Las Ramblas ha sido una de las ocasiones en las que haya toreado con más
mérito. Un manso que no quería trapo, que escarbaba y al que paró con eficacia
Domingo Siro. Se fue suelto al que guardaba la puerta, que aprovechó bien la
ocasión, pues por las trazas que llevaba, igual no había más opciones. Cómo
cabeceaba el peto mientras le tapaban la salida, siempre queriendo irse a la puerta
de chiqueros, para recibir un nuevo puyazo. Comenzó del Álamo con la diestra,
el toro escarbaba y de repente tiraba un arreón que se llevaba por delante a lo
que se pusiera por delante. El matador probó primero a contraquerencia, ya
habría tiempo para irse a los terrenos del toro y ahí le fue arrancando
muletazos con la derecha. ¿Pico? Sí, pero ahí había un animal en el que todo,
pero todo lo que se le hiciera tenía mérito. Medio logró meterlo en el trapo,
incluso lo probó por el izquierdo y también le pudo el salmantino. Y cuándo ya
no le quedaba casi nada, muletazos casi de uno en uno, tandas sacadas con mucho
trabajo, que no dieron como fruto ningún trofeo, pero hoy sí, del Álamo toreó y
se jugó el cuello ante un manso que no quería ni jugar al parchís. A ver si va
a resultar que los toreros se hacen más grandes ante las complicaciones y con
la comodidad no llegan a mediocres trampantojos de toreros.
Volvía José garrido y la verdad es que no dijo demasiado.
Voluntad en las verónicas de recibo a su primero y aunque quiso calentar el
ambiento con verónicas de rodillas, se lio y las buenas intenciones quedaron en
mantazos al aire. Mala lidia, se dejó escapar el toro al caballo desde las dos
rayas, sin que apenas se picara en ninguno de los dos encuentros. Con la
muleta, siempre muy fuera, cambiando de mano, pero consiguiendo el mismo
resultado. Le tocó el más feo y con menos trapío del encierro, otro manso que
se emplazó de salida, de nuevo sin conducir la lidia medio decentemente. Se
mostró demasiado desconfiado con la muleta, con desarmes incluidos, ante un
animal que tampoco tenía mucho que ofrecer y que mostró peligro hasta cuándo
garrido intentaba descabellar, tirando traicioneros arreones. Y aquí terminaba
una corrida más de la deria de Madrid, que hizo que los aficionados de Madrid
nos lleváramos la vergüenza uy la indignación para casa, al haber sido testigos
de cómo los taurinos habían ultrajado su plaza. Dicen que esto es lo que hay y
que debemos adaptarnos. ¿A una fiesta que se ha convertido en un sin dios, en
un nido de infamia en el que solo cuenta el dinero y mantener a unos cuantos
que están estirando su negocio arrasando con una historia, una tradición y la
honra de una fiesta que un día fue grande? Unos señores más interesados en
sacar el máximo beneficio con el menor riesgo posible, que les da lo mismo
pisotear los fundamentos de la fiesta de los toros, que se recrean en beber,
comer, dar palmas y jalear a Perico de los Palote, si es menester, pero no,
caballeros al menos mientras haya un aficionado que ame esto, que lo sienta y
para quién esto es su vida, tengan en cuenta que intentaremos no darles
facilidades y es que esto es muy serio.
4 comentarios:
Si fue así, que David Mora con sus gestos pedía la devolución del toro, la cosa es más que indignante. Yo creía desde la tele, que el matador pretendía el cambio de tercio, que saldrían al ruedo los picadores, y que el Presidente había interpretado esas señales mal y de manera totalmente incomprensible procedió al cambio del animal. Lo que no comprendo es cómo pudo ocurrir algo así en la Primera Plaza. No comprendo la labor de los asesores. ¿Para que están? y no comprendo como toda la asistencia no protestó con energía. En las imágenes se vió a una minoría localizada batiendo palmas plas plas plas. Ridículo total.
Rigores.
"Veo" San Isidro en la tele (y seguramente influido por tus amigos comentaristas). Por tanto contradecirte es una osadía por mi parte.
En mi opinión, insisto que por lo visto en la tele, David Mora pidió al Presidente que salieran los caballos y sorprendentemente el Usía (él si que tiene usía)cambió de Toro.
Inaudito, inexplicable...¿Te imaginas que el Presidente hubiera echado al corral por manso, al toro de Cortijooliva al que Joselito le cortó dos orejas el 2 de Mayo de 1996?.
Un abrazo Enrique.
Rigores:
Pues sí que se protestó, pero claro, no los que lo protestaban por manso0, creyéndose en posesión de toda la autoridad que les confiere ir un día al año a los toros. Los que protestaron esa devolución, entre los que me cuento, sentimos una enorme pena por el punto al que había llegado nuestra plaza.
Un abrazo
Fabad:
Pues nos habría privado de una lección de toreo y de pundonor por parte de los de luces. Pero eso ya no está de moda.
Un abrazo
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