Torazos para soñar que no lo permitieron y toreros para dormir |
Con la ilusión que tenían los aficionados desde el momento
en que supieron de esas capas cárdenas, cárdeno salpicado, berrendo en cárdeno,
cárdeno bragado meano corrido, cárdeno claro, que vestían a unos torazos que
parecían recién llegados de otras épocas. Asomaban por la puerta de chiqueros y
el clamor solo podía silenciarse por la emoción de ser testigo de esas láminas
imponentes, que a buen seguro iba a permitir a la terna expresarse, pero… ¡Ay! Que
ahora vienen los peros, ¡Cachis! Que no todo es lo que parece. Igual que eso de
expresarse, a veces… Que los que se visten de luces te lo sueltan ahora con una ligereza que pasma, como
si no supieran lo que dicen, o sí. Que tanta expresividad contenida y deseosa
de salir al mundo nos hace vivir este expresionismo taurino, como si paseáramos
por el Berlín de principios del XX. Expresar, expresar, expresar y no dejar de
expresar. Que a uno le da cosa pensar lo atormentadas que tienen que estar las
mentes de los coletudos que quieren, que necesitan expresar, pero que no pueden
porque un toro, la casta, el genio, el aficionado exigente o quién quiera, se
lo impiden. Aunque ya digo, que a veces lo de expresar no tiene que ser bueno
en si mismo, que también puede ser que la expresión que brota del manejo de las
telas pueda ser un solemne canto a la vulgaridad y que huya del arte como alma
que lleva el diablo.
Salió el primer torazo de la Quinta, al que estrellaron
varias veces contra las tablas. No me atrevería a decir que esos porrazos
fueran la causa de que se quedara parado, pero se paró. Ni se empleó en el
caballo, ni se le pudo castigar apenas nada. La verdad es que esto tampoco ayudó
a que Juan Bautista expresara nada bueno, si acaso ese alargamiento artificioso
del brazo, muletazos dando aire al animal, dejando pasar el rato entre bostezos
y aburrimiento de la concurrencia. Y salió el cuarto, con el que comenzó expresándose
cortándole el viaje, agazapándose detrás de las orejas antes de que pasara el
animal, sin jugar los brazos, sin sacarlos para alargar la embestida. Le
taparon la salida en el caballo en la primera vara y en la segunda se le puso
de lejos, para alegría del personal, pero se marchó sin tan siquiera mirar al
caballo. Ya desde más cerca, no hubo casi ni picotazo. A continuación Juan
Bautista nos regaló más de lo mismo, vulgar, abuso del pico, soso a rabiar, abúlico
y levantando la mano al final del muletazo. Poco que expresar y nula
expresividad del galo, al que seguiremos viendo una y otra vez, una y otra
feria, a pesar de que no dice nada, perdón, no expresa nada, si acaso,
desesperación en los asistentes.
Lo del Cid ya no es cuestión de expresar, quizá puede que
sea más cosa de estar. El sevillano lleva mucho tiempo sin estar y lo que
expresa es una incapacidad alarmante, falta de sitio, de corazón y de ideas. Cuántas
veces se habrá oído en la tarde eso de “con lo bien que toreaba este hombre”. Pero
las cosas han cambiado mucho con este torero. Que se puede estar mal una tarde,
dos, mil, pero hay que ver cómo es ese estar mal. A su primero le recibió con
capotazos de compromiso, Un toro que renqueaba desde los primeros lances y al
que apenas se le tocó en el caballo, dónde la mayor batalla que presentó fue
cabeceando en el peto y yéndose suelto. Inició el trasteo de muleta con la
derecha, dando vuelta como el Giraldillo, sin llevar la embestida, limitándose
a dar aire con la pañosa. Muy desconfiado, sin pararse quieto, metiendo el pico,
un desarme, sin sitio y desperdiciando las escasas embestidas que ofrecía el de
la Quinta, que hasta amagó con meter la cabeza, pero ese posible conato de
virtud se fue por el desagüe con esos trapazos sin sentido. Pero cuándo peor
imagen ofrecio el espada fue con el quinto, que ya de salida dio claras
muestras de que iba a hacerse el amo de la situación. El matador veía como era
superado en cada embestida, hasta tener que darse la vuelta e ir cediendo
terreno al toro. Le costaba quitárselo de encima, lo que hizo que hubiera
demasiados más capotazos de los aconsejables. No atinó para ponerlo en el
caballo, dónde el animal recibió su castigo, ofreciendo pelea, con la cara a
media altura y tapándole la salida. Mejor puesto en suerte para el segundo
encuentro, se arrancó de buena manera, para seguir peleando. En el último
tercio se le vio al Cid aperreado, sin poderse quedar quieto, rectificando la
colocación permanentemente, sobrepasado en todo momento, venía el toro y le ponía
la muleta, desarmes y un penoso deambular por el ruedo a lo que mandara el
negro entrepelado. El Cid expresó, claro que expresó, pero muchas más cosas de
las que quizá deseaba y de las que esperaba. No es agradable ver en esta situación
a un torero que lo fue casi todo para la plaza de Madrid. Desde luego que no.
Morenito de Aranda es un torero del que todo el mundo piensa
que tiene una idea clásica del toreo, con gusto y que sabe hacer las cosas. Pues
bien, parece que desde hace un tiempo está empeñado en expresar todo lo
contrario, en que esa idea optimista se borre del imaginario del aficionado. Y
eso que a su primero, un toro que salió con cierto ímpetu, incluso rematando en
tablas, lo recibió con buen toreo a la verónica, especialmente por el pitón
izquierdo. Un primer puyazo en el que el palo fue a buscar al toro, puyazo
trasero y el de la Quinta tirando derrotes desesperadamente, lo que se repitió
en el segundo puyazo. Se lo sacó el Morenito aseadamente para afuera y las quizá
dos tandas que tenía, tandas cortitas, por cierto, las desperdició no rematando
los muletazos arriba. Por el pitón derecho se le quedó a las primeras de
cambio, al hilo del pitón, pases de uno en uno y cuándo quiso volver con la
zurda, ya se había esfumado toda posibilidad de toreo. Al sexto lo recogió con
capotazos muy destemplados, violentos, que en nada convenían al toro. Peleó en
el caballo y hasta se le pudo picar en la primera vara, de la que salió tras
derrotar en el peto, al que incluso se arrancó con ganas. El comienzo de la
faena de muleta fue por abajo, a una mano, para que el toro perdiera las manos.
Tandas por el derecho, con un primer muletazo del tirón, uno segundo templado y
en el tercero todo se descabalaba. Así sucedió en dos tandas, hasta que ese
vicio del pico ayudaba a que el toro se le quisiera ir por el hueco entre el
bulto y el engaño. Por el izquierdo no se quedaba quieto y vuelta al derecho,
pero ya no había nada que sacar del último cárdeno, que a mitad del pase se
quedaba y levantaba la cara como un mulo. Si nos atenemos a lo tenebroso, a lo
oscuro de una tarde de toros, a lo atormentado del aficionado que peleaba por
no dar una cabezadita, más parecería una tarde para inspirar a cualquier
expresionista. Incluso las formas y quehaceres de la terna, que quizá esperaban
que el toro se toreara solo y ellos poder expresar, pero, ¿expresar, qué? Y así
pasamos el día transitando por un puro expresionismo, nada expresivo.
4 comentarios:
Corrida perfectamente presentada. No me gustó. Esperaba mas cosas de los colomeños. Lo mismo esperaba de los matadores. Ambos me decepcionaron, sobre todo, éstos, que se vieron sobrepasados por los problemas de los animales que no supieron o pudieron solventar. Algún matador se lo tiene que pensar eso de continuar. Al final... tedio.
Enrique, por lo que cuentas, me alegro de no haber ido ayer a la plaza. Este año estoy un poco despistado, de hecho pensaba que la feria empezaba hoy si no fuese porque mi madre me dijo que salió por televisión un anciano que salía de la plaza y ante la pregunta de la entrevistadora: "¿cómo sale usted tan pronto de la plaza, si todavía no ha acabado la corrida? El hombre responde: "estos novilleros no vale ninguno para nada...y los toros menos".
Como esta sea la tónica general del ferial, el año que viene no renuevo el abono. El ganado torista naufragó de lleno, espero que este año no suceda lo mismo. De los pegapases mejor no hablamos.
Un abrazo
J.Carlos
Anónimo:
Quizá alguno ya lo tendría que tener muy pensado y otros, el no haber vuelto.
Un saludo
J. Carlos:
Pues sentiría que lo dejaras, pero no te voy a decir que no te entienda, a la perfección.
Un abrazo
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