El toreo a dos manos puede pasar de ser ayudados a ser telonazos |
Ver a un torero humilde, que ha peleado contra adversidades
que nadie podía imaginar y las ha vencido y que el día de su confirmación salga
por la puerta de Madrid, genera siempre un momento de alegría, incluso de
euforia. Ver como a los suyos les tiemblan las piernas, sus llantos, los
abrazos, esa alegría desbordada, no se paga con dinero. Pero una vez superado
ese momento de éxtasis, quizá hay que parar un momento y pensar en que estamos
haciendo con la Plaza de Madrid, con la fiesta. Porque cuando se aplica la
mesura, no por parte de sus partidarios, sino por parte de la autoridad, todos
salimos beneficiados y además se impone la justicia. David de Miranda ha salido
en volandas a hombros de los que tanto le han visto padecer, de aquellos que
celebraron un día el que se volviera a poner de pie, el que diera dos pasos
seguidos, que tomara de nuevo los trastos y que vistiera otra vez de luces. El
triunfo más grande ya estaba conseguido, había vencido a la fatalidad. De la
misma forma que en este sentido su triunfo ha sido igual de colosal, el de Paco
Ureña, al que hemos podido volver a ver vestido de luces. Que en este día de
vuelta ha cortado una oreja, pero la Puerta Grande, grandísima, ha sido el
superar su calvario, el despejar los negros, negrísimos nubarrones que una
tarde quisieron aplastarle la esperanza de seguir en los ruedos. Orejas,
despojos o lo que quieran, no son nada comparado con el triunfo de estos dos
señores del toreo, uno humilde y de Trigueros y el otro, vislumbrando la
cumbre, de Lorca. Y ahora, hablemos de toros.
Eran los toros de Juan Pedro Domecq, la masa madre de este
suflé que es el toreo moderno, la Tauromaquia 2.0. que no han defraudado, han
sido unos animalejos mal presentados y con el comportamiento habitual de este
hierro y sus franquicias, flojos, inútiles para el caballo y de los que van y
vienen en la muleta, buscando la pelotita. Y unos intentaron encontrarse con el
toreo, Paco Ureña y David de Miranda, y otro quiso endilgarnos lo suyo, Julián
López, El Juli. Y lo suyo es hacer lo que le parece, que para eso es uno de los
máximos exponentes de este tinglado que nos quieren vender como toreo. Y si
alguien tiene dudas, que se fije en el primero que le tocó en suerte,
anovillado y de feas hechuras, al que no es que no se le picara, es que salía
del caballo tirando coces. Se dolió en banderillas y prosiguió el resto de la
lidia entre caída y caída, mientras su matador, que tuvo que luchar también
contra el viento, intentaba tirar líneas al hilo del pitón, salteado de
enganchones. Su segundo era otro de la cuadra de jamelgos de Juan Pedro, al que
no se pudo picar, lo que no evitara que perdiera las manos. Y comenzado ya el
trasteo de muleta, el animal se inutilizó de una mano y en lugar de abreviar,
el madrileño se dispuso a enjaretarle su repertorio de derechazos. La imagen
era de todo, menos edificante y laudatoria para el toreo. Miraba a la
presidencia como diciendo no sé qué. Que igual el señor López no sabe aún que
cuando un toro se inutiliza en el ruedo lo que hay que hacer es tomar la espada
y abreviar lo antes posible. Pero no, este forzó la devolución a los corrales.
Quizá se ofreció él a pagar el sobrero que salió primero por su capricho y en
segundo lugar, por la incompetencia del presidente, que se pasó el reglamento
por el Arco de Cuchilleros. Y por los micrófonos de la televisión, la señora
doña Cristina Sánchez no solo justificando esta impresentable situación, sino
alabando la cacicada de Julián López.
Y salió un sobrero de Luis Algarra, uno de esos enormes y
destartalados torotes que don Emilio Muñoz acepta como si fueran de la familia.
La verdad es que el respetable estaba un tantito así de mosqueado, pues Madrid
no acaba de llevar bien eso de que la traten como a un trapo, ni que el
trapeador sea un señorito que se cree el dueño de la hacienda. La verdad es que
no le echó demasiadas cuentas y le dejó deambular por el ruedo a su aire, que
ya se apañaría el pica con su palo, aunque la realidad es que no atinaba ni
aunque le pusieran un toro de escayola con diana y un cable guía. Así poco se
va a calmar el personal. Y llegó el último tercio entre rezos para que el
animalote no se dañara y don Julián decidiera que tampoco le cuadraba. Se lió a
dar trapazos por los dos pitones, unos por aquí y otros por allá. Y como vio
que la gente no estaba muy a favor, intensificó nuestro calvario alargando
aquello hasta la desesperación. Algo que no deja de sorprenderme, que a un
artista le piten y que, como cruel castigo, no tenga otra opción que ofrecer su
propio arte. Tras un pinchazo en la paletilla, cerró su hazaña con un bajonazo
traicionero, poniendo esa forma tan suya de ejecutar la suerte suprema, y nunca
mejor dicho lo de ejecutar.
Volvía a torear en Madrid Paco Ureña, hay que felicitarse.
Su primero salió escarbando y trastabillándose por momentos. Le costaba al
murciano conducir al Juan Pedro por el ruedo, gastando demasiados capotazos,
sin conseguir al menos llevar al caballo con cierto orden. Las embestidas del
animal eran sosas, sosísimas, mientras que Ureña no lograba limpieza en los
muletazos, enganchones, cites de frente, muletazos a pies juntos, acortando
demasiado las distancias. Pinchazo y bajonazo para finiquitar a su primero. Al
que hacía quinto le recibió a pies juntos. Fue al caballo con la cara alta,
para no recibir castigo. El comienzo de la faena de muleta fueron muletazos con
la derecha sin templar, con la punta del engaño, enganchones y coladas,
teniéndose que recolocar el matador con una carrerita. Demasiadas carreras,
demasiados enganchones y muletazos de uno en uno, dando la sensación de estar
demasiado preocupado de llegar al público. Muy fuera, citando demasiado en
corto, de frente, más muletazos de uno en uno, peleón, pero sin ligazón.
Concluyó de un bajonazo casi entero, soltándole la muleta en la cara. Se le
concedió una oreja, que para lo realizado quizá sea un premio excesivo.
David de Miranda era el confirmante de esta tarde. Recibió a
su primero a pies juntos, sin esmerarse en alargarle las embestidas de salida.
Tampoco cuidó demasiado la lidia en el primer tercio. Ya con la muleta el
animal se quedaba muy corto, desde los ayudados por alto de inicio, para seguir
con los intentos de muletazos por ambos pitones. Parado, se defendía y revolvía
muy pronto. Se empeñó el triguereño en alargar innecesariamente una faena que
ya no daba para más. Arrimón y manoletinas, ese virus de la tauromaquia
moderna. El sexto, como sus hermanos, tampoco fue castigado en el peto, yendo
el caballo al toro en el segundo encuentro. Lo que era innegable era que el
confirmante quería. Primero un quite muy quieto en el quinto de Paco Ureña y en
este suyo, unas ajustadas chicuelinas. Se fue a los medios y comenzó con pases
por la espalda y por delante, sin moverse, ni arquear el cuerpo. Una primera
tanda con la derecha tirando de pico, para después acomodarse tirando del toro
con la muleta más plana, pero algo acelerado. Ganó en valor con la siguiente
tanda, más reposado, con más temple, dejando un par de redondos rematados
atrás. Con la zurda se atropelló más, pero siempre con la virtud de la firmeza,
clavando los pies al suelo y la colocación. Pero la continuación fue un
atravesar más el engaño y el ya no rematar atrás, largando tela, incluso, en
algunos muletazos. Le andaba bien al toro, dejándole tomar aire, pero haciendo
que estuviera permanentemente con él. Tanda con la muleta menos plana, sin
tirar del toro, y una arrucina ligada con el de pecho, para concluir con las
inevitables bernadinas, ajustadas, pero también atropelladas. Cobró una entera
rinconera y dos orejas que fueron premio excesivo para la tarea de David de
Mirando. Quizá la justeza habría sido solo una y hasta puede que hubiera sido
mejor admitido por la afición. El señor presidente estaba por dar orejas con
demasiada ligereza, lo que no provoca otra cosa que una devaluación de los
trofeos. Luego se entra en comparaciones con otras tardes de esta misma feria y
sobre la concesión de las orejas. Que si este fue un fraude, que si este era
solo de una, que si… Madrid debe recuperar la seriedad que nunca debió perder y
eso se hace en tardes como esta, pero involucrándose los ocupantes del palco. Simplemente
con no hacer regalos ya se adelantaría mucho, y al final esta tarde ha acabado
siendo una oportunidad perdida.
2 comentarios:
Enrique, otra tarde en el que no ha existido el ganado bravo. El Juli sin duda no se ha ganado los muchos miles que se va a embolsar, tan sólo destaco una tanda al natural en su segundo, bastante ajustada. Horribles las estocadas. Tengo la sensación de que Ureña ha perdido el sitio, ya el año pasado no pisaba los terrenos de hace dos temporadas. Además toreó muy inclinado, casi te diría que más que el propio Juli. Esperemos por bien de la Fiesta que se recupere Paco Ureña. A David de Miranda le he visto muy a merced de los toros, viendo que en Madrid se premia el tremendismo, no es de extrañar que encontrara en ese cauce el filón de oro que se encontró en el sexto de la tarde. Mucho toreo en redondo que no me termina de convencer y destaco una tanda con la mano izquierda limpia y de buen ajuste. Faena de una oreja, como mucho. Mantiene cartel.
Un abrazo
J. Carlos
J. Carlos:
Lo del Juli es una más, que no será la última, porque esta gente va moviendo el límite cada vez un poquito más lejos y más lejos, sin que nunca les parezca suficiente. Ureña parece que quiere, pero no todo es querer y por momentos le veía como si se desorientará por segundos. A David de Miranda le veo que planta los pies y no se menea y que siempre va para adelante, no esconde la pierna y eso ahora mismo es de valorar. Y si te das cuenta, tiene otra virtud que queda muy en segundo plano, siempre está bien colocado en la plaza.
Un abrazo
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