jueves, 12 de mayo de 2022

Veinte años no es nada

Hasta tres verónicas ha enlazado el Juli. Que con una antes de marcharse valdría, pero bueno, estaba voluntarioso


Después de más de dos décadas viendo a Julián López, al final le hemos podido ver serio, tirando de un toro, sin retorcimientos, respetando la plaza de Madrid y marchándose con dignidad de las Ventas. Solo nos queda esperar y desear que ahora vaya de aquí para adelante, que le podamos ver con algo más que con Garcigrande, que le podamos ver intentando hacerlo, que podamos verle sin torear con el pico de la muleta y que le podamos ver tirándose como una vela detrás de la espada, en definitiva, que podamos verle sin trampas, sin trucos y con verdad. Ya puestos, porque no vamos a pedir.

Se anunciaban tres figuras del momento, tres figuras que desgranan el toreo moderno como ninguno, con lo de la Quinta, procedencia Santa Coloma, vía Buendía. Que para que nos entendamos, es como ver a los hermanos Marx representando Hamlet; que no es algo raro, no debería serlo, pero sí que es inusual. Presentación de acuerdo a lo que es este encaste, sin exageraciones, incluso algunos con más tamaño del que se podría esperar, aunque el tamaño, como los kilos no son signo de trapío, pero sí, estos sí que tenían trapío. En cuanto a su comportamiento, pues insulsos en el caballo, si acaso apenas llegaron a cumplir, que cuando no se dormían en el peto, derrotaban la guata o peleaban con un solo pitón. Que tampoco se puede decir que los espadas y sus cuadrillas hicieran por lucirlos en el primer tercio. Pero luego, como ocurre con el toro moderno, en el último tercio iban y venían. Quizá habría que destacar el cuarto, que se puso complicado después que Morante de la Puebla le permitiera tocar el capote desde el primer lance y de forma muy continuada. Y el cuarto, con el que El Juli se tuvo que poner serio, muy serio. Pero que no se me entienda mal, que nadie piense que teníamos delante al monstruo de siete cabezas comiéndose a todo el pasara por allí con las medias rosas. Y hoy que me siento benévolo, muy benévolo, no diré que el ganado ha estado claramente por encima de la terna, pero lo que no ha estado de ninguna manera es por debajo de esta.

Era la primera aparición de Morante de la Puebla en la feria y no se puede decir que el público no le esperara y no estuviera a favor desde el primer minuto. Que no habían aparcado el tiro de caballos y ya estaba el personal aplaudiéndole entusiasmado. Que en los lances de recibo, entre enganchones y sin quietud, ya le jaleaban cada capotazo como si hubiera resucitado el mismísimo Lagartijo el Grande. Permitió que el de la Quinta fuera tres veces al caballo y que se le pegara, tomó la pañosa y poniendo poses flamencas mientras con los muletazos el animal iba de acá para allá y vuelta, que si ahora se me cuela, que si tiro de piquito, que si me tengo que recolocar constantemente, que si no acabo de encontrarme, que si no estoy cómodo, mientras las ganas de jalearle y de subirle a los cielos seguían casi intactas. Luego ya se agotaron del todo en su segundo las cosas no solo no mejoraron, sino que empeoraron y empeoraban por momentos. Mala colocación de los de luces en el ruedo, lo que pudo costarle caro al Lili en banderillas. Tomó la muleta el sevillano y apenas la tomó ya se percibía demasiada desconfianza, rondando al toro a ver por dónde, a ver qué, pero al final, nada, un toro que acusó todo lo malo que se le hizo desde el primer capotazo, haciéndole todo esto bastante peor de lo que era. Eso sí, quiero destacar un detalle del torero, cuando sin alaracas, con discreción, se fue a cubrir la salida de un picador del ruedo, ejerciendo de director de lidia, porque eso también es cosa de toreros.

Probablemente la gran sorpresa haya sido el Juli, pero desde el primer momento dejó claro que venía con otras maneras de las que ha venido a Madrid en estos veintidós años de alternativa. Recibió al segundo de la tarde a la verónica, muy erguido, con quietud, embarcando al toro y rematando con tres medias. No cuidó demasiado la lidia en el primer tercio. Con la muleta en la mano lo sacó más allá del tercio, lo pasó con la derecha con despaciosidad, sin retorcimientos, aunque con el pico y citando desde fuera. Exageraba más el atravesar la muleta con la zurda, mientras el animal la tomaba con dulzura, sin hacer ni un amago de extraño. A medida que avanzaba el trasteo también se exageró el abuso del pico, mientras el respetable vivía en el delirio. Los más retorcidos esperaban la hora del julipié, eso de citar, echarse a correr saliéndose de la suerte y arrear un sablazo, pero no, se tiró más derecho que nunca en la plaza de Madrid y cobró una entera, si acaso una pizquita trasera. Una oreja que si bien algunos no habrían pedido, algunos no la pedimos, pero que tampoco fue protestada. Con esta actitud, parecía improbable que no hubiera salida a hombros. Ya se frotaban las manos los partidarios y los ojos los no partidarios, que también los hay, claro que sí. Y ese quinto salió queriéndose marchar, pero el Juli lo sujetó en su capote. Uno de la Quinta que cuando más empujaba en el caballo era cuando le habían levantado el palo. La faena de muleta comenzó con una colada por cada pitón. Con esto lo del pico podía ser peligroso, había que evitar abrirle la ventana. Lo tomó muy de cerca en los muletazos siguientes, continuando con el pico y con mucha carrera para recolocarse. Andaba cazando muletazos, uno aquí, otro donde cayera y llegó el momento de unos naturales tirando del toro, llevándolo largo en cada muletazo, muy embebido, lo que normalmente se entiende como torear, así de simple. Con mando y hondura, ¡Válgame! Yo escribiendo estas cosas, pero es que así lo he visto. Que dirán que si tanto pico, tanta carrera, pues sí, pero en esta ocasión tengo que quedarme con la parte buena, que desde luego no esperaba. Ya digo que es la mejor tarde que he visto al Juli desde aquel día del festival de Chinchón, cuando el torero aún estudiaba el teorema de Pitágoras y las capitales del mundo. Falló con la espada y ahí quedó la tarde del madrileño.

En el cartel también se decía que toreaba Pablo Aguado, que quizá se encontró con un ambiente que no esperaba. La verdad que mostró cierta apatía, bastante sosería, con ese empeño de la naturalidad, pero haciendo lo que en otras tardes, ese toreo distante, muy erguido, siempre con el pico de la pañosa, pero en esta ocasión el personal no estaba por permitirle esa forma tan bella de mentir o esas mentiras en su toreo tan naturales. En el sexto se le notó que andaba aún más desorientado que en su primero, le permitió corretear por el ruedo, evitando no sin esfuerzo que se le marchara al picador de puerta. El final fue un trasteo insulso por uno y otro pitón, venga a correr y más correr, para terminar pinchando repetidas veces. Pero el personal ya no estaba con Aguado, unos ya se marchaban sin respetar al toro en el ruedo, otros entusiasmados porque su torero había cortado una oreja y nadie había dicho ni mu y otros que tras más de dos décadas de retorcimientos y demás cosas de don Julián, al fin le habían visto tirar de un toro y enroscárselo al natural y es que a la postre, ¿qué son veintidós años? Nada, porque ya saben, que veinte años no es nada.

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ahora con las nieves del tiempo blanqueando su sien se puso en torero.
E.A.V.