Una opulenta merendola no puede con una tarde de sopor, pero bastan dos pares de Javier Ambel para sentir el buen sabor del toreo. |
Que en esto de los toros, como en todo, hay que venir plenos de optimismo, con ganas de diversión, con ganas de entusiasmarse hasta con las palomas que se posan en el ruedo. Que hay que venir preparados. Bueno, preparados, lo que se dice preparados, los primeros que tendrían que venir son los novilleros, que por muy noveles que sean, por muy aspirantes que sean, por muy entusiastas que sean, al menos que se preparen una miaja. Que no digo yo que vengan hechos unos catedráticos, que de eso tendrán tiempo de sobra, pero hombre, al menos que se sepan las cuatro reglas del toreo. Que no vale con el que se pongan con el esportón lleno de muletazos como para una boda. Y el personal, pues algunos debían venir preparados directamente de la Pradera o de una comilona en el chalet del cuñado, que tiene una mano para las barbacoas. Y para que no nos pille el toro, una buena merienda, con sus sándwiches de marca, algo dulce, pero no empalagoso y un vinillo rico y fresquito que en tarde calurosa entre como si no hubiera aduanas. Que así muy mal tiene que ir la cosa para no pasarse la tarde de rechupete.
Novillos del Conde de Mayalde, ganado aristocrático de
sangre azul, pero que apenas se pudo ver, pues los hubo que ni un raspalijón
les hicieron en el caballo. Y se notaba que eran de la lata nobleza, pues esa
invalidez manifiesta no podía ser otra cosa que gota, el mal de la realeza. Va
a ser eso, una novillada afectada de gota. De gota y de una mansedumbre y falta
de casta que ya los sándwiches empiezan a saber a poco. Que afán con buscar los
terrenos de chiqueros, que afán de salir escopetados del caballo. Que afán de ser
anodinos, de no decir nada. Que si se les olvidó echar un termo con café bien
cargadito, igual no llegan ni al tercer toro. Pero claro, sí que es verdad que
en esto lo central es el toro, pero si los de luces tienden a emparejarse con
el ganado y no son capaces de poner lo que a este le falta, pues tenemos la
tarde de la segunda novillada de feria.
Santana claros abría el cartel y la verdad es que si le
juzgamos a él y a sus compañeros según criterios clásicos de toreo, mejor que
se enfrasquen ya con el pata negra, que no hay pena que el jamón no calme, o
igual sí. Pero claro, si echamos cuentas comparando con lo que hacen las
figuras, este chico, y todos los demás, son maestros consumados de la
tauromaquia, que no del toreo. Nulo manejo del capote, nula concepción de la
lidia y un toreo de muleta ventajista, según los usos del momento, con el pico,
quedando descolocados y sin criterio aparente para elegir uno u otro pitón, con
la única aportación ultramoderna de dar naturales con la derecha. Menos mal que
entre tanto desasosiego Javier Ambel puso dos pares dejándose llegar al
novillo, especialmente en el segundo. Santana Claros se tiro a matar sin salir
de la suerte, a consecuencia de lo cual sufrió un revolcón, que según el parte
médico le acarreó una cornada envainada de 15 centímetros. En su segundo mucho
trallazo algo arrebatado, dando distancia al novillo, pero no yendo más allá de
los enganchones, las carreras y la vulgaridad que a medida que se dilataba el
trasteo resultaba más insoportable.
El segundo era Isaac Fonseca, que si bien es verdad que
mostró disposición y ganas de agradar, una cosa es querer y otra… Que un
poquito de cabeza, de sentido común, tampoco está mal. Que no digo yo que lo
vaya a poner todo él, porque eso, es un novillero y lo normal y hasta lo lógico
es que un novillero quiera llevarse el mundo por delante. Que si el toro está
inválido, racionemos los capotazos, que no sea ahora unas verónicas y sigo por
chicuelinas y si se tercia le tiro el capote a la cara. Aunque si lo que se
pretende es cortar despojos, pues ahí está lo hecho en su segundo novillo, que
si me pongo de rodillas y me lo paso por detrás, por delante a puro banderazo.
Que lo del pico ya es tendencia, eso parece una batalla perdida, pero lo de los
enganchones continuados es algo que no se puede perdonar y quien menos lo acaba
perdonando es el toro. Que el apelotonamiento de repertorio al final cansa, que
si ahora una arruzina de aquella manera, que si bernadinas atropelladas. Pronto
se le verá con el toro y para entonces solo nos queda esperar que conduzcan
esas ganas de agradar y que no piense que ese agradar se puede construir sobre
la vulgaridad y chabacanería, al menos en Madrid.
Álvaro Burdiel no iba a ser menos y mostró sus dotes como alumno
entregado a la causa pegapasista de la modernidad. Que no es que a los
novilleros haya que pedirles ser Domingo Ortega, pero tampoco animarles a que
solo sacudan telas al viento, que con el capote entiendan que lo que vale es la
variedad y no lo fundamental, como es la verónica. Que si se recibe a un toro
no es para darle mantazos allá dónde nos lleve, aunque sea hacia toriles, que
antes que nada hay que torear y eso… Pero vamos, que esto es un mal tan
extendido, que al final parece que habrá quien lo quiera elevar a norma. Que
alargar las faenas hasta el infinito lo único que pueden hacer es desesperar al
personal, porque un señor poniendo posturas, pegando trapazos con el pico
mientras un novillo besa el ruedo una y otra vez, no es agradable, ni bonito y
que si se pega un sablazo en mitad del lomo, mejor no adornarse, ni ponerse
flamenco. Que si empezamos a sumar y empezamos a echar cuentas del aburrimiento
que provoca una corrida de inválidos manseando, y tres novilleros que parece
que lo único que buscan es dar trapazos y más trapazos para divertimento del
personal, ya pueden ponernos delante un buen jamón, sándwiches variados o un
buen vino de la tierra, que al final, esto no hay merendola que lo tape.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
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