viernes, 13 de mayo de 2022

Arte abstracto en las Ventas

Al menos José Chacón se apartó del vanguardismo taurino y pareando nos volvió a lo que tanto añoramos. 

Ya saben ustedes que la plaza de Madrid es un punto de referencia cultural durante todo el año y con mayor intensidad durante la feria de San Isidro, hay tertulias, conferencias, exposiciones de arte, arte figurativo, escultura, siempre con el toro y la tauromaquia como referente. Pero ya sabemos que en esto del arte moderno hay muchas cosas que se nos escapan, que uno las ve y se queda frío, que te plantas delante de una obra titulada “Atardecer en la dehesa” y tú miras y miras y vuelves a mirar y no ves ni el atardecer, ni la dehesa, ni nada de nada; es arte abstracto y a unos garabatos, unos pegotes como si se hubiera desparramado un tintero y a un trozo de madera pegado al lienzo le llama atardecer y encima te dicen que es en una dehesa. Pero, ¡ojo! No descarten que haya quién lo vea y hasta se atreva a querer explicarlo. Pues ahora póngase ustedes en situación. Paga su entrada para ver una corrida de otros, entra en la plaza para ver una corrida de toros, se sienta en su localidad para ver una corrida de toros y resulta que te ponen delante la versión perfomance de “Atardecer en la dehesa”. Pero tranquilo, siempre va a haber quién le pretenda explicar que esto es un toro y que esos que andan por allí son artistas. Cinco del hierro del Torero y un sobrero, el quinto, de Montealto. El primero un torazo, grandón de todo, los demás con mucha leña, pero nada más y el sobrero un búfalo al que solo le faltaban los Sioux acechando. Corrida mansa, pero alguno pudo haber tenido mejor dado más de sí en el último tercio. El primero de la tarde suelto, escarbando, se puso al picador y a su cabalgadura por montera. Literal. Se lo pasó por los lomos y en el segundo encuentro, tapándole la salida los mandó más allá de las rayas del tercio. El artista que le tocó en suerte, Antonio Ferrera, no hizo más que primero dejarle suelto y luego limitarse a darle trallazos destemplados, a permitirle tocársela demasiadas veces, a meter el pico constantemente y a no parar quieto un instante. En el quinto el baile comenzó ya desde el recibo de capote, con mantazos desajustados. El toro iba a su aire y si por estas se encontraba un caballo, pues hala, cumplido el primer tercio. Saludaron José Chacón y Fernando Sánchez, uno por parear pudiendo al toro y el otro por esa especie de recorte con que siempre nos “sorprende” para dejar su par. Ferrera empezó dando distancia al toro, pero inmediatamente continuó el baile ya iniciado, sin parar quieto, que si una colada y sin poder con el animal, incapaz, no pudiendo hacer otra cosa que dejarse enganchar las telas.Quizá es que no se le picó, quizá que no se le cuidó en la lidia y quizá porque tampoco era para ponerse a dar derechazos y naturales. Quizá.

El segundo del cartel de esto que cuesta calificar, fue Daniel Luque, que al cornalón segundo le permitió engancharle las telas ya de salida. Mal picado, el animal parecía hacer como que hacía, pero salía del peto huyendo sin ruborizarse. Parecía el día del enganchón y las correrías por el ruedo y Luque se lo tomó al pie de la letra en el trasteo de muleta, costándole hasta encontrar el sitio y el momento de cuadrar al toro. Le tocó al sevillano el de Montealto, con el que ya de inicio no se le veía cómodo. Un toro que no paró de escarbar durante toda la lidia, al que se le dio un primer picotazo y de segundas, parecía que iba a derribar al verle levantar el caballo con el pitón izquierdo. Incierto en la muleta, lo que quizá provocara una tremenda desconfianza en el matador, que no acertaba a pararse un momento, hasta que el buey se quedó, pero sin dejar de escarbar.

Volvía Gonzalo Caballero a Madrid tras aquella cogida en esta misma plaza y volvió a dejar patente su escasa capacidad para ponerse delante del toro, provocando por momentos una angustia innecesaria, viéndole cogido casi en cada pase. A su primero le dejó a lo que él quisiera, que deambulara por dónde mejor le viniera. Notaba el palo y salía a escape del peto. En banderillas apretó por el derecho, lo que luego se evidenció durante la faena de Caballero que, rodilla en tierra, y muletazos por ambos pitones, se lo sacó fuera de la raya. Demasiado acelerado, ya en los medios se el vencía mucho y a cada embestida era un ay, pero el madrileño no parecía tener más argumentos que a ver si le daba derechazos o naturales sin mando ninguno, sin saber defenderse mínimamente, yendo con el muletazo hecho y el toro a su aire. Y hay que dar gracias porque se lo quitara de encima hasta con habilidad. En el sexto fue más de lo mismo, aunque menos angustioso. Mal picado, el matador haciendo poco caso a la lidia, para llegar a la faena de muleta, en la que el escenario fue el mismo, el toro iba y venía y solo se le recetaban trapazos con el pico, muletazos pegando tirones, mucho enganchón, banderazos mil y teniendo que recuperar el sitio permanentemente, más pareciendo que su objetivo fuera que pasara el tiempo a montar un trasteo con sentido para aprovechar las embestidas del toro. Que será lo que se lleva ahora, porque es una práctica muy común lo del pico, los enganchones, las carreras y no ser capaces de aprovechar mínimamente las muchas o pocas arrancadas, pero es que al final te quedas como si contemplaras el “Atardecer en la dehesa” ensoñando el toreo, ensoñando el toro encastado y llegas a la triste conclusión de que son cosas del arte moderno y hay días, la mayoría, que lo que toca en la plaza es una sesión de insufrible arte abstracto en las Ventas.

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

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