domingo, 29 de mayo de 2022

¡Aleeeti, Aleeeti, Aleeeti!

Es frecuente que las genialidades ahora se convierten en simples ocurrencias, que nada tienen que ver con el toreo.


La verdad es que siendo como soy un colchonero hasta la médula, nunca imaginé que escuchando los cantos de aliento a mi equipo pudiera sentir bochorno. Pues sí, basta con que los que se creen dueños de lo que no lo son, muestren su ignorancia en público. Porque claro, si nos molesta la actitud un día de lo s que vienen de tal o cual pueblo o provincia, no vamos a pasar por alto cuando los nuestros simplemente hacen el ridículo. Pero claro, todo esto tiene un origen, quizá en alguien que no supo explicarles lo que era la plaza de Madrid, igual porque él mismo no sabe lo que es y además parece creerse que todo le es debido y puede andar por este mundo del toro como el mismísimo Atila, solo para prefabricarse un triunfo, que dadas sus condiciones, casi ni así puede optar a él. Es una pena, pero… Que unos días repartimos pañuelos, otros tiramos almohadillas para festejar un triunfo y otra ponemos en el centro del huracán a un equipo de fútbol, sin comerlo, ni beberlo. Pues nada, don Gonzalo Caballero, en lugar de alentar a unos hooligans para que vayan a sacarle a hombros a toda costa, perdón a cuestas, que intente volver al camino de aquel novillero que prometía al menos entrega. Y más que los colchoneros tengamos que pedir perdón, igual esta gente tendría que pedirnos perdón a los colchoneros, que en los toros primero somos aficionados a los toros.

Pero no era solo Caballero el que traía una cohorte de entusiastas incondicionales; también Román, como también suele ser habitual, vino rodeado de su gente, quienes se hicieron notar desde que el valenciano asomó con el capote para recibir a su primero, muy justito de presencia, al que capoteó como se decía antes, con el pase hecho. Primero de Luis Algarra, que derribó en el primer encuentro, con un puyazo en la paletilla y otro señalado, pero sin picar. Comenzó Román dándole distancia con la mano izquierda, sin conducir jamás al animal. Lo mismo por el lado derecho, con retorcimientos y demasiada aceleración, pico descarado, muy separado y el Algarra que no se cansaba de embestir una y otra vez, una y otra vez, desde dónde le citaran. A medida que pasaba el tiempo quedaba claro que se le estaba escapando un toro de triunfo, al que despidió de una entera caída y trasera, tirando el trapo descaradamente. Y lo que tiene el paisanaje, que con su entusiasmo hizo que se cortara el primer despojo. Con su segundo ya perdió la herramienta en el primer capotazo. Mal primer tercio, picando caído y trasero. Fue al comienzo de la faena de muleta cuando El Soro, ahora consumado trompetista, se atrevió a mortificar nuestros oídos con una especie de fanfarria que afortunadamente duró bien poquito. Más trallazos de Román, que parece desconocer absolutamente lo que significa la palabra temple y su puesta en práctica. Trallazos y más trallazos, permitiendo que le tocara mucho el engaño. Sin parar quieto un momento, siempre fuera, muy fuera y bailando constantemente. En estas que se queda descubierto un momento y el toro le levantó los pies, pegándole una cornada en la pierna. Solo queda desear que no sea de importancia.

Gonzalo Caballero tiene la facultad de generar incertidumbre en cuanto aparece con el capote, que dio tres capotazos y ya estaba en el suelo a merced del toro. Inoperante durante la lidia, a su primero, con la cara alta, le recetaron un puyazo trasero. Puso en apuros al jinete, que tuvo que aguantar para no medir el suelo con los lomos. El animal empujaba, aunque más con el pitón izquierdo. Otra vara trasera y el Algarra seguía buscando pelea. Salió del encuentro con el caballo venciéndose mucho por el izquierdo, lo que acusó el resto de la lidia. Caballero mostró esa inseguridad que da miedo desde los primeros muletazos, acelerados y enganchados. Pico, mantazos, banderazos para rematar las series, quedándose al descubierto en más de una ocasión, dando la salida antes de tiempo. Estocada contraria haciendo guardia y entera caída y perpendicular. Antes del quinto, cuando regresaba de la enfermería, es cuando empezaron los gritos futboleros que a algunos nos pueden sonar de maravilla, pero no allí, una plaza de toros realmente no es el sitio. Y lo que es peor, que no sirvieron para animar al torero, porque si al menos se hubiera removido su espíritu deportivo. Pero no, le costaba hasta llevar el toro al caballo, donde mostró fijeza. Empezó el trasteo al amparo de las tablas con ayudados trapaceros. Siempre con el pico y muy distante, dando la sensación de que ni tan siquiera era capaz de acompañar el viaje y de que en cualquier momento puede resultar cogido. Enganchones, carreras, pico, el repertorio ya habitual, coronado por un arrimón. Pero bueno, a ver si otra vez sus hooligans se informan un poquito y no nos avergüenzan a los que como él, nos tira el rojo y el blanco, pero en cualquier lugar, menos en una plaza de toros.

David de Miranda regresaba a Madrid y con todo merecimiento, pero las expectativas no se han cumplido y hoy nos ha llegado un torero muy distinto a aquel que hizo que al aficionado se le abrieran los ojos de par en par. Si bien es verdad que quizá le ha tocado el lote más deslucido, pero parecía que estaba por la labor de no desentonar con el ganado. Empezó con capotazos desmallados, pero que no lograban sujetar al toro. Luego verónicas lentas y aseaditas. En el caballo el de Algarra se durmió bajo el peto, dónde no se le picó más allá de un picotazo. La sorpresa fue que Román le hizo un quite por gaoneras, sin esos tirones tan horrorosos de los que a día de hoy van por este palo. Estatuarios con los pies inmóviles, para seguir por el pitón derecho y contrario a lo esperado el triguereño empezó a tirar del pico, fuera y muletazos sin rematar. También es verdad que a nada que forzara al toro, este se iba al suelo. Más trapazos con pico con la zurda, cerrando con bernadinas, desarme y vuelta a intentarlo. En el sexto comenzó con verónicas más pendiente de sujetar al toro, pero sin demasiada gracias. En el caballo el toro solo se dejaba, mientras el picador le apretaba. Intentó de Miranda levantar al público desde los medios con muletazos por detrás y por delante, pero para eso hay que tener partidarios que te lo jaleen. El toro era soso, sosísimo y el espada tampoco se alejó de esa línea. Parecía hasta que quería rematar los muletazos, pero lo único que se sucedían eran los enganchones, especialmente en el segundo muletazo. Acabó con un arrimón, metiéndose entre los cuernos, con muletazos de uno en uno, alargando en exceso el trasteo. Quizá ahora le apliquen la ley de los taurinos, que si fallas una vez, ya te tachan para siempre. Esperemos que no, pero antes hay que volver a aquel David de Miranda que se puso en el sitio una tarde de Madrid, cuando Madrid le aclamó como un torero. Y que así sea con todos, que se les aclamen como toreros y no con cánticos que no tienen cabida en la plaza de Toros de Madrid. Y en fecha como esta, igual tendremos que dejar para otro día y para otro lugar eso de ¡Aleeeti, Aleeeti, Aleeeti!

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

1 comentario:

Pitt Tristán dijo...

Flaco favor a ese club y a la Fiesta. Por no hablar de la Puerta Grande de los rejoneadores mafiosos. Mal, Las Ventas, mal...