Hay quién jalea los muletazos distantes, pero donde esté el pasárselo por la faja, que me dejen de lejanías tramposas |
El mundo de los toros ha entrado decididamente en el
futuro. ¿No querían evolución? Pues ya estamos más que evolucionados, nos hemos
evolucionado de repente, a base de coscorrones, eso también es verdad, pero nos
hemos evolucionado que es un gusto. En esto de los toros ya están pasadas de
moda todas esas cosas de la proximidad, el pasárselo cerca, por ejemplo. A ver
si ahora hay que empeñarse en cosas del pasado que no nos llevan a ninguna
parte. Que vemos a todo un Roca Rey manteniendo una prudente distancia cuando
pasa el toro y la gente enloquece. Ese teletoreo en que uno se pone así medio encorvado,
con el pico de la muleta adelantado, metido en la testuz del toro, el brazo
estirado, el caballero casi agazapado detrás de las orejas del toro y cuando se
arranca el toro, siempre dejando que corra el aire, o un huracán, o un tren con
las puertas abiertas o el desfile de la inauguración de los Juegos o un velero
de canto, se le echa para afuera, pero siempre muy despegado, el toro por un
lado y el torero desde su caso y en esto hay verdaderos maestros y en esta
ocasión ha venido a divertirse a las Ventas…
Pues habrá que pensarse quién ha podido divertirse en las
Ventas la tarde de Fuente Ymbro, no la novillada, que eso ya pasó, sino la
tarde de los cinqueños, ese toro que no gusta a los amantes de la
bobaliconería. Y menos mal que eran cinqueños, que estos adquieren sentido
antes, que en consecuencia proponen más emoción sobre el ruedo, porque si no, ¡qué
habría sido de nosotros! Habrá quién diga que los del señor Gallardo eran
mansos; bueno, tampoco es para tomarlo así, aunque de bravos tenían poco y de
encastados, nada. Feos como un dolor, pero así es este hierro, que son cómo son
y no hay más. No todo va a ser el de Juan Pedro, bajito, apañadito, muy torero,
con mirada dulce, peluchitos para soñar, unos dicen que el toreo y otros porque
pegan unas cabezadas para desnucarse en los tendidos. Pues los de Gallardo no
eran ni bonitos, ni armoniosos. La gente esperando la reedición de la
novillada, el ganadero que se había pasado por Zara para comprarse un traje
nuevo, los calcetines de Primark a estrenar. Pero nada, el exceso del días
atrás no se pudo reeditar.
Esperaba el aficionado a Diego Urdiales, uno de los
escasísimos toreros de los que se puede decir que hace el toreo de siempre.
Pero el riojano no estaba en su mejor día. Que sí, que el ganado no ayudó, pero
él tampoco es que derrochara ánimos. En su primero el gran mérito, si se puede
hablar de tal, fue el conseguir que no se cayera, capotes por arriba, sin picar
y muletazos siempre viendo que en cualquier momento se iba al suelo. En la
muleta aguantaba dos muletazos y al siguiente le soltaba un derrote, tocándole
la muleta en todos los intentos de natural, acabó poniéndose pesadito y por si tuviera
poco, un bajonazo infame. Su segundo aún parecía ya de salida con menos ciencia
que el primero, tomando los engaños como un mulo en busca de la carreta; y eso
que en el segundo puyazo se arrancó con prontitud, pero nada, la realidad era
que no peleaba y se marchaba suelto del caballo. Hasta alguno llegó a pensar
que igual este que no tenía nada podía ser uno de esos que Urdiales se inventa,
pero demasiado optimismo para semejante engendro. Le probó por ambos pitones,
pero el Fuente Ymbro se la tocaba demasiado, echaba la cara arriba y hasta
parecía ponerse pegajosillo. Más de lo mismo por el izquierdo, escarbando y
cuando quizá lo sensato y lo que habría agradecido el personal era que
abreviara, decidió alargar el trasteo, quizá para justificarse.
Roca Rey volvía otra vez a Madrid y la plaza se llenó de
entusiastas de la diversión y por lo visto, del teletrabajo, eso de que
hablaba, el que el toro está ahí y el señor de luces desde su casa o haciendo
la compra o en el gimnasio o echando gasolina al coche, pero eso sí, vestido de
luces, que hay que guardar las formas. Y lo que le cuesta a este chico el
implicarse en la lidia de los toros de los compañeros, que igual hay que
ponérselo en un contrato especial para él, porque como esperemos que calen en
él las formas y maneras del rito de la lidia, del toreo, apañados vamos. Algo
parecido si esperamos que también le cale el toreo, el llevar al toro y no solo
que este pase por aquí, por allá, por delante, por detrás, ahora te doy aire,
ahora te doy más, ahora provoco un vendaval de tanto sacudir los trapos. Pero
el público, sobre todo del cinco, sí que sabía entender estas cosas de la
modernidad. Aplauden al de aúpa por no picar, jalean los trallazos ya de salida
de don Andrés, unas chicuelinas trapaceras. Menos mal que al menos Javier Ambel
se lució especialmente en su segundo par. Inició la faena de muleta con
telonazos, para proseguir con el pico, trallazos sin temple, mucho menos con
mando, que ni se sugería, siempre muy fuera y enganchones que no falten. Y para
acabar, un bajonazo, que tampoco es para ponerse estupendo, que ya saben,
apuntar desde casa tiene su mérito. Más mantazos para recibir al quinto, mal
lidiado, dejándolo a su aire, mantazos a mansalva, que lo deja entra las dos
rayas, pues entre las dos rayas. El toro buscaba terrenos de toriles y allí
acabaron los dos. Antes unos trapazos en el sol, se le va suelto al lado
opuesto del ruedo, le desarma y a correr que no te pillen. El público estaba
tan predispuesto, que hasta el que cambiara de muleta le jaleaban; no me pidan
que se lo explique. Luego ya dónde quiso el toro, sin que él fuera capaz de
imponer su mando, se lio a pegar trapazos, siempre con mucho pico,
descolocadísimo y daba igual si por delante, si por detrás, que lo que importaba
era que el de Fuente Ymbro pasara y punto. El toro se quería ir, pero Roca Rey
insistía en el trapazo desde muy fuera, bueno, ya saben, el teletrabajo es lo
que tiene. Quizá es mucho pedir que al menos un día mande y tire del toro, que
remate un muletazo atrás, solo uno y no delante de la cadera, que es dónde se
rematan los trapazos. Falló a espadas y los partidarios no pudieron elevar a
las alturas de la “tauromaquia”.
La presencia de Ginés Marín estuvo en el aire hasta hace
prácticamente dos días, porque torear un boquete en la pierna no es para
tomárselo a la ligera. Quizá podría haber esperado a la siguiente tarde en que
está anunciado. Yo no le censuraré por sus ganas de estar, pero quizá quién le
lleva sí que podría haber puesto un poquito más de sentido común. Ahora es
fácil decir que parecía mermado de facultades, pero eso solo lo sabe el propio
torero. La lidia de su primero puede que estuviera marcada por un encontronazo
que tuvo el toro contra un burladero, quedando dañado al retorcérselo el cuello
de mala forma, aparte de que saltara por los aires la punta del pitón. Mal
tercio de varas, con puyazos en mitad del lomo, tapándole la salida. Punteaba
en la muleta, siendo indiferente el pitón, pues le costaba mantenerse,
perdiendo las manos. Muchos protestaron el que no se devolviera el toro, pero
claro, si este se daña en el ruedo, quizá habría que pedir responsabilidades al
que lo estrelló contra el burladero. Que es una lástima el perderse un toro por
una negligencia como esta, pero si defendemos el reglamento, defendámoslo. En
su segundo intentó torear con verónicas de recibo, llevando al toro al caballo
al relance, para que se dejara un poco en el primer puyazo y nada en el
segundo. Merece la pena la lidia de Rafael Viotti, evitando capotazos
innecesarios. Comenzó en la muleta sacándoselo más allá del tercio, para
continuar con trallazos destemplados. Adoleció durante todo el trasteo de una
alarmante falta de temple. Sin rematar y el animal ya se le empezaba a volver,
sin que Marín le alargara el viaje. Enganchones y más enganchones, para acabar
con un arrimón, siempre reconocido por unas palmas solitarias, que siempre
provocan el entusiasmo de esos sensibles a los que tanto les gusta esta forma
de estar. Que tampoco es poca cosa, en la misma tarde se jalea torear desde tu
casa y el ahogar al animal. Afortunadamente logró una entera en buen sitio. Eso
sí, algunos seguían saboreando, como si fuera chopped pata negra, los trapazos
distantes y es que aunque no nos demos cuenta, llegó la hora del teletrabajo a
los toros.
Enlace programa tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
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