jueves, 26 de mayo de 2022

Líbrennos de esos amargados reventadores

Sin toreo de verdad no hay arte y solo el toreo puede llegar a ser arte, no las pantomimas amaneradas con novillitos a modo.

Hay tardes llenas de ilusión, a priori, pero que unos reventadores se empeñan y ponen todo de su parte para convertirla en un fracaso monumental. Pero no es solo esto lo malo, porque lo peor de todo es que están los que les aplauden y justifican. Cartel de no hay billetes, pero tal y cómo venían las cosas, era imposible culminar esa ilusión con la alegría de ver el toro y el toreo. El primero de los reventadores de que hablo es el ganadero de Juan Pedro Domecq, que para una corrida de la feria de San Isidro ha tenido que traer más de dos docenas de toros, para al final conseguir que pasara una novillada gorda, que en algunos casos se tapaba un poco por la cabeza. Que una te puede salir mala, pero tantas y desde hace tanto, y cuando vienen a los que llaman figuras, ya es mucha casualidad. Empezamos bien si el primer reventador es el ganadero. Pero claro, además hay que añadir a tres más, los toreros, que eligen y requeteeligen el ganado. No solo el hierro, sino los toros, ese, ese y ese y aquel, ni de broma. Pero claro, aquí hay más reventadores, como es la empresa que monta estos números a conciencia, porque ya digo que no es la primera vez y que encima sacan pecho por ello. Y continúo, porque, ¿qué me dicen de la autoridad competente? Se esos señores con el señor presidente a la cabeza, alguien que debería conocer lo que es el toro de Madrid, pero que o no sabe o se convierte en cómplice necesario y decide aprobar un encierro indigno para esta plaza. Ahí los tienen, y que no se te ocurra señalarles con el dedo o protestar durante la corrida, porque ahí entran en acción los palmeros, los que justifican y alaban a estos reventadores de una tarde como esta y la fiesta en general y que dedican sus peores bilis a los que pagan y se sienten estafados, porque consideran que la obligación de estos es pagar, tragar y callar, porque no les otorgan otra función dentro de sus esquemas de negocio. Ese señor Muñoz, ese Maxi y el otro del que nunca recuerdo su nombre y al que muchos hacen alusión como “el de barbas”. Que ya es triste que estés todas las tardes arrastrando la dignidad de la fiesta y te quedes con “el de barbas”; no llegar tan siquiera a ser “el Molés” o “el Casas”. Y aquí tienen a estos reventadores, que por supuesto no dudan en echarle el muerto al de enfrente. Que te roban y gritas al ladrón, pues la culpa de que el caco no bate el récord de los cien metros lisos es tuya, porque le paró la policía. Que en el restaurante te intoxiquen y le cierren el negocio al guarro del mesón, el culpable eres tú por decir que te estabas muriendo. Ya ven, una forma muy particular de entender la vida. ¡Ay! Esos reventadores que

 Tiran dentelladas y derrotes de manso a todo aquel que se atreve a poner en cuestión sus mentiras y el fraude del que echan mano con tal de mantener su negocio. Quizá ya no habría mucho más sitio para esta gente, pero habrá que hacer un pequeño esfuerzo. Si hablamos de los toros, perdón, de los novillos, pues flojos, protagonizando unos primeros tercios vergonzosos, en los que se les tapaba la salida y alguno, no sin mucho esfuerzo mientras le levantaban el palo o simulaban la suerte, llevaban al caballo hasta el tercio. Otro esperaba a que el picador le arrimara el palo como el que pesca cangrejos con una red. Si hasta se ha visto salir del caballo a algún tambaleándose. Quizá esta sea la mejor y más eficaz manera de reventar una tarde de toros y acabar con la ilusión de mucha gente, que igual otro día ya van predispuestos y con razón, para que luego se lo echen en cara los señores de la tele, el señor Muñoz, Maxi y… “el de barbas”. Si sería grande esa desilusión que se coreó a lo largo de la corrida aquello tan habitual en otros tiempos, cuando el número de aficionados era considerablemente mayor a lo que es ahora.

Los reventadores de luces eran Morante de la Puebla, que a su primero lo vio poco, aunque le jalearan hasta las verónicas enganchadas. Le costó buscar y encontrar el lugar dónde mostrar su arte en la faena de muleta y entre tanto lo mismo le desarmaba el toro, que le enganchaba las telas, estando realmente aperreado con el novillo, al que no sabía dominar. En su segundo parecía tenerlo mucho más, no hubo que buscar ni terrenos, ni querencias, ni inspiración para su arte, un trapaceo por la cara y a por el novillito de Juan Pedro. Sería porque el ruedo estaba duro, porque el ruedo era grande, porque en el ruedo había algo de chepa, porque en el ruedo había un novillo, porque en el ruedo se posaron unas palomas o quizá porque ni quiere, ni sabe estar en el ruedo de Madrid. Pues igual también hay gente que preferiría que no apareciera en un tiempo por el ruedo de las Ventas, al menos con este ganado y esta actitud que hace que pongamos en duda su aptitud.

Que parecía que la tarde podía llegar a algo cuando Juan Ortega recibió a la verónica a su primero, pero ahí quedó la actuación del torero. A este novillote de Juan Pedro apenas le podía bajar mínimamente la mano sin que este besara la arena. Sin fuerzas, apenas le daba el resuello para defenderse, pero el torero seguía, no sabemos con que fin. Su segundo no se aguantaba en pie, toda la lidia fue un simulacro. Lo recibió en el último tercio con banderazos por alto acelerados. Incapaz de pararse, a cada trapazo había de recuperar el sitio, siempre quedándose fuera y siempre jugando con el pico, para otra vez ponerse pesadito y acabar con una serie de molinetes buscando el aplauso facilón o simplemente para desesperar al personal, para contribuir a reventarles la tarde. Y Pablo Aguado, la naturalidad del momento, ofreció muy poquito, es más poco a poco va devolviendo el crédito que un día se le concedió y que no se puede salvar con un quite por chicuelinas para responder a Juan Ortega, ni con multitud de muletazos muy fuera, abusando del pico, teniendo que correr permanentemente. La única variedad del trasteo al tercero y al sexto es que en este comenzó por abajo, mientras el tendido clamaba por el toro, toro, toro. Se ponía flamenco para sacar pases insulsos, cuando en el mejor de los casos se limitaba a girar sobre si mismo cual Giraldillo, sin llevar nunca a su inválido novillo o dándolos de uno en uno, mientras recuperaba el sitio poniéndose flamenco. En la salida de este último surgió una duda, si el pitón derecho, del que circularon fotos en que parecía una brocha, si fue arreglado o qué pasó. Fue una tarde más de modernidad, de toreo vacío con toros vacíos y anovillados, con el patrocinio de la empresa y la anuencia de la autoridad, mientras las ilusiones de los que pagan saltaban por los aires hechas añicos. Como tantas y tantas veces, deseamos que todo esto se enderece, que se vayan para siempre estos negociantes. Líbrennos de esos amargados reventadores.

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

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