Quizá la novillada hubiera parecido otra cosa si se hubieran cuidado aspectos como el primer tercio |
Algo que preocupa sobremanera a los taurinos es que los chavales no pierdan la ilusión por ser toreros, que no vaya a ser que les pongan delante unos bichos que les quiten la idea de volver a vestirse de luces y si cuelgan el vestido de torear, ¿de que se van a mantener esos taurinos que tanto dicen preocuparse por los chavales? Pero claro, hay algo que parece que no tienen en cuenta, que si la ilusión la pierden los que pagan por ver a sus chicos, entonces puede ser que estos se cansen de pagar y decidan no volver a una plaza… porque han perdido la ilusión. Que tendrían que percatarse que el grifo que anega el huerto está en la mano de público y aficionados. Y a la de Los maños estos últimos acudían con la ilusión de encontrarse con una novillada de verdad, con seis animales que pusieran la emoción en el ruedo. ¡Ay, la emoción! Eso sí que ilusiona. Ahora mismo están la Noche de Reyes y un festejo en el que comparezca el toro como el top de motivadores de ilusión y a continuación, pero ya a gran distancia, otras menudencias, como el que te toque un pleno al quince, el euromillón o que Milagritos ceda a las pretensiones de Alberto, el de las fotocopias.
La cosa es que una vez acabado el festejo, el público salía
ilusionado. ¡Qué cosas! Que no ha sido para sacar a saludar al mayoral, desde
luego que no, pero sí que daban ganas de saludar a los conocidos que te
cruzabas. “¿Qué?” “Pues yo no me he aburrido”, “que esta fuera la peor”; frases
que se repetían una y otra vez Seis novillos, seis, de Los Maños, procedencia
Santa Coloma, segundo y tercero más justitos y el cuarto el que menos parecía
de esa sangre. En líneas generales han salido corretones, incluso el quinto
salió con ese brío de los toros de antes, buscando y queriendo saber qué era lo
que se cocía allí. Pero decía que csi todos demasiado corretones, a lo que
colaboraba el que los lidiadores no hicieran o no supieran hacer por fijarlos
en las telas. Capotes al aire, telas por arriba y los novillos seguían camino
por todo el ruedo. No me gusta aventurar, ni jugar a ser adivino, porque seguro
que sería lamentable, pero sí que me hubiera gustado ver este encierro con
otros lidiadores más entregados, con mejores modos y más eficaces. El primero cumplió
en el caballo, con conatos de querer pelear en el peto. Pero Carlos Domínguez se
limitaba a andar por allí, largando algún mantazo que otro para cubrir el
expediente. Toreo vulgar con la muleta, evidenciando que a medida que avanzaba
el trasteo, la sensación de que le novillo se les estaba yendo iba siendo
mayor. Ventajista, abusando del pico y de colocarse demasiado fuera.
El segundo, que correspondió a Arturo Gilio, suelto por el
ruedo porque nadie parecía tener ilusión en fijarlo y cuidar su lidia. Que ya
de salida su matador se lanzó a pasarlo por gaoneras, eso sí, quedándose
clavado a la arena. Se pasaban cuadrilla y matador el novillo el uno al otro,
como si fuera una pelota y mientras, el de Los Maños a aguantar mantazos
insulsos. Muy suelto, mal picado, todo muy desordenado. Con la muleta, Gilio
empezó dando la sensación de que se iba a alborotar, para continuar con series
con pico, con nada de gusto y pretendiendo encender los tendidos con recursos
poco agraciados. García Pulido, emuló a sus compañeros en eso de dejar que su
oponente se pegara sus buenas carreras por la arena, le pegaba un mantazo y el
animal seguía trayecto, otro y nada, sin que se le pasara al espada el echarle
un poquito el capote al suelo, que no es que sea mano de santo, pero es
bastante más lógico que hacer ondear la bandera del Japón, porque así sí que no
se sujeta al novillo. Eso sí, en los dos encuentros puso al toro en suerte, ¡qué
ilusión! Mal picado, que si no ahora no atino, que si solo señalo el puyazo.
Acudió una tercera vez, pero esta ya desde dentro de las rayas. El animal solo
cabeceaba la guata, cara alta, para marcharse suelto del caballo. En el último
tercio García Pulido obsequió al personal con una sonata de aburrimiento y
sosería insoportable, pico, fuera de sitio y un bajonazo soltándole la tela en
la cara, como para sentirse más que abochornado. Pero tampoco era cuestión de
que se desilusionara por dejar la espada en la paletilla.
Al recibir al cuarto ya de salida Carlos Domínguez parecía
aperreado con él, llegando a perder el capote. Mantazos que no impedían que
este también corriera y corriera. Este rasgo no solo se ha repetido, sino que
sorprendentemente no ha impedido que los novillos no llegaran al tercio final.
Este quizá era el que menos parecía un Santa Coloma y el más toro del encierro.
Mal picado, salió suelto del encuentro con el caballo. Con la muleta Carlos
Domínguez se limitaba a cumular tandas y más tandas, vacías, anodinas,
aburridas. Al quinto, el que sacó más brío en su aparición al ruedo, le recibió
Gilio con mantazos para cubrir el expediente. El animalito hasta quería oponer
resistencia en el caballo, aunque se le castigo demasiado justito y con un puyazo
apenas señalado en su segunda entrada. Inició el azteca de rodillas, con
trallazos sin demasiado sentido, para después erguirse y mantener su línea de
muletazos son el pico. Resultó cogido al ir a dar un pase y adelantar demasiado
el vacío de la muleta. Parecía de poca importancia, pero la cosa era seria y
había de pasar a la enfermería. Y echaba el telón García Pulido, al que le tocó
quizá el novillo con más complicaciones de la tarde, el que exigía mayores
conocimientos de la lidia y los terrenos. Mostró genio al ir al caballo. Fallo
garrafal del piquero que no atinó en el animal y apenas castigado en la segunda
vara. El espada quizá se precipitó al pedir el cambio de tercio. Con la muleta
empezó dándole distancia, todo sobre la derecha, ya que con la izquierda en un
tímido conato de torear al natural, tras una colada, el novillero decidió no seguir
por ahí. Era como si el toro se fuera aquerenciando en los terrenos en los que
se había desarrollado toda la lidia, poniéndose cada vez más peligroso,
olisqueando la arena, para arrancarse de repente, sin que García Pulido supiera
defenderse, ni gestionar aquellos inconvenientes; como decía el otro, él había
venido a hablar de su libro, de los derechazos, los naturales y poco más, pero
de toreo nada. En definitiva un festejo para que los novilleros hubieran dicho
mucho más, al menos tanto como los novillos de Los Maños, que en este caso sí
que ilusionaron, aunque no a los de luces, sino a los de los billetes, a los
que van con ellos por delante a taquilla con la ilusión de encontrarse con el
toro, perdón, con el novillo. La cuestión es, después de la novillada, a ver
quién pierde antes la ilusión.
Enlace programa tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
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