miércoles, 18 de mayo de 2022

A ver por dónde empiezo yo

Quizá el derechazo y el natural de principio a fin, rematándolo detrás de la cadera, habría que declararlo en peligro de extinción por la UNESCO

Que en esto es muy importante saber quién te cuenta las cosas, que no es lo mismo que te lo cuente un entusiasta de la tierra de los coletudos, que un sin tierra amargado a los que no les gusta nada nunca. Vaya, no he hecho más que empezar y ya me estoy poniendo al personal en contra, porque ustedes no lo sabrán, pero es muy difícil ser un amargado al que no dejan decir ni mu en casa y que no le queda otra que irse a la plaza a renegar de todo y a quejarse de todo. Eso sí, que cuando se entusiasman con algo grande de verdad, los motivados de un torero o de muchos, tampoco le dejan a uno disfrutar de ese momento de goce. Que si ustedes se cruzan con un animoso “adamista”, le contará que Joselito Adame ha estado colosal, grandioso y que los malajes protestones le han robado un triunfo monumental. O si camino del aparcamiento caminan junto a unos señores con un pañuelo de la peña de Ángel Téllez al cuello, pues lo mismo, que esos reventadores han evitado que su torero saliera en volandas camino del cielo de Madrid. Eso sí, que no veo yo a ningún partidario de Pepe Moral que esta tarde vaya diciendo que lo es; más bien les veo negando tres veces antes de que cante el gallo. Y del ganado… con la ilusión que algunos tenían antes de empezar la corrida.

Que lo de Arauz de Robles ha salido, pues de aquella manera, altotes, faltos de carnes,  manseando, con las dificultades propias de la invalidez en algunos, muy mal lidiados, se les ha dejado corretear por el ruedo a su aire, sin que hubiera intención de fijarlos a los engaños. Algunos buscando refugio cerca de toriles, mal picados, al notar el hierro, si no les tapaban la salida, echaban a correr buscando la salida. Eso sí, hay que decir en su descargo que no encontraban a nadie queriéndoles meter en el engaño, echándoles el capote abajo, simplemente se les presentaban telones a los que sorteaban con toda facilidad. Y ahora van a escuchar la opinión un amargado, mala gente, que como tengo que cerrar la mui a todas horas, pues lo acaban pagando los excelsos matadores, más conocidos por Joselito Adame, Pepe Moral y Ángel Téllez. El mexicano ha tenido una tarde, ¿cómo decirlo? Dejémoslo en una tarde al uso, porque en todo el tiempo que lleva de alternativa no es que haya aportado demasiadas cosas y esta no iba a ser la tarde de la metamorfosis de este torero. Toreo para la galería, para la foto, pero no para hacerse con un toro, no para lidiarlo y menos para torearlo de verlas. Capotazos con desprecio, como si el animal supiese que él solito tenía que encelarse en aquel lienzo rosa. Sin pretender alargar el viaje del toro, ni mucho menos hacerse con él, llevarlo al caballo, en fin, lo que venía siendo hace tiempo eso que llaman lidia. Que sí, que perturba el que te devuelvan dos veces el que abría plaza, teniéndoselas que ver con uno de Chamaco, que cumplió sin más en el caballo y que en la faena de muleta tomaba más o menos la tela. Le citaba a distancia, pero el resultado era un trallazo con el pico, no pudiendo con él por lado izquierdo, con poses gallardas, pero nada más, poses, citando en algún remate casi ofreciendo la espalda, por no decir el culo, que está feo, dando la sensación de que el de Chamaco se le estaba yendo sin torear. En su segundo volvió la mala lidia al de Arauz, que incluso derribó al de aúpa. Lo cito al amparo de las tablas por estatuarios y mientras movía la pañosa, el toro se fue al bulto directamente, propinándole un topetazo impresionante, siendo más escalofriante aún la caída. Afortunadamente Adame se rehízo y pudo continuar el trasteo, aunque de forma poco afortunada, venga pico y más pico, siempre muy fuera, retorcimientos, demasiados enganchones, giros sobre si mismo para rematar las series. Aunque ya digo, hasta los hubo que se enardecieron, profiriendo vivas que ensalzaban el orgullo patrio. Bueno, tampoco pasa nada por un poquito entusiasmo y alegría.

Pepe Moral era el segundo que figuraba en el cartel y si lo miran ahora mismo, verán que no les miento, aunque si se lo preguntamos a una de esas personas que son buena gente y se contentan con cualquier cosa, igual no sabrían decirle a ciencia cierta si el sevillano estuvo o si fue pura ilusión. Pero tampoco vayan ustedes de listillos y no piensen en ir a preguntarle a los toros, que eso ya lo han pensado otros y es probable que estos tampoco supieran decirle si Pepe Moral se hizo presente ante ellos. Igual les dirían que un señor les enseñaba una cosa rosa, a la que ellos no hicieron caso, que bastante tenían en recorrerse el ruedo a la carrera. Y en el último tercio, igual vagamente pueden identificar a un señor que se la ponía atravesada, un tío soso, que tanto le aburría al segundo de la tarde, que optó por intentar irse en busca de las tablas. Y Pepe Moral intentando hacerse ver en mitad de un mar de sosería insufrible. Aunque lo que sí les podrá contar el de Arauz es que un señor alto y desgarbado no atinaba con los aceros y con el verduguillo no paraba de pincharle en el hocico entre las prisas y la desesperación, y todo por no entrar de nuevo con el estoque después de dos pinchazos. Ya saben aquel grito de “¡Se mata con la espada!” ¿No? En su segundo parecía que todo iba a discurrir de la misma forma y prácticamente así fue. No lo vio con el capote y casi tampoco con la muleta, a pesar de ese intento de venirse arriba iniciando el trasteo de rodillas, con lo que más parecía una veleta dando vueltas, sin mostrar un mínimo de quietud. Ya de pie fue más de lo mismo, con la salvedad de la espada, que esta vez se evitó el mitin del anterior.

Ángel Téllez, aquel que de novillero toreaba hasta en las bodas, bautizos y comuniones completaba una terna que a priori parecía más para rellenar una tarde, siempre desde el punto de vista que ya hemos indicado anteriormente, porque para los entusiastas, ya saben, cartel de relumbrón; o igual tampoco. Empezó Téllez manteando en exceso con el capote, pecando de ineficaz, permitiendo que el toro fuera allá donde le viniera bien. Hubo un duelo de quites entre el y Adame, pero casi mejor obviarlo. El animal no podía con su alma, le costaba un mundo, iba al pasito, cansino, lo que el espada aprovechó para acompañar esas lentas embestidas, siempre abusando del pico, sin rematar en ningún caso, si se puede llamar rematar el muletazo a lo que hacía, que era dar un manivolazo, lo hacía siempre delante de la cadera. Daba más la sensación que ya no era el toro el que pasaba, sino la tela por la cara del toro. A pesar del pinchazo hubo quién sacó el pañuelo, pero no fueron tantos como para animal al usía, conocido por su rapidez para regalar orejas a nada que uno que pasara por allí le diera las buenas tardes. En el sexto Téllez dio un recital de baile y de nuevo una multitud de capotazos que no llevaban a ninguna parte, ni a poner el toro en suerte. Que además el animal tampoco estaba por ayudar, marchándose una y otra vez. Eso sí, ¿por qué esa manía de mover el caballo en el sentido de las agujas del reloj y no al revés cómo indica el reglamento? Pues nada, allí que iban penco y jinete tras el burel. Lo de la lidia es mejor dejarlo pasar, porque al final hasta servidor se va a creer lo de amargado y que le pone pegas a todo. El toro se fue a esperar al matador a toriles y allí comenzó el viaje a ninguna parte que, entre mantazos, enganchones, carreras, trallazos, arreones del manso, pico y más pico, se pegaron los dos protagonistas. Se puso pesado el madrileño y solo desistió cuando las arrancadas podían ser las de un pollino en la era. Y díganme ustedes, con este panorama uno no sabe por donde tirar, porque aunque no se lo crean, que igual tienen motivos para no creerlo, no estamos tan amargados. O igual sí, porque ya me dirán si no es para estarlo si tarde tras tarde los inválidos son mayoría, los de luces no ven más allá de querer que les regalen despojos y más despojos, muy lejos de lo que es el toreo eterno, mientras que la dura piedra mortifica el orgullo de los que allí dejan sus mortificados glúteos varias docenas de tardes al año. Y claro, uno se pone a escribir y lo primero que se le viene a la cabeza, visto lo visto, es eso de a ver por dónde empiezo yo.

 

PD.: Quiero dedicar este relato y los de todas las tardes, a esos aficionados que se te acercan a saludarte, a echar un rato hablando de toros y que me permiten aprender un poco más de esto que un día nos embrujó a muchos.

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html



1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias Enrique: Jandro