Los picadores, esa sombra cada día más difuminada. |
Hace muchos años el pueblo de Madrid cogió el cesto de las
chufas y hay que ver cómo se pusieron; pero eran otros tiempos, les apretaban y
saltaban y además sabían por qué saltaban, mientras las autoridades patrias se
hacían los suecos y no los patriotas. Pero eso era hace mucho, mucho, cuando
los chisperos llevaban redecilla. Y hoy en día conmemoramos aquella fecha yendo
a los toros y ya no queda nada de aquellos sentimientos de defensa de lo
propio, de defensa de lo que se quiere, es más, hasta somos capaces de echar
por tierra lo que más queremos y ponernos del lado no solo de quién nada hace
por defenderlo, sino que además pone todos los medios para hundirlo. Con lo a
mano que lo teníamos esta tarde de la Goyesca del 2 de Mayo para mostrar tanto
descontento por los ejecutores y los consentidores de una subida salvaje del
precio de las entradas, por arrancar a Madrid todos sus rasgos de personalidad
que la han hecho así desde… desde antes incluso de que Napoleón, Murat, los
mamelucos y Manuela Malasaña hubieran sido tan siquiera pensados. Han permitido
y auspiciado a unos señores que paso que dan, paso que es contra esta plaza,
contra esta afición, contra su historia, sus tradiciones, su sentir, su forma
de ver los toros, de entender esta forma de sentirlos y vivirlos. Estos que
montan carteles, ferias, que prometen y no cumplen, que pretenden inventar,
pero mal, lo que ya se inventó, pero bien. Son tantas y tantas cosas, que no
acabaría nunca, o sí, quizá acabaría el día en que estos personajes desfilaran,
si quieren, montados en unas bonitas y típicas jardineras, calesas o lo que
quieran. Pero, ¿qué ha hecho Madrid? Será porque había mucha entrada de regalo,
sería porque para una vez que vas, tampoco te vas a interesar por saber lo que
es y lo que hay en ese edificio, pero aún los había que aplaudían a
responsables, auspiciadores y demás turba de expoliadores de Madrid, de la
plaza de Madrid, la que hace siglos empezó en la Plaza mayor, la que se fue
mudando de sede y que ahora reside, no sabemos por cuánto tiempo, en la plaza
de las Ventas, en la calle más taurina del mundo y que más cosos ha tenido a su
vera. Pues igual se nos ha ido una oportunidad de oro para demostrar nuestro
descontento, quizá no se quería poner en un compromiso a a la propiedad, delante
de las cámaras de su tele y a la vista del mundo taurino. O lo mismo es que ese
descontento no es tal, que todo puede ser. Que también puede ser que algunos se
crean de verdad que hay algún partido político que realmente sí defienda los
toros y se crea las buenas palabras, pero ya saben aquello de obras son amores
y no… Pues eso.
Si hasta la confección del cartel era un despropósito
poniendo por delante un ganado que lo tiene todo perdido. Toros de Valdefresno
que lo mejor que se puede decir de ellos es que… es que… ¡sí, hombre! Que no
encuentro nada bueno y miren que lo llevo buscando un buen rato. Mansos, sosos,
vacíos, sin un ápice de chispa, de interés. Si al menos hubieron sido mansos,
pero con un puntito de marrajos, pues aún habríamos visto la capacidad
lidiadora de Uceda leal y Fernando Robleño, pero nada, toda una tarde los cinco
que se lidiaron que solo buscaban o irse a toriles, marcando permanentemente su
querencia a tablas, a chiqueros, huyendo de los engaños, y el de Pereda, que
igual podría haber ido delante de los bonitos carros cargados de goyescas y
goyescos paseando palmito. Salían sueltos y se iban sueltos, aunque igual se
está siendo injusto con los pobres toros, que bastante tenían con la hazaña de
aguantarse en pie. Como para echárselos a los mamelucos; se iban a morir de
risa o de pena al ver aquellos trampantojos de toros de lidia. Si hasta salió
uno con los pitones como escobones; serán las pareces de los corrales que son
muy duras.
Uceda Leal no parecía estar muy dispuesto para ninguna
cargar, ni para montar ninguna asonada taurina, pero claro, si en lugar del
terno rosa y azabache debía de haber vestido de Cruz Roja y plata, pues ya me
dirán. A su primero le intentó pasar de muleta, un inicio vistoso, con gusto,
pero a partir de ahí pecó de perfilero y de citar atravesando la muleta. Acertó
en la elección de terrenos, primero intentando encelarle paralelo a las tablas,
a ver si así se desorientaba y se le olvidaba de sus querencias de manso.
Apenas le podía ni tan siquiera molestar, porque a nada que se le exigía, al
suelo de morros. Al final hubo de consentir y dejarle ir al amparo de las
tablas. Ya no quedaba otra que dejarle elegir al manso. En su segundo casi lo
mismo, pero en peor. Un muletazo y al segundo, viendo las tablas, adiós, se
iba. Otra vez y lo mismo y… si no había nada en ese toro. Hubo de despenarle
pegado a tablas, consiguiendo una casi entera con mucha habilidad. Y en su
tercero, el quinto, no sé si se le pudo contar medio muletazo o menos. Aquello
ni se meneaba, quizá un piano de cola habría mostrado más codicia. Abrevió,
porque no tenía sentido otra cosa. Un toro que puso en apuros a los de los
palos y que obligó a Fernando Sánchez a hacer dos quites, gracias a su buena
colocación. Que habrá quién destaque sus pares a los tres, pero ya tiene mérito
que claves a toro pasado en los tres y te aplaudan en los tres. Así estaba la
plaza de Madrid.
A Fernando Robleño le tocó el sobrero de José Luis Pereda,
al que le dieron muchos capotazos, sin evitar que vagara suelto por el ruedo.
El trasteo lo comenzó el madrileño con trallazos por abajo, sin mando ninguno,
para proseguir a lo que mandara el castaño. Mucho trallazo, pico, citando desde
muy fuera y teniéndose que recolocar permanentemente, para acabar acortando
mucho la distancia. Su segundo tampoco estaba para demasiadas gollerías, quizá
no estaba ni para andar con derechazos y naturales, pero el madrileño no
parecía tener otro guion y se entretuvo en ir cazando muletazos sin mando
alguno y casi poniéndose a merced del manso. Mucho pico, muy fuera, despegado y
sin parar un momento quieto. Al que cerraba plaza hasta intentó ponerle en
suerte, pero el Valdefresno no estaba para fiestas, ni celebraciones, ni mucho
menos para posar para Goya en cargas o fusilamientos, no quería ni saludar a
las autoridades del callejón, porque en el palco no estaban, por supuesto.
Siempre buscando el abrigo de las tablas y el madrileño detrás a ver si, pero
allí no había nada que hacer. Comenzó por abajo con cierto temple y ahí se
acabó el posible toreo y empezó la romería por el ruedo. Uno medio, medio y al
segundo, adiós, así una y otra vez. Solo al llegar a toriles se retuvo un pelín
y casi aguantaba al tercero para salir huyendo. Giró al completo el ruedo,
hasta que una estocada tirándose no sé si con más rabia que nada dio por
finalizada semejante mansada. Y allí no se quedó nadie, solo unos pocos, muy
pocos, para despedir a Álvaro de la Calle, mientras los demás salían a escape,
quizá pensando que las desgracias nunca vienen solas y a ver si después de
semejante tarde de celebraciones, no fuera a ser que igual vinieran más
caballos, más carretas y se montara otra vez la carga de los mamelucos.
Enlace programa tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
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