Si resulta que un peón lidia, enseña al toro a meter la cara y al torero lo que tiene delante, pero este no le hace caso, allá cada uno. |
Dicen que ahora en esto de la “tauromaquia” el pueblo se lo
tiene que pasar bien y ya de paso, emocionarse, siempre con esta cantinela. Que
sí, que en los toros también va la cosa de divertirse, se pasarlo bien, pero no
se confundan, que esta diversión nada tiene que ver con subirse al tren de la
bruja y esquivar escobazos, ni entrar en la casa del terror y gritar mucho,
tanto, que ya no te queda voz para pegar alaridos en la montaña rusa. En los
toros la diversión suele venir de la mano del toro y del que pone encima la
mesa recursos, conocimientos y capacidad para poder a un animal que te saca sus
complicaciones, que parece una cosa pero luego es otra y que al final le haces
ir por dónde en principio no quería. Pero a veces también parece que toda una
plaza se sube en el tren de la bruja y se divierte pasando sustos por un señor
tan incapaz, como con pocos conocimientos para merecer estar en el ruedo
vestido de luces. Que la gente aplaude
hasta la locura la ineptitud y la vulgaridad, eso es un hecho innegable. Que
también sucede que los hay que traen unos esquemas prefabricados y no se
apartan de ellos ni un ápice y en cuanto ven algo que medio se ajuste, ¡hala! a
pedir orejas, a aplaudir como focas en un circo, plas, plas, plas. Que si a un
espada le pega un revolcón un toro, no hay nada que pensar más, le coge, se
aplaude y se piden trofeos. Que se mete entre los cuernos, pues más aplausos,
que pega pases aunque sean enganchados, palmas. Que le arranca el toro las
telas de la mano, pues hala, a seguir aplaudiendo. Y si encima hay unos
desalmados que se fijan en todo y protestan precisamente la incapacidad del
torero en cuestión, pues se responde aplaudiendo más fuerte. Y el catálogo se
podría ampliar casi hasta el infinito y más allá. Que parece además que los que
protestan, aparte de ser unos amargados a los que echan de su casa todas las
tardes de feria, tampoco saben saborear la exquisitez de lo que el trapacero en
cuestión está desarrollando en el ruedo. Que esos trallazos, esos desarmen,
esos enganchones, esos muletazos eléctricos solo son para paladares exquisitos,
esos que degustan los bocadillos de chapas con deleite, levantando el meñique
al cielo.
Y anda que los tres espadas, Adrián de Torres, Juan Leal y
Leo Valadez no han tenido oportunidad de demostrar su concepto de la lidia y
del toreo, con los de Fuente Ymbro. Que podemos seguir haciendo los chistes que
nos pone la empresa en bandeja acerca de sus muchas presencias en esta plaza en
los últimos tiempo, pero en esta ocasión hay que dedicarles un apartado
especial. La corrida ha ofrecido una presentación como hasta ahora no se había
visto en la feria, ni en la temporada, en una corrida completa. Interesante,
con muchos matices, nada plana. Una curiosidad, todos a excepción del primero
han escarbado hasta casi sacar petróleo, pero luego no han evidenciado una
mansedumbre de libro, han tenido un comportamiento en el que hay que detenerse
un momento y a su vez fijarse en el espejo de lo ofrecido por la terna y sus
cuadrillas, que excepto Curro Javier en la lidia al primero, han estado en
perfecta sintonía con sus maestros.
Al que habría plaza, Adrián de Torres le ha regalado más
capotazos de los necesarios y muchísimos más de los recomendables. Peleó en el
peto levantando al caballo, siempre con el pitón izquierdo. La segunda vara fue
simplemente un picotazo y entre medias, un intento de quite por chicuelinas y
el de Linares sufrió un muy feo revolcón. Empezaba a dejar ver que por el
derecho había que tener mucho cuidado y pronto dejó claras sus inclinaciones. Telonazos
de recibo, muy quieto, quizá olvidando la lidia de Curro Javier, quien en vista
de que su jefe solo pensaba en sacudir las telas, le aplicó una muy buena
lidia. En primer lugar, para poner el toro en suerte en banderillas y en
segundo, y más transcendente, para enseñarle a embestir, por abajo y sacando
los brazos. Pero de Torres decidió por tirar por lo alto y por quedarse quieto,
que tiene su mérito, y no por empezar pudiéndole. Por el pitón derecho mucho
trapazo, mucho enganchón y metiendo el pico, lo que era acrecentar el peligro,
pues si ya se acostaba por ese lado, solo hacía falta que se le mostrara el
hueco entre el engaño y el torero. La falta de mando era sumar más
incertidumbre en cada embestida. Igual por un lado que por el otro, con el de
Fuente Ymbro haciéndose el dueño. El matador se quedaba fuera, cite dando casi
la espalda y el toro hacía por él sin pensárselo dos veces. Se le vería y se le
colaba una y otra vez, hasta que volvió a voltearlo en cuanto le vio a poca
distancia. Arreón va, arreón viene, para cerrar con un bajonazo que parecía
entre recibiendo y al encuentro. Sería por el miedo, sería porque los
exquisitos vivieron de cerca el miedo, que no se enteraron de la falta de
recursos del toreo, que don Adrián decidió darse una vuelta al ruedo. A su
segundo le picaron poco y trasero, y en el trasteo el espada volvió a demostrar
su absoluta falta de recursos. Mucho enganchón, siempre muy fuera y sin
conducir nunca las embestidas. Mala suplencia y dejando en mal lugar aquellos
que en su día se hacían lenguas de este torero, que esta tarde ha dejado una
instantánea muy pobre de lo que es como matador de toros.
Juan Leal es un torero que quizá haya que entenderlo y
confieso que servidor no es capaz de ello. Él viene a sus cosas y le da igual
lo que tenga delante. Su primero, como el resto de la corrida, no paraba de
escarbar y olisquear la arena, pero mostró fijeza en la primera vara y ya
derrotó al peto en la segunda, aunque tampoco se le castigó apenas. Y el galo
de espectador en el centro del ruedo, aunque casi mejor, porque tenía
verdaderas dificultades hasta para llevar al toro con el capote. Con la muleta
intentó empezar de rodillas en los medios, pero no, tuvo que irse al abrigo de
las tablas y allí sí, allí que pudo largar sus banderazos desordenados. A
continuación, pues un no saber qué hacer, trapazos, enganchones, sin dominar lo
más mínimo, para acabar ahogando al toro, que si de uno en uno, sacudidas de
tela, ahora por aquí, después por… una amalgama de vulgaridad y chabacanería
que no hay estómago que lo aguante. El quinto ya empezó enganchándole las
telas, apenas se le picó, a pesar de que en la segunda entrada mostraba fijeza.
Y leal pretendiendo competir en quites con Leo Valadez. De nuevo comenzó de
rodillas, que si por detrás, que si por delante, que si me aturullo y ¡zasca! La
muleta a la cara del toro. Más trallazos, vulgar hasta decir basta, pico y
pierna de salida escondida exageradamente, enganchones, carreras y un repertorio
de trapazos difíciles de contar, aparte de innecesario. La negación del toreo
en su versión más populachera posible. Pero lo seguirán poniendo, seguro, pero…
Leo Valadez, en esta tarde de incompetencia suma, era el
tuerto en el país de los ciegos, intentando ser vistoso y variado con el capote,
lo que siempre se agradece, pero por momentos las ejecuciones no eran todo lo
precisas que se requería y en una tarde en la que se requería algo más que
colorines con las telas. A su primero no se puede decir que se le picara,
buscaba la puerta de toriles mientras se dejaba las pezuñas escarbando. El
mexicano se lio a pegarle pases y más pases, todos con pico, fuera de cacho,
enganchados… lo de todos y lo de siempre, muy vulgar, pero entusiasmando al
personal, sobre todo a los muchos paisanos que decidieron acompañarle y que le
jaleaban allá por el tres, pero ya se sabe, si hay pases, muchos pases, los
finos paladares se despiertan y se contagia el entusiasmo, tanto, que hasta se
premió un bajonazo con una oreja. El sexto salió en busca de los terrenos de
toriles en cuanto se libró de los mantazos de recibo. Pendiente de las tablas,
fue bien picado por Alberto Sandoval en la primera vara y en la segunda, casi
ni señalada. El toro entraba con violencia, bronco, había que pararlo, pero a
la salida del último par hizo hilo con el banderillero y se estampó contra las
tablas. Pareció quedarse dañado y la sospecha se confirmó. A partir de ahí se
paró, alguna arrancada, pero pronto se paró, se puso reservón, más por imposibilidad
física, que por condición del animal. Valadez queriendo desplegar su
repertorio, pero aquello no andaba y cerró con otro bajonazo. Y unos salieron
pensando en una corrida que no fue buena, pero que sí mantuvo el interés, que
hizo cosas de manso y otras de menos maso, que tenían sus cosas que si no se
tenían en cuenta podía aflorar el peligro, que no estaban para shows de plaza
de quinta, ni mucho menos, o quizá los que todo lo aplaudían, los de los
pañuelos, los de los continuos paseos por tendidos y gradas fueron los únicos
que supieron apreciar aquella somanta de trapazos vulgares; y es que va ser que
todo aquello estaba reservado solo para paladares exquisitos.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
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