lunes, 22 de mayo de 2023

Solo para paladares exquisitos

Si resulta que un peón lidia, enseña al toro a meter la cara y al torero lo que tiene delante, pero este no le hace caso, allá cada uno.


Dicen que ahora en esto de la “tauromaquia” el pueblo se lo tiene que pasar bien y ya de paso, emocionarse, siempre con esta cantinela. Que sí, que en los toros también va la cosa de divertirse, se pasarlo bien, pero no se confundan, que esta diversión nada tiene que ver con subirse al tren de la bruja y esquivar escobazos, ni entrar en la casa del terror y gritar mucho, tanto, que ya no te queda voz para pegar alaridos en la montaña rusa. En los toros la diversión suele venir de la mano del toro y del que pone encima la mesa recursos, conocimientos y capacidad para poder a un animal que te saca sus complicaciones, que parece una cosa pero luego es otra y que al final le haces ir por dónde en principio no quería. Pero a veces también parece que toda una plaza se sube en el tren de la bruja y se divierte pasando sustos por un señor tan incapaz, como con pocos conocimientos para merecer estar en el ruedo vestido de luces.  Que la gente aplaude hasta la locura la ineptitud y la vulgaridad, eso es un hecho innegable. Que también sucede que los hay que traen unos esquemas prefabricados y no se apartan de ellos ni un ápice y en cuanto ven algo que medio se ajuste, ¡hala! a pedir orejas, a aplaudir como focas en un circo, plas, plas, plas. Que si a un espada le pega un revolcón un toro, no hay nada que pensar más, le coge, se aplaude y se piden trofeos. Que se mete entre los cuernos, pues más aplausos, que pega pases aunque sean enganchados, palmas. Que le arranca el toro las telas de la mano, pues hala, a seguir aplaudiendo. Y si encima hay unos desalmados que se fijan en todo y protestan precisamente la incapacidad del torero en cuestión, pues se responde aplaudiendo más fuerte. Y el catálogo se podría ampliar casi hasta el infinito y más allá. Que parece además que los que protestan, aparte de ser unos amargados a los que echan de su casa todas las tardes de feria, tampoco saben saborear la exquisitez de lo que el trapacero en cuestión está desarrollando en el ruedo. Que esos trallazos, esos desarmen, esos enganchones, esos muletazos eléctricos solo son para paladares exquisitos, esos que degustan los bocadillos de chapas con deleite, levantando el meñique al cielo.

Y anda que los tres espadas, Adrián de Torres, Juan Leal y Leo Valadez no han tenido oportunidad de demostrar su concepto de la lidia y del toreo, con los de Fuente Ymbro. Que podemos seguir haciendo los chistes que nos pone la empresa en bandeja acerca de sus muchas presencias en esta plaza en los últimos tiempo, pero en esta ocasión hay que dedicarles un apartado especial. La corrida ha ofrecido una presentación como hasta ahora no se había visto en la feria, ni en la temporada, en una corrida completa. Interesante, con muchos matices, nada plana. Una curiosidad, todos a excepción del primero han escarbado hasta casi sacar petróleo, pero luego no han evidenciado una mansedumbre de libro, han tenido un comportamiento en el que hay que detenerse un momento y a su vez fijarse en el espejo de lo ofrecido por la terna y sus cuadrillas, que excepto Curro Javier en la lidia al primero, han estado en perfecta sintonía con sus maestros.

Al que habría plaza, Adrián de Torres le ha regalado más capotazos de los necesarios y muchísimos más de los recomendables. Peleó en el peto levantando al caballo, siempre con el pitón izquierdo. La segunda vara fue simplemente un picotazo y entre medias, un intento de quite por chicuelinas y el de Linares sufrió un muy feo revolcón. Empezaba a dejar ver que por el derecho había que tener mucho cuidado y pronto dejó claras sus inclinaciones. Telonazos de recibo, muy quieto, quizá olvidando la lidia de Curro Javier, quien en vista de que su jefe solo pensaba en sacudir las telas, le aplicó una muy buena lidia. En primer lugar, para poner el toro en suerte en banderillas y en segundo, y más transcendente, para enseñarle a embestir, por abajo y sacando los brazos. Pero de Torres decidió por tirar por lo alto y por quedarse quieto, que tiene su mérito, y no por empezar pudiéndole. Por el pitón derecho mucho trapazo, mucho enganchón y metiendo el pico, lo que era acrecentar el peligro, pues si ya se acostaba por ese lado, solo hacía falta que se le mostrara el hueco entre el engaño y el torero. La falta de mando era sumar más incertidumbre en cada embestida. Igual por un lado que por el otro, con el de Fuente Ymbro haciéndose el dueño. El matador se quedaba fuera, cite dando casi la espalda y el toro hacía por él sin pensárselo dos veces. Se le vería y se le colaba una y otra vez, hasta que volvió a voltearlo en cuanto le vio a poca distancia. Arreón va, arreón viene, para cerrar con un bajonazo que parecía entre recibiendo y al encuentro. Sería por el miedo, sería porque los exquisitos vivieron de cerca el miedo, que no se enteraron de la falta de recursos del toreo, que don Adrián decidió darse una vuelta al ruedo. A su segundo le picaron poco y trasero, y en el trasteo el espada volvió a demostrar su absoluta falta de recursos. Mucho enganchón, siempre muy fuera y sin conducir nunca las embestidas. Mala suplencia y dejando en mal lugar aquellos que en su día se hacían lenguas de este torero, que esta tarde ha dejado una instantánea muy pobre de lo que es como matador de toros.

Juan Leal es un torero que quizá haya que entenderlo y confieso que servidor no es capaz de ello. Él viene a sus cosas y le da igual lo que tenga delante. Su primero, como el resto de la corrida, no paraba de escarbar y olisquear la arena, pero mostró fijeza en la primera vara y ya derrotó al peto en la segunda, aunque tampoco se le castigó apenas. Y el galo de espectador en el centro del ruedo, aunque casi mejor, porque tenía verdaderas dificultades hasta para llevar al toro con el capote. Con la muleta intentó empezar de rodillas en los medios, pero no, tuvo que irse al abrigo de las tablas y allí sí, allí que pudo largar sus banderazos desordenados. A continuación, pues un no saber qué hacer, trapazos, enganchones, sin dominar lo más mínimo, para acabar ahogando al toro, que si de uno en uno, sacudidas de tela, ahora por aquí, después por… una amalgama de vulgaridad y chabacanería que no hay estómago que lo aguante. El quinto ya empezó enganchándole las telas, apenas se le picó, a pesar de que en la segunda entrada mostraba fijeza. Y leal pretendiendo competir en quites con Leo Valadez. De nuevo comenzó de rodillas, que si por detrás, que si por delante, que si me aturullo y ¡zasca! La muleta a la cara del toro. Más trallazos, vulgar hasta decir basta, pico y pierna de salida escondida exageradamente, enganchones, carreras y un repertorio de trapazos difíciles de contar, aparte de innecesario. La negación del toreo en su versión más populachera posible. Pero lo seguirán poniendo, seguro, pero…

Leo Valadez, en esta tarde de incompetencia suma, era el tuerto en el país de los ciegos, intentando ser vistoso y variado con el capote, lo que siempre se agradece, pero por momentos las ejecuciones no eran todo lo precisas que se requería y en una tarde en la que se requería algo más que colorines con las telas. A su primero no se puede decir que se le picara, buscaba la puerta de toriles mientras se dejaba las pezuñas escarbando. El mexicano se lio a pegarle pases y más pases, todos con pico, fuera de cacho, enganchados… lo de todos y lo de siempre, muy vulgar, pero entusiasmando al personal, sobre todo a los muchos paisanos que decidieron acompañarle y que le jaleaban allá por el tres, pero ya se sabe, si hay pases, muchos pases, los finos paladares se despiertan y se contagia el entusiasmo, tanto, que hasta se premió un bajonazo con una oreja. El sexto salió en busca de los terrenos de toriles en cuanto se libró de los mantazos de recibo. Pendiente de las tablas, fue bien picado por Alberto Sandoval en la primera vara y en la segunda, casi ni señalada. El toro entraba con violencia, bronco, había que pararlo, pero a la salida del último par hizo hilo con el banderillero y se estampó contra las tablas. Pareció quedarse dañado y la sospecha se confirmó. A partir de ahí se paró, alguna arrancada, pero pronto se paró, se puso reservón, más por imposibilidad física, que por condición del animal. Valadez queriendo desplegar su repertorio, pero aquello no andaba y cerró con otro bajonazo. Y unos salieron pensando en una corrida que no fue buena, pero que sí mantuvo el interés, que hizo cosas de manso y otras de menos maso, que tenían sus cosas que si no se tenían en cuenta podía aflorar el peligro, que no estaban para shows de plaza de quinta, ni mucho menos, o quizá los que todo lo aplaudían, los de los pañuelos, los de los continuos paseos por tendidos y gradas fueron los únicos que supieron apreciar aquella somanta de trapazos vulgares; y es que va ser que todo aquello estaba reservado solo para paladares exquisitos.

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

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