De toda una tarde solo la lidia de javier Ambel y los pares de Curro Javier. |
En esta feria plena de aciertos por parte de Plaza 1 desde el primer momento en que se confeccionó la presente feria de Madrid, ganaderías, toreros, precios populares, los canales para la retransmisión de los festejos, toros en el Batán, presidentes con un rigor jamás visto, el festejo de este 26 de mayo es de los que mejor ilustran toda esta gestión y que alguien tenga valor y argumentos para contradecirme, ¿no? Un cartel con hierros de garantía de la tauromaquia del momento. Muchos hierros, tantos como… Que podían haber sido más si el señor del palco hubiera escuchado las protestas del público ante la falta de trapío de más de uno. Que el personal no se conforma con nada, ¡hombre! Nos dan ocasión de ver un verdadero… ¿saldo? Dos de Núñez del Cuvillo que pa’ qué. Un novillote adelantado y una raspa que daban ganas de invitarle a un colacao con madalenas. Que igual se piensan que fueron al caballo y que además les picaron; pues dejen de pensar cosas raras, que ir, bueno, sí, si se puede decir así, pero lo de picar. Luego hubo otro de Toros de Cortés, que lo de Toros quizá sea o para despistar o porque el nombre se lo pusieron sus propietarios al final de una larga noche de agitación, Y tres de Victoriano del Río, que al menos no jugaron al despiste con los nombres. Que hay que tener mucho cuidado con esto, porque no hay que despistar, porque imaginen que encabezando el cartel del día ponen arriba, en letras grandes y de molde “Feria del Ganado Caprino de la Sierra de Madrid”. Pues luego van a la plaza y la gente se lo cree. ¡Ojito con lo de poner nombres! Si les cuento el comportamiento en varas de estos, como de los dos primeros, les puedo decir que si se ponían así o asá, pero si cuento que les picaron les estaría engañando. No engañaría si dijera que todos mansearon más o menos, pero manseando con sosería, porque si al menos hubieran sido unos mansos encastados, de esos que huyen, que no los meten en los capotes. Que a estos tampoco los han metido sus matadores y cuadrillas en los capotes, pero más bien por la poca o nula pericia en su manejo, que por complicaciones de los toros. Eso sí, ya saben cómo funciona esto del toreo moderno, o tauromaquia como lo llaman ahora los eruditos de la modernidad, que ven la muleta y van y vienen sin pensárselo. Que habrá quién me diga que alguno se rajó y que acabó hasta escapando de la muleta. Pero es que en esto, como en todo, también hay límites y si el espada en cuestión quiere llegar al top 10 de los records Guinness del trapazo, igual los animalitos se hartan y les dicen que pa’ tu tía, que ya está bien de ir y venir, para no llegar a ninguna parte.
Una tarde en la que se anunciaban tres toreros enseña de la
tierra, de la suya, por supuesto. Miguel Ángel perera, que como es habitual en
Madrid, lo único destacable fue mantener ese rictus sobrio, serio, como de
úlcera duodenal; Alejandro Talavante, queriendo recuperar el rumbo perdido hace…
¡Éramos tan jóvenes! Y Ginés Marín, que es el perfecto aparentador, que
aparenta que quiere torear de verdad, que aparenta ser un torero de pellizco,
que aparenta que va a romper en cualquier momento, pero que a poco deja siempre
de aparentar. Con estos mimbres, díganme ustedes qué podía salir mal. Y los
astros del firmamento además deciden que en tan trascendental fecha se rompa la
sequía y que el cielo de Madrid descargue agua como para provocar un naufragio
en el coso de la calle de Alcalá ¡Dita sea!
En esta tarde la mayor virtud de Miguel Ángel Perera ha sido
su capacidad para llamar al agua. Era salir sus dos toros, con perdón a los
toros, y venga a tirar de paraguas. Y el capote, pues poco más que para
resguardarse del chaparrón, menos cuando su segundo le desarmó ya de salida y
se agarró al olivo, recordando a aquellos legendarios genios del toreo, pero
solo por un instante. Era recuperar los trastos y volvíamos a la realidad de un
sopapo. Con la pañosa, pues es contarlo una vez y ya vale para siempre. Pico,
siempre fuera, más allá del hilo del pitón, escondiendo la pierna de salida y
como en ese su segundo, dónde quisiera ir el animal, que si ahora al cuatro,
que si al tres, que si a toriles, todo salpicado con inoportunos enganchones.
Aunque él parecía estar cómodo yendo detrás del de Victoriano, venga pases y
más pases, que hasta le tocaron un aviso, luego un segundo ya con prisas y el
tercero no sonó, pues sería porque se le agotaría la pila al reloj del señor
presidente, porque el tiempo pasar, pasó y el tercero no sonó.
Talavante estuvo, pero como si no estuviera, que cuando no
se aceleraba con el capote, lo hacía con la muleta y además para poner en
práctica un ventajismo que no gusta, aunque si había quien jaleaba todo. Que si
el extremeño para calentar el cotarro tiene que tirar de telonazos, de trapazos
por la espalda, que si ahora miro al tendido y en ningún momento se plantea el
torero de verdad, aquel que un día ejecutó, pues algo pasa. Aunque ya digo, si
no llega a ser por el mal manejo de la espada, igual… Y Ginés Marín, pues como sus compañeros de
terna y casi como todos los del escalafón, hoy te traigo un repertorio y te lo
repito en los dos toros y mañana otra vez y al otro y al otro y así
eternamente. No es capaz de fijar un toro, como casi todos y todo lo basa en el
trapaceo muletero, pico, lejanías, baile, enganchones… en fin, qué les voy a
repetir que no les haya repetido ya antes. Y en estas, con toros prototipo de
la tauromaquia moderna, tres ídolos de la tierra a los que siguen sus paisanos
hasta el fin del mundo, un palco consentidor, un público consentidor, amable y
con ganas de jarana y la declaración del final de la sequía en la Plaza de
Madrid, nada podía fallar y seguro que más de uno se repetía por lo bajini: si
es que, ¿qué podía salir mal?
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario