domingo, 14 de mayo de 2023

Que se diviertan, pero que no salpique

Ahora parece que hay un toro para el toreo a caballo, otro para el toreo a pie, pero al final solo hay un toro, el encastado, bravo o manso y que luego cada uno se las apañe cómo mejor entienda.


Hay tardes en las que la plaza se pone clavelera y se nota, otras se pone mitinera y se sufre, otras se pone seria y lo notan y otras… otras… otras se pone divertida y… ¡Válgame! Que para buscar su tendido, su localidad, necesitaban un navegador que les indicara por aquí y por allá o unos azafatos que levantaran una banderita y les fuera conduciendo por los pasillos de la plaza, así, como si fueran japoneses, pero con un inconveniente, que no eran japoneses. Que a estos les basta la banderita para clavar la mirada en el abanderado y seguirle hasta el fin del mundo. Pero estos no, porque que si espera que allí esta el chico de la Antonia, que si he visto a uno del barrio, que si vamos a echar un cubata, que si quién tiene las entradas, que si “mira que se ve el Pirulí de la tele a lo lejos”, que si yo sé y no voy a ir detrás de nadie por mucha bandera que lleve, que si… Que mejor, los japoneses. ¿Y has visto los caballos? ¡Qué bonitos, con sus crines, su cola, sus patas largas, sus relinchos, sus plastones que a poco los pisas y tienes que tirar los zapatos; el que lleve zapatos, porque como lleve chanclas…

Que el que esta tarde no se divirtiera era porque no le daba la gana, pero ya saben, sosos y malajes los hay en todas partes. Si los habrá que hasta se han quedado fuera por no ver a los caballos galopar por el ruedo. La excusa es que como no saben de caballos, como si para ver a los del toreo a pie supieran de anatomía o de tejer la tela de los capotes y muletas o de forjar espadas toledanas. Que no nos quieran engañar, no se han quedado por otras causas, como que no lo aguantan, como que para ver galopar a un caballo prefieren la Zarzuela o Ascot. Y vaya si ha galopado el caballero Diego Ventura. Que serán cosas del rejoneo del momento, que hasta en esto del toreo a caballo estamos anticuados. Que uno entendía que esto iba de torear, de templar, de clavar al estribo y sobre todo, aunque los toros salgan mermados, despuntados, de no dejarse tocar la cabalgadura. Pues no me quiero extender demasiado en la labor del caballero, pero así, por resumir, su toreo se ciñe a un esquema fijo, que solo varía por el atrezzo. Primero hay que agotar al toro con carreras y más carreras, que si me doy la vuelta al ruedo encelando al animal, que si ahora me pongo a dar vueltas alrededor suyo, caballazos y más caballazos, para terminar con un quiebro en el que no importa que le toquen el jaco, precisamente porque el toro está disminuido, afeitado. Esto ha sido una nota común en los dos toros. En el primero con un solo rejón tirado de mala manera y en el segundo, con más bríos, dos. La poca fuerza de ese primero no animó los espíritus, mientras Ventura aparte de carreras se limitaba a clavar a la grupa y más allá; tres rosas y un fallo con el de muerte y acierto a la segunda dejándose tocar el caballo. Pero aún no había caído el personal en que había que divertirse, como sí sucedió en el segundo. Con más bríos, en el capote del ayuda metía la cabeza que era un gusto, el segundo daba la sensación de que allí podía pasar algo más. Pero no crean que varió lo hecho en la cara del toro, ni mucho menos, carreras y más carreras, incluso algún palo por el suelo, con el rejón de muerte acertó a la segunda, pero faltaba el aliño de poner al caballo de rodillas, de subirse al estribo y un par a dos manos, que abrazo al caballo, que si me apeo y se va solo para casita y una orejita. Ya ven, la pureza se deja a un lado y se opta decididamente por la diversión. Pues adelante con ello.

Y no parecería ni educado, ni conveniente que en la parte seria del festejo actuaban… Mejor, en la lidia a pie, toros de Montalvo correctamente presentados, aunque se protestara alguno, quizá más por feo que por otra cosa y quizá el tercero podía confundirse por un novillote entrado en carnes, aunque no cabía duda cuando se reclamaba por cojeras y flojera de alguno. En el caballo a lo que pudo llegar alguno raspando y siendo muy benévolos es a que cumplieron, pero ya digo, siendo unas almas caritativas y dejándonos llevar por lo divertido de la tarde. Todos se quedaron en el peto supuestamente peleando, pero de perfil. Mal picados toda la tarde, sin aplicarles castigo y alguno que otro levantando el palo, con lo que esto gusta al personal que se quiere divertir. De los espadas, pues Paco Ureña en principio intentándolo, hasta entro en quites con su compañero. Verónicas aseadas de recibo y sin rectificar, luego estatuarios sin menearse, pero al ponerse a torear, todo fue una sucesión de cites desde fuera y con el pico de la muleta, después intentó animar acortando las distancias y muletazos de uno en uno. No aprovechó las embestidas que sí tenía el de Montalvo, culminando con un feo bajonazo. Su segundo podía haber sido otra cosa siempre y cuando aguantara en pie, pero el nefasto tercio de banderillas acabó de arreglarlo todo. En el último tercio ya no quedaba nada, el animal a ver si se mantenía en pie y Ureña, pues andando por ahí, alargando demasiado la faena. Solo ha habido voluntad y eso no da para mucho más que para pasar el trámite.

Ginés Marín comenzó con verónicas un tanto insulsas para recibir a su primero. Mal lidiado, no se hacía el peón con él y en el último tercio, frente a toriles tirando a los medios, comenzó a pegar muletazos abusando del pico, con muchas carreras para recolocarse, quedándose siempre fuera, insistiendo en tal defecto y en el aburrimiento que aumentaba a cada tanda. En su segundo al menos hay que reconocerle que puso al toro en suerte en el caballo, algo que debería ser norma, pero que hoy en día es la excepción. Comenzó con la muleta con pases vistosos con cierta variación. A nada que se le pegara un tirón, el animal perdía las manos. La faena transcurrió largando tela, permitiendo que se la tocara demasiado, pico y muy despegado, enganchones, pero lo que al personal le puso alerta, como Marín no tenía caballo para ponerse de rodillas, pues él ha tirado de una arrucina y un pase de las flores. Que igual esto habría quedado en nada, pero lo que acabó de levantar los ánimos fue una estocada tirándose muy derechito, lo que no deja de tener su mérito. Se le concedió una oreja, pues vale, una más. Ya da lo mismo uno que mil despojos, porque ni la concesión, ni la negación va a arreglar el estado actual de la plaza. Que la tarde estaba para el jolgorio, que si la cosa va de despojos, pues venga despojos, eso sí, que estaría bien que se diviertan, pero que no salpique.

 

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

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