Ahora parece que hay un toro para el toreo a caballo, otro para el toreo a pie, pero al final solo hay un toro, el encastado, bravo o manso y que luego cada uno se las apañe cómo mejor entienda. |
Hay tardes en las que la plaza se pone clavelera y se nota,
otras se pone mitinera y se sufre, otras se pone seria y lo notan y otras…
otras… otras se pone divertida y… ¡Válgame! Que para buscar su tendido, su
localidad, necesitaban un navegador que les indicara por aquí y por allá o unos
azafatos que levantaran una banderita y les fuera conduciendo por los pasillos
de la plaza, así, como si fueran japoneses, pero con un inconveniente, que no
eran japoneses. Que a estos les basta la banderita para clavar la mirada en el abanderado
y seguirle hasta el fin del mundo. Pero estos no, porque que si espera que allí
esta el chico de la Antonia, que si he visto a uno del barrio, que si vamos a
echar un cubata, que si quién tiene las entradas, que si “mira que se ve el
Pirulí de la tele a lo lejos”, que si yo sé y no voy a ir detrás de nadie por
mucha bandera que lleve, que si… Que mejor, los japoneses. ¿Y has visto los
caballos? ¡Qué bonitos, con sus crines, su cola, sus patas largas, sus
relinchos, sus plastones que a poco los pisas y tienes que tirar los zapatos;
el que lleve zapatos, porque como lleve chanclas…
Que el que esta tarde no se divirtiera era porque no le daba
la gana, pero ya saben, sosos y malajes los hay en todas partes. Si los habrá
que hasta se han quedado fuera por no ver a los caballos galopar por el ruedo.
La excusa es que como no saben de caballos, como si para ver a los del toreo a
pie supieran de anatomía o de tejer la tela de los capotes y muletas o de forjar
espadas toledanas. Que no nos quieran engañar, no se han quedado por otras
causas, como que no lo aguantan, como que para ver galopar a un caballo prefieren
la Zarzuela o Ascot. Y vaya si ha galopado el caballero Diego Ventura. Que
serán cosas del rejoneo del momento, que hasta en esto del toreo a caballo
estamos anticuados. Que uno entendía que esto iba de torear, de templar, de
clavar al estribo y sobre todo, aunque los toros salgan mermados, despuntados,
de no dejarse tocar la cabalgadura. Pues no me quiero extender demasiado en la
labor del caballero, pero así, por resumir, su toreo se ciñe a un esquema fijo,
que solo varía por el atrezzo. Primero hay que agotar al toro con carreras y
más carreras, que si me doy la vuelta al ruedo encelando al animal, que si
ahora me pongo a dar vueltas alrededor suyo, caballazos y más caballazos, para
terminar con un quiebro en el que no importa que le toquen el jaco,
precisamente porque el toro está disminuido, afeitado. Esto ha sido una nota
común en los dos toros. En el primero con un solo rejón tirado de mala manera y
en el segundo, con más bríos, dos. La poca fuerza de ese primero no animó los
espíritus, mientras Ventura aparte de carreras se limitaba a clavar a la grupa
y más allá; tres rosas y un fallo con el de muerte y acierto a la segunda
dejándose tocar el caballo. Pero aún no había caído el personal en que había
que divertirse, como sí sucedió en el segundo. Con más bríos, en el capote del
ayuda metía la cabeza que era un gusto, el segundo daba la sensación de que
allí podía pasar algo más. Pero no crean que varió lo hecho en la cara del
toro, ni mucho menos, carreras y más carreras, incluso algún palo por el suelo,
con el rejón de muerte acertó a la segunda, pero faltaba el aliño de poner al
caballo de rodillas, de subirse al estribo y un par a dos manos, que abrazo al
caballo, que si me apeo y se va solo para casita y una orejita. Ya ven, la
pureza se deja a un lado y se opta decididamente por la diversión. Pues
adelante con ello.
Y no parecería ni educado, ni conveniente que en la parte
seria del festejo actuaban… Mejor, en la lidia a pie, toros de Montalvo
correctamente presentados, aunque se protestara alguno, quizá más por feo que
por otra cosa y quizá el tercero podía confundirse por un novillote entrado en
carnes, aunque no cabía duda cuando se reclamaba por cojeras y flojera de
alguno. En el caballo a lo que pudo llegar alguno raspando y siendo muy
benévolos es a que cumplieron, pero ya digo, siendo unas almas caritativas y
dejándonos llevar por lo divertido de la tarde. Todos se quedaron en el peto
supuestamente peleando, pero de perfil. Mal picados toda la tarde, sin
aplicarles castigo y alguno que otro levantando el palo, con lo que esto gusta
al personal que se quiere divertir. De los espadas, pues Paco Ureña en
principio intentándolo, hasta entro en quites con su compañero. Verónicas
aseadas de recibo y sin rectificar, luego estatuarios sin menearse, pero al
ponerse a torear, todo fue una sucesión de cites desde fuera y con el pico de
la muleta, después intentó animar acortando las distancias y muletazos de uno
en uno. No aprovechó las embestidas que sí tenía el de Montalvo, culminando con
un feo bajonazo. Su segundo podía haber sido otra cosa siempre y cuando
aguantara en pie, pero el nefasto tercio de banderillas acabó de arreglarlo
todo. En el último tercio ya no quedaba nada, el animal a ver si se mantenía en
pie y Ureña, pues andando por ahí, alargando demasiado la faena. Solo ha habido
voluntad y eso no da para mucho más que para pasar el trámite.
Ginés Marín comenzó con verónicas un tanto insulsas para
recibir a su primero. Mal lidiado, no se hacía el peón con él y en el último
tercio, frente a toriles tirando a los medios, comenzó a pegar muletazos
abusando del pico, con muchas carreras para recolocarse, quedándose siempre
fuera, insistiendo en tal defecto y en el aburrimiento que aumentaba a cada
tanda. En su segundo al menos hay que reconocerle que puso al toro en suerte en
el caballo, algo que debería ser norma, pero que hoy en día es la excepción.
Comenzó con la muleta con pases vistosos con cierta variación. A nada que se le
pegara un tirón, el animal perdía las manos. La faena transcurrió largando
tela, permitiendo que se la tocara demasiado, pico y muy despegado,
enganchones, pero lo que al personal le puso alerta, como Marín no tenía
caballo para ponerse de rodillas, pues él ha tirado de una arrucina y un pase
de las flores. Que igual esto habría quedado en nada, pero lo que acabó de
levantar los ánimos fue una estocada tirándose muy derechito, lo que no deja de
tener su mérito. Se le concedió una oreja, pues vale, una más. Ya da lo mismo
uno que mil despojos, porque ni la concesión, ni la negación va a arreglar el
estado actual de la plaza. Que la tarde estaba para el jolgorio, que si la cosa
va de despojos, pues venga despojos, eso sí, que estaría bien que se diviertan,
pero que no salpique.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario