Antes esto era la feria de la Comunidad, más toros para los abonados, luego no obligaban a sacar el abono y la cosa decayó y al final nos encontramos con una novillada con seis hierros, seis, de la provincia de Madrid. La cosa sonaba de principio, rara, pero al final el ganado ha sido lo mejor de la tarde, mucho mejor de lo que muchos esperaban; no quieran pensar lo que estos imaginaban. Podría haber sido un batiburrillo descontrolado, pero bueno, la cosa no ha salido mal. Quizá las carencias más destacables hayan sido las de los propios novilleros, muy al uso actual, y el público, que parecía haber acudido a la plaza llamado por no se sabe qué causa. Además resultaba evidente que muchos era la primera vez que venían a las Ventas a ver toros, que igual antes ya habían visitado esta plaza para ver a Loquillo, el Circo Mundial o la Fiesta de la Cerveza. Pero a otros cosos seguro que sí han acudido y además les hacían caso al pedir música, al pedir orejas por… no sé, pero las han pedido, pregúntenle a los demandantes, al pedir que se callen a los que protestan cuando se sienten timados, al pedir que salude el paisano desde el otro extremo de la plaza mientras móvil en mano le grita: “¿No me ves? Estoy aquí, donde la señora del vestido rojo grande, sí, con el Chino y mi cuñao”. Pues sí, estos han salido encantados y defraudados. Encantados porque le han dado una oreja al del pueblo de la Manoli y defraudados porque no se la han dado al de su colega el de Zarzaquemada. Será por orejas.
El ganado ya he dicho que era variado, pero de hierros, que
de procedencia, bueno… dejémoslo estar. Guerrero y Carpintero el primero, bien
presentado, al que dejaron corretear en exceso por el ruedo, que derribó en el
primer encuentro con un puyazo trasero y mientras se cumplía con el show de
levantar el penco, le dieron entre cien y doce mil mantazos destemplados, lo
que puede que acusara en el último tercio. Álvaro Seseña apenas daba para
quitárselo de encima con la muleta y después de tirar del pico descaradamente y
largar tela, pues a acortar distancias sin motivo, pero dando gusto a los
partidarios. El segundo uno de Montealto, al que García Pulido recetó mantazos
de trámite, como si estos aún no contaran para el transcurso de la lidia. Una
primera vara con castigo, con el animal peleando con fijeza. Luego solo un
picotazo, empezando a escarbar. En la muleta su matador abusó escandalosamente
del pico, en una tanda por el derecho el novillo caminaba despacito y algunos
lo tomaron como un derroche de temple, aunque… Poses, por aquí y por allá, el
engaño siempre al bies, atravesadísimo, citando desde muy fuera y una estocada
fulminante que hizo que el personal viera el cielo abierto para sacar los
pañuelos al viento. El tercero, de Villanueva, con aspecto bueyuno y cabeza demasiado
cómodo, apretado de cuerna, que recibió sin mimo en el caballo, mientras le
tapaban la salida, como no. Víctor Cerraro, que ya de inicio puso poco o ningún
cuidado en evitar mantazos innecesarios, con la pañosa se limitó a lo que
todos. Trapazos acelerados, muy, muy fuera, permitiendo que el novillo empezara
a hacer por su cuenta, hasta acabar un pelín aperreado, pero no hay nada que un
bajonazo no solucione, ¿verdad?
El cuarto, de Ángel Luis Peña, de salida, cuando le
esperaban a portagayola, se llevó puesto el capote de Álvaro Seseña, haciéndolo
jirones en su deambular desordenado por el ruedo. Dos faroles de rodillas y a
seguir el vagar errático por el ruedo sin que nadie hiciera por sujetarlo. Mal
picado, mientras el novillero no acababa de saber ni cómo, ni por dónde. Tiró
el muchacho de repertorio vanguardista con banderazos por detrás, por delante,
por las nubes, un trallazo y el toro a besar la arena. Brazo largo, mucho pico,
hasta la exageración, pleno de una vulgaridad poco sufrible. Al quinto de El Retamar,
que salió con un pitón astillado, le recibió García Pulido con solemnes
mantazos, sin reparar que parecía desplazarse de largo. Pero lo que podía haber
merecido la pena se vino abajo primero con un marronazo en la paletilla y un
picotazo, Saliéndose del peto al que antes había derrotado con desesperación. Y
luego ya era la hora de los trapazos desangelados, sin ambición, sin buscar,
aunque fuera apoyado por el paisanaje, la puerta grande. Al final este no era
su buen primero, quizá este requería algo más que el pico y la desgana. Y el
sexto, de Zacarías Moreno, acabó siendo el más deslucido, se le mire por dónde
se le mire. Feo, destartalado, sin presencia ninguna, al que además le dieron
capotazos como si no hubiera un mañana, para seguir con dos cuchilladas en la
barriga por parte del de a caballo. Y Víctor Cerrato, aparte de estar aperreado
con el animal, no dio para más que para largar trapazos enganchados y casi
estando a merced de lo que dijera el novillo. Y sería por pundonor mal
entendido o vaya a saber usted por qué, en lugar de plantearse la suerte
suprema intentando entrar, dejar la espada en todo lo alto, dar un muletazo
como si fuera uno de pecho y salir librando los pitones, pues el hombre decidió
tirarse sobre el lomo, echando la muleta al viento. Que estas cosas a unos no
les gustan nada, porque entienden que eso tiene mucho de show y poco de toreo,
que no conciben que los novilleros vengan a Madrid con tan escaso bagaje, con
tan limitados recursos, pero como de todo tiene que haber, a otros les
entusiasmaron estos números circenses, el que al paisano le pudieran pedir una
oreja y luego, cuando se lo comenten a la familia, siempre habrá quien haga un
escueto resumen de la tarde y cerrará cualquier posible debate con un “pues a
mi cuñado le ha gustado”.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
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