jueves, 25 de mayo de 2023

Pases a cascoporro… sin toreo


Estaría bien que un día alguien que supiera nos explicara la diferencia entre torear con ayudados por alto y pegar telonazos

Se nos llena la boca con eso de la lidia, ¡qué importante la lidia! Que si no es lo mismo dar pases que torear, que si el mando, que si llevar al toro, que si pasárselo cerca, pero caen cuatro gotas y hay amenaza de lluvia y se nos nubla la razón, o la sinrazón. Que ya saben, una cosa es predicar y otra dar trigo. Que si a las figuras se les echa en cara que si esto, que si lo otro, pero ya saben, la lluvia y la amenaza de lluvia, que todo lo vuelve del revés. Que la tarde ya venía un poco rara. Se decía que toda la corrida de Algar5ra había sido rechazada después de haber estado en el Batán, sin que nadie hubiera dicho nada. Que los veterinarios no parecen estar por la labor de ir a reconocer los toros a la Casa de Campo; si acaso, cuando estén a punto de ir para la plaza. Se hablaba de camiones yendo y viniendo, de otra corrida con otro hierro y al final, cuatro de lo anunciado y dos de Montalvo. Algo que ha sorprendido a todo quisque y en parte ha irritado, porque eso del oscurantismo, de la falta de transparencia, el no decir nada, el callar todo, pues despista y enfada a los que pagan su entrada, pero estas son las formas y maneras de esta empresa. Al menos, aunque amenazara lluvia, los tres espadas no han variado, por este lado podían estar tranquilos, no había motivo para la devolución de entradas y así hicieron el paseíllo el Payo, Román y Francisco José Espada. Lo de Algarra no ha salido exagerado, ni mucho menos, pero ha salido una corrida seria y luciendo unas arboladuras que daban respeto, aunque ya digo que sin exageraciones. Lo de Montalvo ya era más feote y hasta algo más grandotes, lo que confirma que el tamaño y el trapío a veces caminan por aceras opuestas.

El primero de la tarde ya de salida daba la impresión de estar enterándose de todo. No era una boba que se tragaba mantazos y trapazos sin rechistar. Le dieron bien en el caballo, se enceló en el peto, aunque cuando más ímpetu mostraba era empujando para afuera y cuando no sentía el palo en los lomos. En el transcurso de la lidia se aquerenció una barbaridad en terrenos del seis, lo que le hacía más peligroso. Lo cambió de sitio el Payo para empezar pegando trapazos y haciéndole perder las manos. El animal estaba pendiente de todo, media las embestidas y no se acababa de entregar en ningún momento, a lo que tampoco contribuía la sosería del azteca, abusando del pico y de las lejanías, para concluir de un bajonazo. Empezaba el personal a quererse acordar de aquel novillero que tanto prometía, pero hace ya tanto de eso, que solo les llegaba la memoria a los que ya casi peinaban canas y visto lo visto, los más jóvenes empezaban a pensar que el señor de todas las tardes estaba perdiendo el caletre. Su segundo, uno de Montalvo, se mantenía en pie a duras penas, sin poderle picar, llegó al último tercio más mal que bien. Trapazos, enganchones y carreras para recuperar el sitio. El Payo estaba aperreado con un inválido, pero cuando no se está, no hay mucho más que hacer. Quiso justificarse metiéndose entre los pitones, pero aquello no tenía justificación posible.

Román, la simpatía de luces, recibió a su primero con capotazos que daban la sensación que no se ajustaban al viaje del toro. Nadie le sujetó y anduvo suelto por el ruedo. Cabeceó en el caballo, donde, como su antecesor, se enceló con la guata cuando no le castigaban. Se dolió de los palos, muy mal lidiado, algo que ya se repite con demasiada frecuencia, llegó a la faena de muleta con Román citándole de lejos, donde le recibió presentando el pico de la muleta, muy fuera y manteniendo demasiado las distancias. Lo mismo por el pitón izquierdo, con el agravante de las carreritas para recolocarse, enganchones, muy vulgarote, y el toro se le iba escapando sin que le hubiera aprovechado lo que tenía de potable. Muchos pases, pero de toreo, nada. A su segundo del hierro parche, más de lo mismo, sin cuidar la lidia. Al animal no se le picó y en esa capea improvisada, el toro mostró su condición tirando derrotes al caballo y a continuación buscando terrenos libres en dirección a toriles. En el trasteo Román se lo sacó hacia los medios para darle distancia. Dos coladas por el derecho y el torero se empezó a alborotar. Muchos trapazos siempre fuera, con el pico, con enganchones y sin dominar en ningún momento las embestidas, el valenciano se limitaba a estar por allí sacudiendo las telas, más latigazos y sin asomo de dominar la situación. Un trapazo por aquí, un enganchón, ahora el toro le pega un arreón y libra la cogida, y el toro llevándole por la calle de la amargura, pero no se crean, que el personal estaba entusiasmado, que era Lagartijo el Grande derrochando simpatía y poco más. Muletazos de todos los colores, pero sin torear, porque ya saben, ¿no? Y al final, pues nada, una orejita.

El tercero, Francisco José Espada, parecía jugar en casa. Le tocó quizá el más justito de presencia del encierro, al que recibió con una tafallera de la que el animal, lógicamente, salió despedido a corretear por el ruedo. Y así continuó el de Algarra, sufriendo una lidia nefasta, en la que su matador no hizo nada, absolutamente nada, por sujetarlo y ordenar aquello mínimamente, lo cual parecía harto complicado, pues ni él mismo sabía encontrar su lugar en la plaza. No se le picó apenas, bastante tenía el animal con correr y seguir corriendo. Comenzó el trasteo el fuenlabreño con telonazos con uno por detrás, que ya empezó a calentar al personal. Lo que gusta la chabacanería, oiga. Continuó con el toreo moderno de todos, perfilero, trapacero, dándole distancia, pero acelerado, brazo estirado y en una de estas casi le levanta del suelo. Más pases, pases y más pases, largando tela, en línea, ahora por la espalda, bernadinas que acaban enredándose y estocada soltando el trapo al hocico del animal. Y el personal a pedir la oreja, que quizá calculadora en mano, pues…Calculadora de pañuelos, no crean que para contar trapazos, porque igual estos superan cualquier conteo de pañuelos, por muchos que hubiera. El presidente no se la concedió, quizá porque pensó en la ausencia de toreo, que era evidente, aunque ya saben eso de las peticiones si no se falla a espadas, ¿no? Su segundo, también del hierro titular, salió escarbando desde el primer momento. Primera vara en mitad del lomo y todos al suelo, toro, caballo y picador. En el siguiente encuentro el de aúpa quiso librar su rencor por la costalada y la verdad es que se quedó a gusto, mientras el toro soo se defendía con el pitón izquierdo. Una nueva entrada, a pesar de que Espada pedía el cambio, pero el trompazo no se podía considerar una vara, trompazo sí, vara no. Trapazos iniciales de rodillas y el paisanaje, que abarrotaría el cercanías, enloquecido. No importaba que cortara los muletazos de golpe, estaba de rodillas y eso lo tapa todo. Y por las buenas, pues a ahogar al toro, muletazos embarullados, mucha trampa y carreras infinitas, no había descanso, trapazo con la zocata y a correr, mientras el toro seguía el engaño y empezaba a dar la sensación de que al espada Espada se le estaba yendo el de Algarra. Vulgarísimo y pleno de triquiñuelas y lo que es peor, vino el revolcón, con cornada incluida. El público ya estaba decidido a entregarle la plaza si era necesario, pero el continuo fallo con el estoque frustró cualquier opción de despojo. Que los estadísticos se frustrarían por las orejas no cortadas, por la Puerta Grande no abierta, pero los que esperaban ver toreo, ellos quizá tenían otra idea, otras sensaciones igual muy dispares a los contadores de despojos. Que lo mismo les preguntabas y te decían que habían visto pases a cascoporro… sin toreo.

 

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

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