Estaría bien que un día alguien que supiera nos explicara la diferencia entre torear con ayudados por alto y pegar telonazos |
Se nos llena la boca con eso de la lidia, ¡qué importante la
lidia! Que si no es lo mismo dar pases que torear, que si el mando, que si
llevar al toro, que si pasárselo cerca, pero caen cuatro gotas y hay amenaza de
lluvia y se nos nubla la razón, o la sinrazón. Que ya saben, una cosa es
predicar y otra dar trigo. Que si a las figuras se les echa en cara que si
esto, que si lo otro, pero ya saben, la lluvia y la amenaza de lluvia, que todo
lo vuelve del revés. Que la tarde ya venía un poco rara. Se decía que toda la
corrida de Algar5ra había sido rechazada después de haber estado en el Batán,
sin que nadie hubiera dicho nada. Que los veterinarios no parecen estar por la
labor de ir a reconocer los toros a la Casa de Campo; si acaso, cuando estén a
punto de ir para la plaza. Se hablaba de camiones yendo y viniendo, de otra
corrida con otro hierro y al final, cuatro de lo anunciado y dos de Montalvo. Algo
que ha sorprendido a todo quisque y en parte ha irritado, porque eso del
oscurantismo, de la falta de transparencia, el no decir nada, el callar todo,
pues despista y enfada a los que pagan su entrada, pero estas son las formas y
maneras de esta empresa. Al menos, aunque amenazara lluvia, los tres espadas no
han variado, por este lado podían estar tranquilos, no había motivo para la
devolución de entradas y así hicieron el paseíllo el Payo, Román y Francisco
José Espada. Lo de Algarra no ha salido exagerado, ni mucho menos, pero ha
salido una corrida seria y luciendo unas arboladuras que daban respeto, aunque
ya digo que sin exageraciones. Lo de Montalvo ya era más feote y hasta algo más
grandotes, lo que confirma que el tamaño y el trapío a veces caminan por aceras
opuestas.
El primero de la tarde ya de salida daba la impresión de
estar enterándose de todo. No era una boba que se tragaba mantazos y trapazos
sin rechistar. Le dieron bien en el caballo, se enceló en el peto, aunque
cuando más ímpetu mostraba era empujando para afuera y cuando no sentía el palo
en los lomos. En el transcurso de la lidia se aquerenció una barbaridad en
terrenos del seis, lo que le hacía más peligroso. Lo cambió de sitio el Payo
para empezar pegando trapazos y haciéndole perder las manos. El animal estaba
pendiente de todo, media las embestidas y no se acababa de entregar en ningún
momento, a lo que tampoco contribuía la sosería del azteca, abusando del pico y
de las lejanías, para concluir de un bajonazo. Empezaba el personal a quererse
acordar de aquel novillero que tanto prometía, pero hace ya tanto de eso, que
solo les llegaba la memoria a los que ya casi peinaban canas y visto lo visto,
los más jóvenes empezaban a pensar que el señor de todas las tardes estaba
perdiendo el caletre. Su segundo, uno de Montalvo, se mantenía en pie a duras
penas, sin poderle picar, llegó al último tercio más mal que bien. Trapazos,
enganchones y carreras para recuperar el sitio. El Payo estaba aperreado con un
inválido, pero cuando no se está, no hay mucho más que hacer. Quiso
justificarse metiéndose entre los pitones, pero aquello no tenía justificación
posible.
Román, la simpatía de luces, recibió a su primero con
capotazos que daban la sensación que no se ajustaban al viaje del toro. Nadie
le sujetó y anduvo suelto por el ruedo. Cabeceó en el caballo, donde, como su
antecesor, se enceló con la guata cuando no le castigaban. Se dolió de los
palos, muy mal lidiado, algo que ya se repite con demasiada frecuencia, llegó a
la faena de muleta con Román citándole de lejos, donde le recibió presentando
el pico de la muleta, muy fuera y manteniendo demasiado las distancias. Lo mismo
por el pitón izquierdo, con el agravante de las carreritas para recolocarse,
enganchones, muy vulgarote, y el toro se le iba escapando sin que le hubiera
aprovechado lo que tenía de potable. Muchos pases, pero de toreo, nada. A su
segundo del hierro parche, más de lo mismo, sin cuidar la lidia. Al animal no
se le picó y en esa capea improvisada, el toro mostró su condición tirando
derrotes al caballo y a continuación buscando terrenos libres en dirección a
toriles. En el trasteo Román se lo sacó hacia los medios para darle distancia.
Dos coladas por el derecho y el torero se empezó a alborotar. Muchos trapazos
siempre fuera, con el pico, con enganchones y sin dominar en ningún momento las
embestidas, el valenciano se limitaba a estar por allí sacudiendo las telas,
más latigazos y sin asomo de dominar la situación. Un trapazo por aquí, un
enganchón, ahora el toro le pega un arreón y libra la cogida, y el toro
llevándole por la calle de la amargura, pero no se crean, que el personal
estaba entusiasmado, que era Lagartijo el Grande derrochando simpatía y poco
más. Muletazos de todos los colores, pero sin torear, porque ya saben, ¿no? Y
al final, pues nada, una orejita.
El tercero, Francisco José Espada, parecía jugar en casa. Le
tocó quizá el más justito de presencia del encierro, al que recibió con una
tafallera de la que el animal, lógicamente, salió despedido a corretear por el
ruedo. Y así continuó el de Algarra, sufriendo una lidia nefasta, en la que su
matador no hizo nada, absolutamente nada, por sujetarlo y ordenar aquello
mínimamente, lo cual parecía harto complicado, pues ni él mismo sabía encontrar
su lugar en la plaza. No se le picó apenas, bastante tenía el animal con correr
y seguir corriendo. Comenzó el trasteo el fuenlabreño con telonazos con uno por
detrás, que ya empezó a calentar al personal. Lo que gusta la chabacanería,
oiga. Continuó con el toreo moderno de todos, perfilero, trapacero, dándole
distancia, pero acelerado, brazo estirado y en una de estas casi le levanta del
suelo. Más pases, pases y más pases, largando tela, en línea, ahora por la
espalda, bernadinas que acaban enredándose y estocada soltando el trapo al
hocico del animal. Y el personal a pedir la oreja, que quizá calculadora en
mano, pues…Calculadora de pañuelos, no crean que para contar trapazos, porque
igual estos superan cualquier conteo de pañuelos, por muchos que hubiera. El
presidente no se la concedió, quizá porque pensó en la ausencia de toreo, que
era evidente, aunque ya saben eso de las peticiones si no se falla a espadas,
¿no? Su segundo, también del hierro titular, salió escarbando desde el primer
momento. Primera vara en mitad del lomo y todos al suelo, toro, caballo y
picador. En el siguiente encuentro el de aúpa quiso librar su rencor por la
costalada y la verdad es que se quedó a gusto, mientras el toro soo se defendía
con el pitón izquierdo. Una nueva entrada, a pesar de que Espada pedía el
cambio, pero el trompazo no se podía considerar una vara, trompazo sí, vara no.
Trapazos iniciales de rodillas y el paisanaje, que abarrotaría el cercanías,
enloquecido. No importaba que cortara los muletazos de golpe, estaba de
rodillas y eso lo tapa todo. Y por las buenas, pues a ahogar al toro, muletazos
embarullados, mucha trampa y carreras infinitas, no había descanso, trapazo con
la zocata y a correr, mientras el toro seguía el engaño y empezaba a dar la sensación
de que al espada Espada se le estaba yendo el de Algarra. Vulgarísimo y pleno
de triquiñuelas y lo que es peor, vino el revolcón, con cornada incluida. El
público ya estaba decidido a entregarle la plaza si era necesario, pero el continuo
fallo con el estoque frustró cualquier opción de despojo. Que los estadísticos
se frustrarían por las orejas no cortadas, por la Puerta Grande no abierta,
pero los que esperaban ver toreo, ellos quizá tenían otra idea, otras
sensaciones igual muy dispares a los contadores de despojos. Que lo mismo les
preguntabas y te decían que habían visto pases a cascoporro… sin toreo.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario