miércoles, 24 de mayo de 2023

La abuelita que renegó de sus “nietos”

Solo un tercio de banderillas

Los novilleros suelen despertar la ternura de los más mayores, será porque ven en ellos anhelos pasados de su propia juventud, porque se ven reflejados por lo que habrían querido ser y no fue, porque ven en estos jóvenes a su hijo, su nieto o un sobrino que quiso ser torero. Será por eso que van muy a favor de los chavales y como amenaces con llevarles la contraria en su entusiasmo novillerofilial, ¡ojito! Que en esos casos no conocen, ni quieren conocer, simplemente sacan las uñas y que cada uno se cuide como pueda de l que le pueda pasar. Que se nos ha puesto allí cerquita una dulce abuelita, que ella siempre va al tendido, pero con la lluvia, no estaba la cosa para exponerse a salir con los huesos calados por el aguacero. La buena mujer empezó repartiendo galletas, repartiendo olés y palmas gratuitas, porque decía que los muchachos eran muy jovencitos y había que darles calor, que sintieran que se les apoyaba, pero… Que a regañadientes ha aguantado los tres primeros toros, pero ahí la buena mujer se ha levantado y ha gritado con el brío de las mujeres de esa edad que tanto han pasado en la vida: “Hasta aquí, ya está bien”. Y a partir de ese momento, les prometo que no me habría cambiado por nada del mundo por cualquiera de los tres novilleros que han pechado con la de Montealto, ni Jorge Martínez, ni Jorge Molina, ni Sergio Rodríguez. ¿Razones? Pues ahora les cuento.

Que los de Montealto no se puede decir que hayan sido alimañas que devoran criaturas límbicas, ni mucho menos, todos han blandeado, sin llegar a eso de la invalidez, pero blandeaban, defecto que se veía acrecentado por la falta de temple y tirones a diestro y siniestro que les dedicaba la terna actuante, sin distinción de que fuera el primero, el segundo o si llegaban de Murcia, Toledo o Ávila; esto solo valía para distinguir a los paisanos que se habían acercado para mojarse en pos de jalear al chico de la tierra. La novillada de Montealto ha manseado en el caballo y cuando alguno parecía querer pelear en el peto mientras le tapaban la salida, cuando veían el campo abierto, pezuñas para qué os quiero, salían echando pestes del señor de la pata de hierro. Que vaya tardecita de los caballistas, que uno picaba trasero, otro en la paletilla, otro casi en la rodilla del novillo. Pero las cuadrillas tampoco es que se hayan lucido, en colaboración con sus jefes, o quizá al revés, han permitido que los novillos corretearan por el ruedo a su antojo, sin ser capaces de fijarles en los capotes. Solo Juan Carlos Rey y Toñete han dado la cara, y el pecho, en el segundo tercio del tercero de la tarde. Aquí la señora se nos volvía dando palmas y no con mirada de reproche por protestar o no aplaudir la labor de los de luces, más bien era una mirada de alivio, como diciendo “¡por fin!”

De los espadas aspirantes, pues Jorge Martínez se puso el sello de promesa a esperar porque un día dio un muletazo y el de pecho, pero eso hace ya mucho, demasiado. Hoy en día es uno del montón, tomándose demasiadas ventajas, más pendiente de dar el pase que de cómo darlo y si después de citar desde fuera, meter el pico, dejársela tocar y largar tela, tiene que pegarse una carrera, pues se la pega. Pero que nadie se confunda y piense que esto es exclusivo del murciano, que esto llega a novilleros y matadores de toros, modestos o figurones. Mucha aceleración, muchos tirones y ya se sabe, eso propicia que si el novillo no está demasiado boyante de fuerza, pues al suelo de morros. En su segundo más trallazos y más acelerado si cabe, que se ve que sí. Vulgar, aturullado y soltando la muleta en la cara del animal al ejecutar la suerte suprema. Esto sí que no lo consentía la señora de las galletas. Que si la muleta se agarra con los… bueno, esto no lo puedo reproducir, que eso de tirársela a la cara es una falta de torería, que eso en las plazas de… ¡Vaya con la señora! Aquí ya le dio la caja de galletas a una joven que no paraba de decirle que se calmara, que la tensión, que si el azúcar, pero…Jorge Molina no es que se alejara demasiado de los esquemas habituales. Intentó un estético inicio de faena por abajo, pero si pegamos tirones, si hay enganchones, pues no es lo mismo. Trallazo tras trallazo y el novillo por los suelos. ¿A qué les sonará eso del temple? ¿A unos señores medievales con yelmo y espada larga? Otro que al entrar con la espada suelta el trapo, pero la señora aún estaba en plan comprensivo, aunque esto le duró muy poco, como ya hemos comentado. En su segundo el toledano se puso espectacular y ya saben, lo espectacular ahora es que me paso el toro por delante, por detrás, lo tiro por aquí y por allá, pero torear, lo que se dice torear, más bien nada. Bien es verdad que con la nefasta lidia recibida, el de Montealto podría acusarlo y ponerse complicado, pero eso no quita para que se le tratara de otra manera y no a base de trapazos, hasta que se hartó y acabó queriéndose ir a las tablas al segundo muletazo. Hasta terminar en la puerta de toriles y allí, al segundo intento con la espada, recibió un derrote seco y quizá innecesario. Hasta en estos momentos se quedan descolocados estos chavales, al igual que sus mayores, que parecen despreciar eso tan valioso en los toros, la colocación. En los dos primeros tercios, como llevamos observando durante toda la feria, se quedan por allí en medio plantados y como espectadores de lujo, estorbando más que otra cosa, pero ya digo, eso de la colocación ya es un bien que se ha perdido, salvo honrosas excepciones. Y Sergio Rodríguez, pues si sus dos compañeros iban de uno malo a otro peor, parecía que el abulense no podría superar tal nivel de incapacidad. Pues adivinen. Superó el listón y con nota. Que a más de uno le gustaría saber que enseñan en las escuelas, que más bien parece que hay un plan de estudios único y un maestro universal que solo educa taurinamente en la vulgaridad. Que sí, que hay quién aplaude esto, lo que me hace pensar si dicha vulgaridad a quien gusta y quien mejor la aprecia son los… en fin. Que Rodríguez debió pensar que había que divertir y a ello que se puso. En su primero se plantó de rodillas, con barrizal y todo, para pegar trapazos destemplados por dónde le venía bien a él , que no al novillo. Trapazos, banderazos al viento y la muleta que parecía un trapo de fregar. La señora no paraba ya de gritar que meneara los vuelos de la pañosa. Que poética y que ingenua, ¡manejar los vuelos! Que el de Montealto parecía, como se dice ahora, que podía valer, pero con estas formas y maneras solo sirven los que se torean solos, que en cuanto el de luces tiene que poner algo de su parte, adiós la luz. Al sexto no fue nadie capaz de sujetarlo ni un poquito, él iba a su aire y a su aire siguió, yéndosele de improviso al inicio de faena, pero allí estaban esperándole una ensalada de trapazos monumentales. Que si un latigazo, que si una carrerita, que si me desarmas, que si enganchones y así por los siglos de los siglos. La señora estaba desesperada, movía la cabeza, refunfuñaba y de vez en cuando levantaba la cabeza para intentar gritar algo, con la cuidadora avisándola del siguiente escalón. Ella que había empezado con ese sentimiento de amparo a los jóvenes y se acabó convirtiendo en la abuelita que renegó de sus “nietos”.

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

2 comentarios:

Genaro García Mingo dijo...

Excelente crónica, y gracias por el sentido del humor, que es una forma de redimirse un poco de lo de ayer. No sólo calcados unos a otros, como si hubiera un único novillero en la plaza, matices aparte, sino idéntico planteamiento a cada novillo, cualquiera que sea la condición de este. Pésima lidia en general y del tercio de varas mejor no hablar. Aunque es verdad que la tarde fue lluvia y desapacible, asistimos a un espectáculo rebajado, pésimo, que es el que , en general, ofrece el mundo del toro oficial. Como si un empresario de teatro ofreciera una función sin lo imprescindible.

Enrique Martín dijo...

Genaro:
Y además todos los días lo mismo, con diferentes actores y que unos soltaran gallos, otros balbucearan, otros... Pero todo tendría que ser excelente por decreto. Así andamos.