martes, 16 de mayo de 2023

Dónde guardarán tanta vulgaridad

Al final, van a tener que declarar el natural especie protegida en peligro de extinción


Podría parecer que con el paso del tiempo la capacidad de sorpresa cada vez es mayor, pero en esto de los toros no tiene límite. Que a lo mejor alguien podría pensar que como ahora todos son artistas, apenas quedaría sitio para la chabacanería, la vulgaridad y el mal gusto en un ruedo. Pues imaginen, coloquen una línea roja a la altura que mejor les parezca. Bien, pues con toreros como los de la tarde del Parralejo, ese límite se dispara al infinito. Eso sí, cada uno en su estilo. Perera como siempre con un rictus y forma de moverse de enfado eterno, que parece pretender castigar al mundo con su toreo en lugar de intentar deleitar. Ángel Téllez, aquel joven que algunos vieron no hace mucho como un adalid del toreo, aparte de vulgar, incapaz, inoperante, vacío. E Isaac Fonseca, novillero prometedor que venía empujando, queriendo ser, pero que ya en el escalafón superior se mueve como un elefante en una cacharrería, pero a oscuras. Y para colmo, el personal mesándose las guedejas de lo emocionados que decían estar. Que ya sabemos que esto de la emoción, aparte de ser algo subjetivo, es una coartada para que nadie te pida explicaciones o cuestione el que te entregues en cuerpo y alma a un tramposo y vulgar trapacero. Que si torea el paisano al que de niño veías jugar en la calle y ahora sale de luces a una plaza, ya te emocionas, y si además se lía a pegar trapaces, pues te emocionas todavía más, tanto como la abuelita al ver el retrato que le ha hecho su nieta de cuatro años, en que los brazos y las piernas son unos palotes y el pelo más palotes muy juntos. Pero esto, emocionar, emociona, ¿no?

Primera aparición en la feria de Miguel Ángel Perera y la verdad, igual se ha hecho un poco largo. Lo de siempre, anodino con el capote, sin cuidar la lidia del de José Vázquez, un cornalón al que no se le ha picado, que a lo más se apoyaba de lado en el peto y que doblaba las manos más de lo deseable. Y el extremeño se dispuso a largar el repertorio ya de sobra conocido, con una parsimonia desesperante, como si estuviera acometiendo una obra maestra del arte universal. Venga a largar trapazos con el pico de la muleta, exagerando el esconder la pierna de salida, dejándose torpeza el engaño y siempre muy fuera y pasándoselo a lo lejos. Pero como la cosa no echaba a volar, pues nada, había que tirar de todos los recursos de talanquera, el arrimón, trapazos de uno en uno con la muleta retrasada, venga a sacudir el trapo, hasta sonarle un aviso antes de pensar en entrar a matar. Hay que reconocer que el viento resultaba muy molesto, pero esto nada tiene que ver con la vulgaridad y el poco gusto para torear. En su segundo, ya del titular del Parralejo, bien presentado, como toda la corrida, cornalón, como todos, dejó que anduviera suelto por el ruedo, apenas se le picó, aunque el animal sí que tuvo momentos de meter la cara, otros solo se apoyó en el caballo y hasta llegó a mostrar fijeza en la pelea. Se dolió de los palos y parecía que se iba a quedar parado, pero ya saben cómo funciona el toro moderno, que pasa de la nada en los dos primeros tercios, a entrar a todo en la muleta. Es verdad que besaba la arena cuando el mantazo era pegando un tirón, pero luego entraba y entraba y entraba y no se cansaba. Una malva embistiendo y metiendo la cara en la tela, no en toda, solo en la del pico que le ofrecía Perera. Pico, pico y más pico, la pierna atrás a recolocarse, siempre fuera, dando toda una clase de toreo vulgar y ventajista con el sello del espada. Se manejó mal con la espada y quizá eso evitó algún posible despojo.

Ángel Téllez recibió a su primero sacudiendo el capote como un látigo, incapaz de fijar al toro que se marchó solito al encuentro del caballo, donde solo se dejaba sin plantar cara al de la vara. Ya en el último tercio, mucha precipitación, acelerado y toreo mucho más que modernos, casi toreo punk. Enganchones, prisas, muleta atravesada, sin parar quieto un momento, más enganchones, más trapazos, mucha trampa y poniendo poses muy flamencas, culminando, tras un pinchazo, con un bajonazo de los que te piden destierro a Fuerteventura. A su segundo le saludó entre enganchones a un toro que derribó por dos veces en el caballo. Muchas dudas, sin saber por dónde echar mano al del Parralejo. Este se complicó en banderillas, parado, no había forma de ponerlo en suerte, hasta que Juan Navazo decidió no esperar al toro, sino ir a buscarlo para clavar en paralelo a las tablas. Inició el trasteo dejándose enganchar la tela, para proseguir con lo que parece que va a ser su sello personal, la ventaja, el pico, la sosería, citar desde muy fuera y cuando se comprobó que el toro ya no daba un paso más, pues lo habitual, echarse encima y a que pase el tiempo. Si algún día alguien le pudo conceder crédito como torero y más como figura, en esta feria lo ha devuelto con creces envuelto en una vulgaridad poco soportable.

Isaac Fonseca ha sido uno de los novilleros que más expectación ha levantado en los últimos tiempos, un torero de entrega, pero ahora ya es matador de toros y al menos se le podía pedir un poquito más de cabeza y sentido común, y hasta que tuviera en cuenta a lo que se está enfrentando. Su primero, que abría plaza, un remiendo de José Vázquez, salió suelto y nadie hizo por ir a sujetarlo mínimamente; fue suelto al caballo, derribó y el caos se apoderó del ruedo mientras el animal seguía de acá para allá. Fue al de puerta y al notar el hierro, a escape en otra dirección y así hasta el cuarto intento en el que se le pudo pegar algo más tapándole la salida, que era la única manera de poderle dar un puyazo, mientras cabeceaba al peto. Pero en banderillas hasta parecía acudir a la llamada de los peones. Derrotaba en los comienzos del trasteo, echando la cara arriba al levantarle la mano con la muleta. Incluso daba la sensación de que Fonseca no abusaba del pico, pero por el contrario, pegaba tirones y al enredarse con la tela, acabó desarmado. Muchos pases, todos sin sentido, dando vueltas como una veleta, sin mando, transitó del seis al diez pegándole mandobles sin conmover ni a la parroquia mexicana que fue a verle doctorarse. Al que cerraba plaza lo fijó echándole el capote abajo. El animal perdía las manos con facilidad. No se le castigo, solo le aguantaron el palo, mientras él cabeceaba al caballo. Estaba el toro para medirle mucho, para llevarle muy templado evitando tirones que le harían rodar por el suelo con toda seguridad, pero Fonseca decidió comenzar de rodillas y cambiarle el viaje violentamente por la espalda, lo que hizo que el toro se despanzurrara con ese quiebro repentino. Reincidió en lo de rodillas y otra vez por detrás y por delante, con el entusiasmo de la parroquia, que no del toro. Enganchones, trapazos y todavía parecía que el toro se le iba a subir a la chepa. Tirones y el del Parralejo al suelo, más enganchones, venga latigazos, todo vulgarísimo, con un toro que de haberlo visto, igual podría haber sacado mucho más. Su obsesión era darle muletazos y venga muletazos, sin importarle que le hubieran mandado un aviso desde el palco. Y la sensación con que se salía de la plaza, aparte de que se había pasado media vida sentados sobre la piedra, es que lo del Parralejo había sorprendido porque sacó lo que a lo mejor no se esperaba, que no los supieron aprovechar para eso que tanto gusta de las orejas, pues los ha habido que han ido y venido, incluso cuando parecían que no iban a dar un paso. Y los tres matadores, un dechado de vulgaridad, cada uno en su estilo, uno el veterano que ya lleva décadas con lo mismo, expresando la nada, la más absoluta vulgaridad más propia de talanqueras; otro que parecía que iba a ser un “torerazo”, como decían sus amistades más o menos allegadas y que se ha visto que da para muy poquito, casi para nada y menos; y un tercero que el va a soltar su repertorio, tenga delante un toro, una escalera de mano o una máquina de coser, que lo importante es que los de sus ¡vivas! lo pasen grande. Pero a nada que reflexionemos un poquito, medio segundo, la pregunta que no sabemos si alguien nos puede contestar es saber dónde guardarán tanta vulgaridad.

 

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html

1 comentario:

Anónimo dijo...

Enrique, ésta vez escribo para darte las gracias por la reseña de los dos últimos toros. Fui incapaz de tragarme todo este bodrio y regresé a casa antes de tiempo. Menos mal que hoy tenemos jornada de descanso.

Un abrazo.
J.Carlos