Al final, van a tener que declarar el natural especie protegida en peligro de extinción |
Podría parecer que con el paso del tiempo la capacidad de sorpresa cada vez es mayor, pero en esto de los toros no tiene límite. Que a lo mejor alguien podría pensar que como ahora todos son artistas, apenas quedaría sitio para la chabacanería, la vulgaridad y el mal gusto en un ruedo. Pues imaginen, coloquen una línea roja a la altura que mejor les parezca. Bien, pues con toreros como los de la tarde del Parralejo, ese límite se dispara al infinito. Eso sí, cada uno en su estilo. Perera como siempre con un rictus y forma de moverse de enfado eterno, que parece pretender castigar al mundo con su toreo en lugar de intentar deleitar. Ángel Téllez, aquel joven que algunos vieron no hace mucho como un adalid del toreo, aparte de vulgar, incapaz, inoperante, vacío. E Isaac Fonseca, novillero prometedor que venía empujando, queriendo ser, pero que ya en el escalafón superior se mueve como un elefante en una cacharrería, pero a oscuras. Y para colmo, el personal mesándose las guedejas de lo emocionados que decían estar. Que ya sabemos que esto de la emoción, aparte de ser algo subjetivo, es una coartada para que nadie te pida explicaciones o cuestione el que te entregues en cuerpo y alma a un tramposo y vulgar trapacero. Que si torea el paisano al que de niño veías jugar en la calle y ahora sale de luces a una plaza, ya te emocionas, y si además se lía a pegar trapaces, pues te emocionas todavía más, tanto como la abuelita al ver el retrato que le ha hecho su nieta de cuatro años, en que los brazos y las piernas son unos palotes y el pelo más palotes muy juntos. Pero esto, emocionar, emociona, ¿no?
Primera aparición en la feria de Miguel Ángel Perera y la
verdad, igual se ha hecho un poco largo. Lo de siempre, anodino con el capote,
sin cuidar la lidia del de José Vázquez, un cornalón al que no se le ha picado,
que a lo más se apoyaba de lado en el peto y que doblaba las manos más de lo
deseable. Y el extremeño se dispuso a largar el repertorio ya de sobra conocido,
con una parsimonia desesperante, como si estuviera acometiendo una obra maestra
del arte universal. Venga a largar trapazos con el pico de la muleta,
exagerando el esconder la pierna de salida, dejándose torpeza el engaño y
siempre muy fuera y pasándoselo a lo lejos. Pero como la cosa no echaba a
volar, pues nada, había que tirar de todos los recursos de talanquera, el
arrimón, trapazos de uno en uno con la muleta retrasada, venga a sacudir el
trapo, hasta sonarle un aviso antes de pensar en entrar a matar. Hay que
reconocer que el viento resultaba muy molesto, pero esto nada tiene que ver con
la vulgaridad y el poco gusto para torear. En su segundo, ya del titular del
Parralejo, bien presentado, como toda la corrida, cornalón, como todos, dejó
que anduviera suelto por el ruedo, apenas se le picó, aunque el animal sí que
tuvo momentos de meter la cara, otros solo se apoyó en el caballo y hasta llegó
a mostrar fijeza en la pelea. Se dolió de los palos y parecía que se iba a
quedar parado, pero ya saben cómo funciona el toro moderno, que pasa de la nada
en los dos primeros tercios, a entrar a todo en la muleta. Es verdad que besaba
la arena cuando el mantazo era pegando un tirón, pero luego entraba y entraba y
entraba y no se cansaba. Una malva embistiendo y metiendo la cara en la tela,
no en toda, solo en la del pico que le ofrecía Perera. Pico, pico y más pico,
la pierna atrás a recolocarse, siempre fuera, dando toda una clase de toreo
vulgar y ventajista con el sello del espada. Se manejó mal con la espada y quizá
eso evitó algún posible despojo.
Ángel Téllez recibió a su primero sacudiendo el capote como
un látigo, incapaz de fijar al toro que se marchó solito al encuentro del
caballo, donde solo se dejaba sin plantar cara al de la vara. Ya en el último
tercio, mucha precipitación, acelerado y toreo mucho más que modernos, casi
toreo punk. Enganchones, prisas, muleta atravesada, sin parar quieto un
momento, más enganchones, más trapazos, mucha trampa y poniendo poses muy
flamencas, culminando, tras un pinchazo, con un bajonazo de los que te piden
destierro a Fuerteventura. A su segundo le saludó entre enganchones a un toro
que derribó por dos veces en el caballo. Muchas dudas, sin saber por dónde
echar mano al del Parralejo. Este se complicó en banderillas, parado, no había
forma de ponerlo en suerte, hasta que Juan Navazo decidió no esperar al toro,
sino ir a buscarlo para clavar en paralelo a las tablas. Inició el trasteo
dejándose enganchar la tela, para proseguir con lo que parece que va a ser su
sello personal, la ventaja, el pico, la sosería, citar desde muy fuera y cuando
se comprobó que el toro ya no daba un paso más, pues lo habitual, echarse
encima y a que pase el tiempo. Si algún día alguien le pudo conceder crédito
como torero y más como figura, en esta feria lo ha devuelto con creces envuelto
en una vulgaridad poco soportable.
Isaac Fonseca ha sido uno de los novilleros que más
expectación ha levantado en los últimos tiempos, un torero de entrega, pero ahora
ya es matador de toros y al menos se le podía pedir un poquito más de cabeza y
sentido común, y hasta que tuviera en cuenta a lo que se está enfrentando. Su
primero, que abría plaza, un remiendo de José Vázquez, salió suelto y nadie
hizo por ir a sujetarlo mínimamente; fue suelto al caballo, derribó y el caos
se apoderó del ruedo mientras el animal seguía de acá para allá. Fue al de
puerta y al notar el hierro, a escape en otra dirección y así hasta el cuarto
intento en el que se le pudo pegar algo más tapándole la salida, que era la
única manera de poderle dar un puyazo, mientras cabeceaba al peto. Pero en
banderillas hasta parecía acudir a la llamada de los peones. Derrotaba en los
comienzos del trasteo, echando la cara arriba al levantarle la mano con la
muleta. Incluso daba la sensación de que Fonseca no abusaba del pico, pero por
el contrario, pegaba tirones y al enredarse con la tela, acabó desarmado.
Muchos pases, todos sin sentido, dando vueltas como una veleta, sin mando,
transitó del seis al diez pegándole mandobles sin conmover ni a la parroquia
mexicana que fue a verle doctorarse. Al que cerraba plaza lo fijó echándole el
capote abajo. El animal perdía las manos con facilidad. No se le castigo, solo
le aguantaron el palo, mientras él cabeceaba al caballo. Estaba el toro para
medirle mucho, para llevarle muy templado evitando tirones que le harían rodar por
el suelo con toda seguridad, pero Fonseca decidió comenzar de rodillas y
cambiarle el viaje violentamente por la espalda, lo que hizo que el toro se
despanzurrara con ese quiebro repentino. Reincidió en lo de rodillas y otra vez
por detrás y por delante, con el entusiasmo de la parroquia, que no del toro. Enganchones,
trapazos y todavía parecía que el toro se le iba a subir a la chepa. Tirones y
el del Parralejo al suelo, más enganchones, venga latigazos, todo vulgarísimo,
con un toro que de haberlo visto, igual podría haber sacado mucho más. Su
obsesión era darle muletazos y venga muletazos, sin importarle que le hubieran
mandado un aviso desde el palco. Y la sensación con que se salía de la plaza,
aparte de que se había pasado media vida sentados sobre la piedra, es que lo
del Parralejo había sorprendido porque sacó lo que a lo mejor no se esperaba,
que no los supieron aprovechar para eso que tanto gusta de las orejas, pues los
ha habido que han ido y venido, incluso cuando parecían que no iban a dar un
paso. Y los tres matadores, un dechado de vulgaridad, cada uno en su estilo,
uno el veterano que ya lleva décadas con lo mismo, expresando la nada, la más
absoluta vulgaridad más propia de talanqueras; otro que parecía que iba a ser
un “torerazo”, como decían sus amistades más o menos allegadas y que se ha
visto que da para muy poquito, casi para nada y menos; y un tercero que el va a
soltar su repertorio, tenga delante un toro, una escalera de mano o una máquina
de coser, que lo importante es que los de sus ¡vivas! lo pasen grande. Pero a
nada que reflexionemos un poquito, medio segundo, la pregunta que no sabemos si
alguien nos puede contestar es saber dónde guardarán tanta vulgaridad.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
1 comentario:
Enrique, ésta vez escribo para darte las gracias por la reseña de los dos últimos toros. Fui incapaz de tragarme todo este bodrio y regresé a casa antes de tiempo. Menos mal que hoy tenemos jornada de descanso.
Un abrazo.
J.Carlos
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