sábado, 13 de mayo de 2023

Las madalenas de la señá Carmen

Cuando ves a un matador de toros y tienes la sensación de que estás viendo a un aficionado pegando mantazos en una capea de pueblo, la cosa es preocupante.


Que ahora dicen que se llaman muffins, pero la señá Carmen las llama madalenas, las de toda la vida. Unas madalenas que las pones en la mesa y tienes que tener cuidado, porque dan en la lámpara. Que como no estés vivo, se encajan en la lámpara Tiffanys de la tía Máxima, la que una vez fue a Biarritz y se encaprichó de la lamparita en cuestión, que no cabía en el 850 y no se le ocurrió otra que ponérsela a mi tío como si fuera el “profesor Livingston supongo”. Que la señá Carmen, aparte de ser aficionada al alpinismo en madalena, con un campo base al llegar arriba del papel, también gusta de esto de los toros y no vean la ilusión que le hace empanzonar a media grada con sus madalenas. Que con dos que llevara ya nos apañaba para la cea, la recena y el desayuno del día siguiente; pero ella, muy entregada a la causa, trae madalenas, varias madalenas, para todo quisque. Y no le digas eso de que vaya mano que tiene para la pastelería, porque entonces estás perdido. Con ella hay que medir mucho las palabras y el Pedri, en esta ocasión no lo ha hecho. Que va y le suelta que menos mal que nos íbamos a poder aliviar de la de Juan Pedro con las madalenas. Al Pedri le ha caído un collejón, pero el mal ya estaba hecho.

Una de Juan Pedro con una presencia inusual para lo que este ganadero suele echar; eso sí que nadie se piense que han echado seis como el toro de Osborne, el de las carreteras. Comparado con lo de la casa, bien presentados, comparado con lo exigible en Madrid, pues sí, bien presentada, pero como muchas. Eso sí, ojalá esto se convirtiera en norma y que esto fuera absorbiendo lo impresentable, pero me da que mientras estén las figuras que están, eso no va a suceder. Que la señá Carmen ya veía nada más salir el primero que no iba a haber ganas de madalenas, que la tensión no iba a dejar pasar ni una miga. Pero una cosa son las expectativas y otra acabar con un bote de madalenas tamaño cubo de la basura de comunidad. Se les ha picado poco y mal y en el caso del quinto, acuchillado de mala manera, abriéndole un par de ojales en mitad del lomo. Peleaban si acaso de lado, con un pitón, sin codicia, a todo lo más se quedaban en el peto y ya vale. Solo el quinto, que puso en aprietos al pica, que tuvo que defender la cabalgadura para no verse desparramado por el suelo. Y el sexto, que sacó genio, picado en buen sitio, aunque como a los demás, apenas nada. Este acabó cortando notoriamente por el derecho, poniendo en serios apuros a Juan Navazo al clavar en el segundo tercio. Luego, como todo toro moderno, iban y venían, aquí y allá. Ellos cumplían con su destino. Es verdad que el aire molestó bastante toda la tarde, pero ellos a lo suyo. ¿Alguna vez han comido madalenas en la playa de la Victoria de Cádiz un día de levante?

Daniel Luque, pues a lo de siempre, quizá un poco más desganado, con el mismo rictus de cabreo constante. Con el capote lo más variado fue un quite por chicuelinas desangeladas. Ni asomo con el capote, que otras veces ofrecía algo más y buen manejo. Trapazos a diestro y siniestro con la pañosa, abusando del pico, fuera de cacho, a veces demasiado perfilero casi citando de espaldas, hasta acabar con un repertorio bastante ordinario, alargando el trasteo en exceso. Se hacía demasiado larga ya la faena del sevillano y contra el aburrimiento, toma madalena. Poco más de lo mismo en su segundo, a veces hasta aturullado con la diestra, tirando líneas y largando trapo con la zocata y dejándosela tocar demasiado a menudo. Y mientras tanto, todos callados, sin rechistar, ni quejarse, porque la señá Carmen estaba alerta y con la madalena preparada como un misil submarino.

Ángel Téllez recibió un tremendo trompazo al intentar un quite en el primero de la tarde. Al citar para la primera gaonera el de Juan Pedro no atendió al engaño y se lo llevó puesto. Cundió la alarma al ver al espada tendido en el suelo y sin moverse. Afortunadamente, después de pasar por la enfermería, volvió al ruedo, aunque cambiándose el orden de lidia. Téllez se ocupó de cuarto y sexto, Cuando regresó al ruedo la tarde ya se estaba haciendo demasiado pesada, empezaba a hacer bola y entre el festejo y las madalenas, el aire, el sol en la cara, háganse una idea y entenderán lo que es una tarde plomo en San Isidro. En su primero, el que salió cuarto, Ángel Téllez hizo algo completamente inusual en estos tiempos, paró y sujetó a un toro. Luego ya vinieron los mantazos y el desarme, pero… Lo del último tercio ya fue otro cantar, pico, dejando que le tocara demasiado la tela, brazo largo, fuera de cacho, aceleramientos, trallazos y el inconveniente del viento para complicarlo más. Pero aún así, persistía innecesariamente hasta escuchar un aviso antes de montar la espada. En su segundo hasta puso al toro en el caballo. Y cuando la señá Carmen ya mostraba casi el final del cubo y repetía eso de “venga, que hay que acabarlas”, todo el mundo esperaba algo más para cerrar el festejo. El de Juan Pedro sacaba genio, acudía con brío a los engaños, pero no obtenía otra respuesta que abuso del pico de la muleta y trallazos acelerados sin mando alguno. Se le apelotonaban los muletazos, cambio de pitón, pero no de panorama, carreras y más carreras para recuperar el sitio, enganchones, muleta atrás, sin poder dominar la situación, para acabar con lo de siempre, acortando distancias, a ver si así al menos se frenaba el ímpetu del animal. Un recurso poco admisible, pero que al público suele gustar por esa falsa apariencia de valor que transmite.

Curiosamente, después de aquel triunfo de octubre de Francisco de Manuel, nadie le ha hecho salir a saludar al romper el paseíllo. ¿Y cómo es eso? No me digan que así de repente van a cortarse esas costumbres ñoñas y sin sentido de sacar a saludar al lucero del alba cada amanecer. Que alguien que no viera aquel día y sí estuviera esta tarde en la plaza pensaría que o aquel día a alguien se le fue la cabeza o que en el presente al espada se le fue de repente toda cualidad taurina. El caso es que viendo al madrileño y viendo el cubo de madalenas, casi se preferían estas, aunque fueran con media pistola de pan, bien de miga y sin un buchito de agua a mano. Con el capote su mayor cualidad es la de acortar el viaje de los toros y el apartarse sin aguantar a pie firme en ningún lance. Y si pasamos a la muleta, pues todo su afán es dar muchos pases, sin mirar ni cómo, ni dónde. En su primero se hincó de rodillas, pero el toro enseguida le quitó la idea y aunque lo volvió a intentar después del primer achuchón, puestos a torear atravesando la pañosa, de pie es más cómodo. Y ahí soltó idéntico repertorio en sus dos oponentes, toreo moderno, insulso, ventajista, pases y mas pases sin criterio, solo acumulando trapazos, tirones que hacían perder la mano a los toros, alargando tanto, tanto, tanto el trapaceo, que escuchó los mensajes del palco antes de pensar en empuñar la espada. Que uno se pone a comparar y en una tarde tan, tan pesada, tan repetitiva de lo de siempre, tan falta de todo, en la que todo parecía que no había más vida que los pases con la derecha o la izquierda sin criterio alguno, qué quieren que les diga, que puestos a escoger entre esto y un tambor de madalenas, estas se pasan mucho mejor. Y te pones a echar cuentas y al final, sin dudarlo, te quedas con las madalenas de la señá Carmen.

 

Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:

https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html


1 comentario:

Anónimo dijo...

Ayer la señá Carmen se hubiera hinchado a vender madalenas con café en los tendidos porque poco había que ver en el ruedo.

Un abrazo, J.Carlos