Recordaba uno aquellos volapiés del Uceda Leal. |
Pobre plaza de Madrid, adónde la han llevado. Festividad del
2 de mayo y la goyesca y todo lo que conllevaba la goyesca se lo ha llevado por
delante la amenaza de lluvia. Que iba a organizarse el día del juicio en la
plaza de las Ventas, pero al final ha sido que no, que ni agua ha caído. Que
algunos hoy tenían especiales temores, pensando que si descargaba una tromba de
agua, igual no iba a haber zodiacs suficientes para rescatar a todos los “vips”
que se han dado de codazos para encontrar aposento en el callejón venteño. Que
no digo yo que no vaya nadie al callejón, especialmente los que tienen que
estar, faltaría más, pero, ¿y los demás? Que de sobra se ganan el título de “entrar
de gañote”, “de gorra”, “por la cara”, “por la jeta” y encima a tener cuidado
de que no se les mojen los zapatitos de gamuza azul. Pero mientras se despejaba
tal muchedumbre callejonera, en los tendidos unos se lamentaban de no haber
podido pisar el ruedo, otros de no haber paseado en carroza, con lo bien que
les sentaba el traje de goyescos. Pero bueno, otro año más soleado será.
Pero hombre, aparte del capricho, al menos nos quedaba la
esperanza de ver una corrida de toros, con toros y con toreros que torearan.
Pero no, los toros, del Cortijillo, factoría Lozano, aceptables de
presentación, quizá alguno bajaba algún peldaño, pero bueno, hay que ser
condescendiente, que no vamos a pedir la cabeza de camada, que estas van a las
plazas importantes, como Cenicientos, El Álamo o cualquier otra plaza de la
Comunidad. Y que nadie vea aquí una broma sin fundamento, es que la realidad es
que a esas plazas llevan toros que en Madrid ni olemos últimamente. Igual por
eso apenas se pasaba del cuarto de entrada. Será que los del Cortijillo… Como
suele ser norma, el primer tercio ha sido casi testimonial, manseando en el
caballo, el que no parecía una devanadera tirando derrotes al peto, salía
echando pestes y tirando coces a lo que se dejaba detrás. Muy abantos,
correteando demasiado por el ruedo y los de goyesco sin intentar tan siquiera
echarles un capote al suelo a ver si así se hacían con ellos. Era el hambre y
las ganas de comer. Pero la cumbre de la mansedumbre y de la afición que
asistía a las Ventas fue cuando en el sexto esos aficionados protestaban
airadamente, qué digo, invadidos por la ira, pidiendo que se devolviera un
manso. Que se oían voces clamando porque aquello permaneciera en el ruedo de la
primera plaza del mundo. ¡Dónde vamos a llegar! Y los poquitos habituales que
ocupaban su localidad de todos los días miraban aquí y allá; esto es de cámara
oculta, pero, ¿realmente qué protestan?, ¿Qué es manso? Pero eso no puede ser,
no, tiene que ser otra cosa. Y miraban si flojeaba de patas, de manos o de todo
a la vez. Que no, que no, que es por manso. Y en el palco el mismo usía del día
anterior. Los escalofríos recorrían el espinazo de más de uno, recordando a
aquel otro presidente que echa a los mansos para atrás. Pero cosas del toro moderno,
los animales hasta permitían que los de goyesco gastaran su bono de muletazos
hasta no dejar ni uno en el taco de papeletas. Especialmente este mansito, que
hasta puede que fuera el más viable para sacarle algo en el último tercio, algo
que sucede en más de una ocasión, eso de los mansos de triunfo, pero…
El pero eran los goyescos. El que habría cartel, que no
plaza, era Uceda leal, torero que pasea su torería con garbo y galanura y que
acostumbrados a los que en lugar esa torería, desparraman poses de opereta,
pues a nada que haga ya tiene al público entregado. Escaso, simplemente para
pasar el trámite con el capote, más efectivo con la muleta para eso de llegar a
los tendidos, pero con un toreo perfilero, por momentos escondiendo la pierna
de salida y abusando del pico, no rematando los muletazos y en ocasiones no
llegando más allá del cuarto de muletazo. Siempre citando desde muy fuera y en
el mejor de los casos al hilo del pitón. Con la espada, su fuerte de otras
épocas, tampoco fue lo esperado, aunque hay que reconocer que se echará en el
morrillo derecho como una vela, pero a veces se nos va la mano y dejamos un
solemne bajonazo.
El segundo era Antonio Ferrera, espectáculo asegurado,
empezando por los trastos y siguiendo por sus modos. Voluntarioso con el capote
para quitar al toro del caballo, incluso intentando aportar variedad, lo que el
respetable agradecía, pero el balance no va más allá de mantazos echándose el
toro para afuera. Amanerado con la pañosa, aparentando una excelsa naturalidad,
al tiempo que atravesaba el engaño, permitiendo que el toro se lo tocara más de
lo deseable, desarrollando lo más granado de su repertorio, que si me pongo
flamenco en el muletazo y tengo que recuperar el sitio permanentemente, que si
tiro el palo y me pongo a dar naturales con la derecha, que si… lo de siempre,
aunque personalmente agradezco que en la suerte suprema no nos deleitara con su
particular versión de estocada a distancia, acercándose a pasitos cortos y
eléctricos. Pero seguro que durante la feria le veremos en semejante trance, al
menos que haya suficiente personal para que lo aprecie y se lo agradezca.
Y cerraba el cartel y plaza, el que la abrió, el confirmante
Francisco de Manuel, que ha dejado claro que es un torero de los de hoy, con
todos los defectos vigentes y que tanto se jalean y casi ninguna virtud para el
toreo. Toro inexistente con el capote, con dificultades para parar un toro,
para llevarlo al caballo y que con la muleta es uno de tantos del toreo con el
pico, de en ocasiones retrasar la pierna de salida, permitir que le toquen
demasiado las telas, de no mandar y verse obligado a recolocarse a cada pase. Y
además se encontró con ese manso protestado, que fue ver el rojo de la tela y
decidió que la iba a seguir, aunque el espada le echara hacia afuera, hasta que
entre enganchones y tropezones el animal se cansó y entonces de Manuel tiró del
repertorio más puramente chabacano, que si arrimón, que si banderazo, que si
trapazo a cómo salga, a lo que el respetable respondía hasta con entusiasmo. Se
puso demasiado pesado, tanto que le llegó el aviso antes de entrar a matar, que
ya es ser pesado. Por su parte, el señor presidente quiso mantenerse serio, no
fuera a ser que le despidieran con más gritos de fuera del palco. No dio una
oreja con petición, no sabemos si para evitar la bronca o porque valoró que
después de un bajonazo no hay despojos que valgan. Una tarde que algunos
quisieron convertir en solemne, con himno incluido sin saber muy bien en honor
de quién, pero lo cierto es que con tanta ilusión que íbamos y al final no
tuvimos ni carrozas, ni paseos por el ruedo, ni toros, ni toreros, ni afición.
Enlace programa Tendido de Sol Hablemos de Toros:
https://www.ivoox.com/podcast-tendido-sol-hablemos_sq_f11340924_1.html
1 comentario:
Ni quito ni pongo una coma, totalmente de acuerdo,un saludo Enrique.
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